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En el corazón de la Europa civilizada

El libro del historiador norteamericano Jeffrey Verdinger sobre los progromos acontecidos entre 1918 y 1921 en Bielorrusia, Polonia, Rusia y Ucrania, entre otros países, constituye una obra imprescindible para entender muchas de las claves de porqué ocurrió el Holocausto.

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análisis

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Bajo este título, En el corazón de la Europa civilizada,  el historiador norteamericano Jeffrey Veldinger ha escrito un libro fundamental que documenta y saca a la luz los terribles pogromos acontecidos en Bielorrusia, Polonia, Rusia y Ucrania entre 1918 y 1921. El título de la obra procede de una cita del escritor francés Anatole France, en 1919, en que condena y deplora las terribles matanzas que se estaban perpetrando en casi toda Europa del Este contra los judíos.

El libro es un relato dantesco, pormenorizado, documentado y bien organizado acerca de las terribles matanzas que sufrieron millones de judíos durante este periodo y como el mismo fue el preludio o prólogo del Holocausto que más tarde arrasaría con la vida hebrea de casi todo el continente.

Muy centrado en la recomposición de la Europa de la postguerra y en las crisis de fronteras que vivieron Bielorrusia, Polonia, Rusia y Ucrania, casi siempre luchando por unos mismos territorios que casi todos consideraban como suyos pero que no tenían una composición monoétnica que les diera derecho a ninguno de ellos a atribuírselos como tales en justicia, el libro reconstruye con todo lujo de detalles y exquisita objetividad los terribles y crueles pogromos de Ovruch, Zythomyr, Proskuriv, el segundo de Zythomyr y Tetiiv.

La obra, exquisitamente documentada y construida, nos da cuenta de cómo realmente el antisemitismo estaba en el ADN de estos países mucho antes de la ocupación por parte de los nazis de los mismos y que esta cultura de la intolerancia brotaba naturalmente y tenía su máxima expresión en estos pogromos en los que participaban, sin señales de arrepentimiento después o signos de horror durante los mismos, hombres, mujeres e incluso niños de todas las condiciones sociales, nacionales, religiones y etnias.

En el corazón de la Europa civilizada es un catálogo desolador de la crueldad humana y de la barbarie más absurda llevada hasta sus últimas consecuencias en casi todos los casos descritos. Por el libro discurren poblaciones enteras asesinadas por puro sadismo; mujeres, hombres, niños y ancianos encerrados en sinagogas que después serían incendiadas, mientras sus verdugos escuchan sin inmutarse los gritos del horror y la muerte; mutilaciones inconcebibles de seres humanos en aras de saciar los más brutales instintos;  niños pisoteados y asesinados por el simple hecho de ser judíos; mujeres violadas repetidamente hasta que llevan su desesperación hasta el suicidio; soldados inmisericordes que se lanzan a la destrucción de aldeas y pueblos junto con sus moradores simplemente llevados por un odio absolutamente irracional… y muchos más episodios documentados, evidenciados y con abundantes pruebas acerca de los mismos que, a veces, nos hacen dudar de la condición humana.

Los verdugos voluntarios de Hitler

Verdinger, en este sentido, se convierte en una suerte de notario del horror, la destrucción y hasta qué niveles de bajeza y abyección puede llegar la crueldad humana. Ya la portada del libro nos anuncia que el texto contiene dentro una suerte de explicación de las razones que llevaron en esta parte del mundo a la puesta en marcha de la “solución final”, más conocida como el Holocausto o la Shoah.

En los últimos años, han aparecido numerosas obras que nos explican cómo en una gran parte de las naciones de Europa del Este los alemanes encontraban el caldo de cultivo y una suerte de cultura del odio que les permitió perpetrar sus crímenes sin encontrar la condena moral y ética por parte de las poblaciones ocupadas. Se trataba, como explica muy bien el historiador Daniel Goldhagen, de los verdugos voluntarios de Hitler, es decir, de miles de alemanes, ucranios, polacos, bielorrusos, rumanos, húngaros y así hasta un sinfín de nacionalidades que se sumaron a la causa nazi sin rechistar y se convirtieron, conscientemente, en cómplices de sus brutales crímenes. Tras la Segunda Guerra Mundial,  muchos de esos asesinos, pues no se merecen otro nombre, trataron de limpiar sus culpas con el facilismo de un discurso basado en el desconocimiento o en arrojar balones fuera, culpando a los pérfidos alemanes de todo lo sucedido.

Pero si algo aporta el libro de Verdinger es que no fue así y que ese antisemitismo salvaje, primitivo y también consciente estuvo siempre ahí y no era un elemento exógeno, sino endógeno,  me atrevería patológico y fruto de un odio irracional. Poblaciones enteras se dejaban llevar por el mismo, ayudadas o no por sus fuerzas de seguridad o sus soldados,  y asesinaban sin contemplaciones a miles de personas inocentes e indefensas después de robarles todas sus pertenencias, incendiar sus casas y arrojarles en zanjas después de torturarlas y maltratarlas. El salvajismo que los embargaba, presas de una suerte de locura colectiva, llegaba a niveles que los sitúa por debajo de la condición humana, por mucho que duela decirlo.

Otro de los aspectos que quiero destacar de este libro es el proceso de deshumanización de la mayor parte de los que perpetraban estos crímenes, sin exclusión de que fueran civiles o militares, y cómo en muy pocos casos existe una mínima piedad hacia sus desangeladas víctimas. Son muy pocos los casos  que relata Verdinger en que algunos civiles ayuden a esconder a sus víctimas o las auxilien en su huida, sino más bien lo contrario: la marcha de algunas de las víctimas, que tuvieron la suerte de sobrevivir a sus verdugos, es vista con alivio por sus vecinos, que aprovechaban la ocasión para quedarse con sus negocios, tierras, propiedades, pertenencias y viviendas.

Desprovistos de todo, abandonados por el mundo, perdidos en un marasmo de crueldad y odio inconcebible, la mayor parte de los judíos que sufrieron estos pogromos no podían entender como sus antiguos vecinos se convirtieran ahora en unos despiadados asesinos sin conciencia e inmisericordes hacia el dolor humano. Tampoco ahora resultaría concebible dar una respuesta lógica y razonable a semejante demanda de las desconsoladas víctimas y para la que el autor de este ensayo tampoco tiene respuestas. Quizá nunca las tendremos.  En cualquier caso, creo que el libro no dará muchas pistas acerca de muchas cosas que hasta ahora no entendíamos del Holocausto y nos arrojará algo de luz entre tanta penumbra. 

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