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Elecciones neoliberales en el bosque de Sherwood

De C. Ronaldo a Mª Antonieta

Guillem Tusell
Guillem Tusell
Estudiante durante 4 años de arte y diseño en la escuela Eina de Barcelona. De 1992 a 1997 reside seis meses al año en Estambul, el primero publicando artículos en el semanario El Poble Andorrà, y los siguientes trabajando en turismo. Título de grado superior de Comercialización Turística, ha viajado por más de 50 países. Una novela publicada en el año 2000: La Lluna sobre el Mekong (Columna). Actualmente co-propietario de Speakerteam, agencia de viajes y conferenciantes para empresas. Mantiene dos blogs: uno de artículos políticos sobre el procés https://unaoportunidad2017.blogspot.com y otro de poesía https://malditospolimeros.blogspot.com."
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análisis

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Me gustaría sugerirles que, mientras leen el siguiente artículo, tuviesen en mente la imagen de Cristiano Ronaldo saliendo de los juzgados. Incluso condenado, al héroe (troyano o ateniense, eso ya depende de los colores de cada uno) ni siquiera le hizo falta corcel para aparecer triunfante, majestuoso y satisfecho. Y con toda la razón del mundo: nos ha robado a todos nosotros, lo ha reconocido, y le hemos perdonado parte de lo robado casi pidiéndole disculpas (porque, que yo recuerde, él no ha pedido perdón a nadie). Todo por una sencilla razón: el señor juega bien al balón. El resto, las asombrosas cifras que mueve a su alrededor (que son como una microeconomía), los odios y amores, todo ello, se derivan de lo anterior: una pelota y sus pies. Y, fíjense, siendo tan rico, nos ha robado a todos e, incluso, ha salido ganando. Como él mismo dijo al salir, “todo perfecto”. Un rico robando a los pobres (porque para él debemos ser pobres, unos pobres imbéciles).

Si Robin Hood fuera español, ¿robaría a los pobres para entregárselo a los ricos? Veo al tándem Rivera / Casado, con sus mallas y sombrerito con pluma, todo tan verde…

Hará unos quince años me tocó ir por trabajo unas cuantas veces a Finlandia, donde entablé una muy pequeña relación con un español residente en Helsinki. Se había casado con una finlandesa y se habían afincado allí para formar familia. Era divertidísimo, y me explicaba anécdotas de sus primeros años en ese país. Recuerdo una.

Ya llevaba más de un año establecido y, en una reunión o fiesta, hablando con amigos finlandeses, les pidió que le recomendasen un gestor. No estaba muy contento con el que tenía, pues él quería un gestor “de los buenos”. Ya me entienden: que sea capaz de encontrar los recovecos necesarios para pagar menos impuestos. Se ve que todos se quedaron callados, muy serios, y uno le espetó: “¿por qué tengo que ayudarte a que me robes?”. El español me confesó que, incluso después, con el paso de los años, se le hacía muy difícil pensar que no le pagaba los impuestos al Estado, sino que se los pagaba a sus conciudadanos, vecinos, amigos, familiares. Es un poco el concepto que traté en un artículo anterior sobre la relación de uno con su Estado: si somos partícipes de éste, parte de él, o el Estado es algo externo a nosotros, una especie de entidad abstracta.

Solo cuatro datos, para no aburrirles, sacados de diferentes artículos, pero para situarnos en contexto:

– (De El País, 20/09/2017): En España la economía sumergida supone entre el 17,2 y el 24% del PIB.

– (De Lainformación.com, 14/02/2016): El colectivo de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) recuerda que más del 71% de la evasión fiscal anual la cometen las grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes empresas de España. Y que se dedica el 80% de la plantilla a la comprobación e investigación de los pequeños fraudes e irregularidades de autónomos y pequeñas empresas.

– (De infoLibre, 12/01/2017): Los Técnicos del Ministerio de Hacienda han denunciado que más del 90% de la evasión fiscal no fue detectada en 2015.

– (De Expansión, los “datos macro”): El Índice de Percepción de la Corrupción (donde llegar a 100 significa cero corrupción) en España es de 57 (los recientes datos de este año le dan un empeoramiento otorgando un 58). En Finlandia, 85, el tercero más bajo.

Cuando vemos los futbolistas que han defraudado a Hacienda, lo relevante acaba siendo de qué equipo son (del nuestro o del equipo rival). Compramos en empresas que evaden impuestos mediante paraísos fiscales y/o fabrican explotando trabajadores del tercer mundo, pero lo relevante es si el producto que compramos está bien de precio. Salvaguardas de la Patria (tipo Vargas Llosa, Pujol, Borrell y demás) se llenan la boca de moralidad política sin tener escrúpulos para no pagar lo que les toca o aprovecharse ilícitamente de su situación, pero lo relevante es si permiten ganar unos miles de votos para una causa u otra. Cierto neoliberalismo, que resalta la ley del mercado como algo que se autorregula, lo disculpa todo en función del resultado: no si un chut acaba en gol o en el poste, no si ese jersey es de calidad o barato, no si la Patria sirve a los ciudadanos o a unas élites, sino lo que se acaban enfundando en su bolsillo.

Curiosamente, estos neoliberales (casi un sinónimo de una lectura de “la ley del más fuerte” en un sentido financiero) son los que luego protegen (y regulan) los bancos, los privilegios de las grandes empresas, ciertas imposiciones religiosas con grandes ventajas fiscales, derechos de sangre monárquicos con su inviolabilidad financiera… y una larga lista que se ensancha hasta la corrupción, las comisiones bajo mano, las puertas giratorias y la mentira y el engaño como modo de hacer. A veces, uno piensa que se ha instaurado un nuevo Sistema Feudal sin que lo hayamos percibido: el monetario. Y con su consecuente Derecho de Pernada: evadir impuestos, defraudar, corromperse y corromper como algo propio de una naturalidad impuesta. Supongo que han oído alguna de esas grabaciones del señor Villarejo.

Hay algo que llama la atención: la “naturalidad” de esas conversaciones. Un ladrón, suele esconderse y ser discreto, un estafador suele sucumbir al vanagloriarse de ello, pero ambos temen que los pillen. Sin embargo, aquí tenemos toda esta gente, que es sumamente dicharachera: se toman sus cafelitos o carajillos, se ríen de sus chistes y ocurrencias, se saben intocables, superiores. Este, es el verdadero supremacismo. Esta es la clase que arenga a las masas para ocultar sus corruptelas, sus desfalcos. Y, elección tras elección, el pueblo les da la razón. Con sus votos, el pueblo les manda un claro mensaje: “sí, ustedes son superiores a mí; hagan lo que quieran”. Y así sucede: hacen lo que quieren. El supuesto voto de castigo al “establishment” es simple ignorancia: Trump se enriqueció gracias a este sistema (y a su padre) y el señor Abascal de Vox vive de lo mismo desde hace muchos años… como tantos políticos de izquierdas y de derechas (¿cuántos políticos solamente han vivido de la política durante toda su vida? ¿Cómo pretender que cambien un sistema que les permite subsistir?).

La percepción reinante que, cuando alguien evade impuestos o defrauda, estafa a un ente llamado Estado, es una panacea para un sistema fiscal corrupto. El individuo no se considera interpelado, es decir, no siente que le roban a él, sino a ese algo abstracto llamado Estado. Pero, más allá de uno mismo, si la sociedad somos todos, nos roban a todos. Y esta perogrullada tan evidente, significa una cosa: también le están robando a esa viuda pensionista que no llega a final de mes; le están robando al que no puede pagar el aparato dental para su hija; al que debe renunciar a un buen nivel de inglés por no poder permitirse una academia privada ni la educación pública puede permitirse pagar profesores nativos. Le roban, también, al “sintecho”.

Le roban al inmigrante (al legal y al ilegal, en el caso de que una persona pueda ser legal o ilegal). Pero no solo nos roban a nosotros: roban a nuestros hijos y a nuestros nietos, porque roban posibilidades de futuro, oportunidades. Y déjenme rizar el rizo: también roban al pasado, porque roban parte de la inversión que hicieron nuestros padres y abuelos, o madres y abuelas. Y, todavía, más: no solamente roban “en” el tiempo, sino que nos roban “el” tiempo: ese dinero que se esfuma a paraísos fiscales o bajo el lodo de la corrupción, ¿cómo se suple? Con los impuestos de nuestro dinero trabajando, con nuestro tiempo. Así, cuando piense que le gustaría alargar sus vacaciones unos días, pero no puede; cuando querría jugar con sus hijos un rato más, pero le falta tiempo; cuando necesita pasear para relajarse o no hacer nada (descansar) y no puede, piense si podría hacerlo si las cosas fueran mejor.

No es baladí que cada cuatro años llegan las elecciones al Bosque de Sherwood. Pero, entonces, resulta que la obrera o el cocinero, la taxista o el dependiente de Mediamarkt, o quien sea, elige un Robin Hood que roba a los pobres para repartirlo entre los ricos. En los casos Castor, los misiles de Morenés, Ere, Pujol, o F1 en Valencia y una larga lista que haría explotar la misma Wikipedia, todo ese dinero, ¿de quién es? ¡Suyo! Y mío, y de aquellos con los que se cruza cada mañana, y de los que no ve porque están haciendo cola en un hospital. O de aquella señora que vi llorando en la Agencia Tributaria de Olot porque no podía pagar los Ivas y le embargaban la cuenta, con dos hijos y el marido autónomo sin encargos, esa a la que la funcionaria, en un alarde de frialdad marmórea, le soltó: “no es mi problema”.

Algunos de ustedes van a pensar que no son pobres. Y este es otro triunfo del Derecho a Pernada. Porque pueden pagar su coche o casa, el Netflix de turno o los partidos de Movistar TV. Se van a cambiar de móvil. Y no crean que les voy a llamar pobres espiritualmente, por favor, que cada uno sabrá si tiene espíritu o no y ya se confrontará con este ante el espejo o paseando en la playa una mañana de invierno. No. Soy más pragmático: son pobres respecto a lo que tendrían que recibir a cambio del tiempo, su tiempo, que dedican a la sociedad. Porque cada minuto que pasan trabajando o que se dedican a consumir ratos de ocio, hay un porcentaje de ese tiempo que se convierte en un flujo monetario. Y ese dinero lo producen ustedes, y parte va a las arcas del Estado. Todos, en el fondo, nos pasamos el día pagándonos entre nosotros… si resulta que el Estado somos todos.

Reconozco que la argumentación anterior raya lo infantil por simplista. Pero no siempre lo simple es falso. Incluso creo que la presión fiscal extenuante para los autónomos y pequeños empresarios, que conlleva que muchos (como aquél español en Finlandia) busquen la manera de pagar menos impuestos, tiene una utilidad fantástica para las élites que nos roban: extiende la “normalidad”, la común sensación que todo el mundo defrauda, y que, entonces, es “normal” que los ricos hagan lo mismo. El hecho de auto- reconocerse una cierta (aunque sea mínima) deshonestidad hacia el pago de impuestos, permite el campo abierto a enarbolar un “que tire la primera piedra el que esté libre de pecado”. Solo que algunos lanzan minúsculos granos de arena al aire frente las enormes montañas que se llevan las élites.

Y, aparte de los “grupos consolidados”, que son aquellos que permiten a las grandes empresas organizarse en un conjunto de ellas para compensar beneficios y pérdidas a la hora de tributar; ante todas esas empresas que, año tras año, aumentan sus beneficios un 12%, un 18%, un 23%, muchas de ellas ofreciendo servicios o productos que nos son imprescindibles (y muchas veces bajo monopolios encubiertos), a veces se me ocurre confrontarlo con si ustedes aumentan en esas mismas proporciones sus salarios, o sus pensiones, o sus beneficios si son autónomos… año tras año. Porque, si fuera que no es así, tal vez ocurra que lentamente, pero inexorablemente, aumente la distancia adquisitiva y patrimonial entre una élite con Derecho a Pernada monetaria y el resto de la gente, esta sí, que vive diariamente en un bosque de Sherwood cada vez más desforestado.

Tal vez no se deba esperar la llegada de un Robin Hood que salve a nadie, sino que cada uno ensarte una papeleta de voto en la punta de su flecha y apunte al centro de la diana el día de las elecciones. O, si creen que todas las dianas son la misma, que salgan a la calle para crear otras nuevas, porque si no lo hacemos nosotros, no esperen que lo hagan los supremacistas que viven de nuestra conformidad. Como dice el dicho gandhiano, <<nosotros somos aquellos a los que estábamos esperando>>. Pero claro, luego llega la cruda realidad, y se nos llena el bosque de Robins vestidos de verde (aunque lo oculten bajo una capa azul, o naranja, o roja); pero, eso sí, qué bien que hablan ante los medios, y cómo sonríen: fíjense en sus dentaduras de odontólogo (privado).

Ah, y me olvidaba, hay otra opción: sentarse en el sofá y disfrutar con los malabarismos de los héroes del balón mientras flirteamos con alguna casa de apuestas. Esos héroes que, tan a menudo, oímos que son un referente para los niños, y que, con suprema altivez y condescendencia, nos dicen <<todo perfecto>>. No, no van las hordas a las puertas de Versalles a reclamar la cabeza de Ma Antonieta, sino a aplaudirla y pedirle autógrafos ante su sincera sonrisa de desprecio. Ese es el supremacismo. Y lo aceptamos.

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5 COMENTARIOS

  1. Un buen articulo sin duda. Pero te reprocho que no menciones que hay un partido, solo un partido, que lleva 5 años diciendo eso mismo y por ello le han atacado de todas maneras posibles y desde todos los medios, incluidos los de comunicación que sin dudas influyen mayoritariamente en las mentes de lo votantes. Un partido, el único, que no se financia por los Bancos para no ser rehén de ellos. Seguiría diciéndote más cosas que le diferencian de todos los demás, que como tú dices son los Robin Hood al revés, pero creo que tu ya lo sabes y por ello te preguntaría ¿porque lo callas? Por si no lo supieras, que no lo creo, te diré alto y claro QUE ESE PARTIDO SE LLAMA PODEMOS.

  2. Porque creo que se ha impuesto un marco de pensamiento (muy bien labrado) que condiciona la lectura de cualquier texto donde aparece el término «Podemos». Victoria para algún think tank. Creo mejor apelar a que cada lector decida de motu propio qué partido representa cada cosa. Y gracias.

  3. Draghi vino a España a pedir recortes hace 2 semanas, la UE sabe que Rajoy y Sánchez no han hecho nada, no han tocado las comunidades autónomas, ni han despedido a funcionarios, ni han subido el IVA… con lo cual me parece a mi que PPSOE van a pasarse el muerto de unos a otros, y vamos a tener que repetir elecciones en seis o siete meses

    Se puede estar más o menos en desacuerdo con esos recortes, pero lo que está clarísimo es que España lleva viviendo en el «día de la marmota» desde que empezó el gobierno de Rajoy

  4. El neoliberalismo PP C$ UPD CIU pnv upn CC ps.e
    = VX pqe tiene mismo programa economico,
    es una fabrica de pobreza pa la mayoria
    a base d especulacion evasion a paraisos fiscales de no I+D y no diversivicar la economia,
    justici amañada y sumision masoca catoloca
    y luego justican :
    recortes pprivatizaciones
    bajadas d sueldos = no consumo ni mercado = paro
    tratados tipo TiPP Ceta etc = mas evasion
    inversion en armas en policia, Prision-prmanente
    no impuestos a ls mas ricos
    y a la vez aborto no para que haya mas pobres = mas esclavos etc
    lo que empeora ls cosas cn sus «soliciones »
    viven de nª enfermedad y desgracioa cr¡eadas deliberada y masivamente
    y ns quitan todo salvo vanidad y orgullo para manipularnos y autodestruirnos

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