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Encender la luz del Ateneo de Madrid

En respuesta a Ernesto García Camarero

Luis Arroyo
Luis Arroyo
Presidente del Ateneo de Madrid
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análisis

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Nuestro consocio Ernesto García Camarero es uno de los miembros de mayor antigüedad en el Ateneo de Madrid. Solo por ello merece nuestro respeto, nuestra escucha y nuestra admiración. Pero quizá precisamente porque ha vivido el Ateneo en épocas mucho mejores, sabrá como pocos que la Docta Casa atraviesa hoy una crisis que compromete su futuro.

He leído en estas páginas de Diario16 el artículo de Ernesto titulado “El Ateneo de Madrid y el futuro”, y como representante de la Candidatura del Grupo 1820 (www.grupo1820.com) que él supone que amenaza precisamente ese futuro, me he sentido obligado a responderle. 

Compartimos el diagnóstico, querido consocio, pero me temo que no la solución. El diagnóstico, en efecto, es que el Ateneo, como el mundo entero que tú describes, está ante un “futuro incierto”. Seré menos ambicioso y no me referiré al futuro del planeta (sobre ese futuro deberíamos debatir en nuestro Ateneo, tan acostumbrado a hablar de los muertos, del pasado, y tan poco habituado a hablar de los vivos, del porvenir).

Yo me limitaré a decir que la Docta Casa está ante una triple crisis. Primero, de gestión, con un número de socios que mengua cada mes, unas actividades que apenas recogen la atención de un puñado de socios y una ausencia evidente de influencia en la vida cultural y social del país. 

Segundo, el Ateneo sufre una grave crisis económica, con una deuda pendiente de saldar con el Ministerio de Cultura por millón y medio de euros y pérdidas anuales por unos 150.000 euros. Con una cafetería cerrada por un contencioso enquistado desde hace años que resta ingresos a la institución. Por todo ello, el Ateneo gasta hoy más de lo que ingresa. Entiendo las reticencias de Ernesto hacia la sociedad capitalista, mercantilista y de “pensamiento único”, como él la describe, pero los números son los que son y, o los saneamos, o el Ateneo terminará siendo un hotel de lujo o un centro comercial.

Y tercero, una lamentable crisis de gobernanza. El Reglamento, al que él se refiere como si fuera intocable, se incumple constantemente. Las juntas de Gobierno suelen plagarse de rencillas, hostilidades y traiciones, con un modo de elección decimonónico (por mitades anuales: imaginemos el Gobierno de cualquier país elegido por mitades cada año). A las juntas generales mensuales (las asambleas de socios) suelen asistir una docena de personas, enfrentados entre sí en grupúsculos. Los 1.900 socios que actualmente componen el Ateneo (desde los más de 6.000 de la Transición), ni van ni quieren ir. La mayoría mantienen su carnet por nostalgia, por tradición familiar, por el uso de la biblioteca, o porque no les resultan muy gravosos los 300 euros anuales. Si hay algo lamentablemente lejos de la democracia y de la participación, eso es el Ateneo actual.

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