Mientras la derecha, y sobre todo la señora Ayuso, la montaba con el plan de ahorro energético del gobierno y su disposición a eliminar la iluminación nocturna de los escaparates, y (eso que se hace llamar) la izquierda hacía lo propio con la espada de Bolívar y que no se levantase Felipe VI, dos noticias pasaban totalmente desapercibidas: la primera hacía referencia a que los sueldos medios españoles son un 20 % inferior a la media de los sueldos medios de la Unión Europea, la segunda narraba que España está a la cola de Europa en camas hospitalarias por habitante. Un cuadro significativo en primer lugar de cómo la industria política española intenta centrar siempre la atención en las majaderías estupidizantes que les interesan a su relato, y en segundo término de cómo se la trae al pairo la realidad material y de todo tipo de los españoles.
Lo cierto es que da igual el partido que gobierne: España ha invertido, invierte e invertirá, y sólo hace falta mirar los memorándums enviados a Bruselas, un 20 % menos que la media de la UE en relación al PIB en Sanidad y Educación, los dos pilares básicos de un Estado de Bienestar. Así, mientras se derrumban y agonizan nuestros servicios públicos, y como tanto monta, monta tanto, cualquiera de la industria política que gobierne, los miembros de ésta nos martirizan con sus relatos políticos, sus monsergas y sus rollos. Lo mismo, si se me permite, se podría decir de la Comunidad Valenciana, donde 7 años después de lo que iba a ser el “gran cambio” seguimos a la cola de España en financiación autonómica por habitante. Pintamos pues hoy lo mismo que ayer y que mañana: nada.
En España, y conviene recordarlo ante la imagen de que vivimos en Yupilandia o Jauja que quiere trasladarnos la Industria política, según diversos informes, entre ellos el de FOESSA, somos el segundo país de la UE, sólo por detrás de Rumanía, con un mayor número de trabajadores pobres. En nuestro país hay nada más y nada menos que 2, 5 millones de trabajadores que no llegan a final de mes. Y más del 25 % de las personas asalariadas de nuestro país no pueden afrontar gastos imprevistos ni pueden permitirse al menos una semana de vacaciones al año. Y eso con datos de hace más de un año que hoy estarán obsoletos dada la brutal subida de la inflación, de gas, electricidad, gasolina y otros productos básicos. Podríamos hablar de la pobreza energética, de las más de 7.000 personas que mueren al año por la misma, podríamos hablar de muchas cosas. Y lo seguiremos haciendo. Aunque sólo sea por joder a quienes nos toman por estúpidos y por lerdos y se ríen en nuestra cara.
