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Elecciones en medio de la pandemia

Susana Gisbert
Susana Gisbert
Fiscal de violencia contra la mujer, portavoz de los fiscales de la provincia de Valencia.
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análisis

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Mientras medio mundo cierra sus fronteras ; italianos y españoles se confinan en casa tras declarar el estado de alarma y la OMS declara una pandemia global, Francia celebra elecciones municipales y llama con mucha honra a 47 millones de ciudadanos a las urnas un domingo 15 de marzo, un día en el que el coronavirus, que viaja sin pasaporte, afecta a casi 170.000 seres humanos y ha matado ya a 6500 personas.

Se habla de que la humanidad está viviendo un episodio digno de ciencia ficción, pero en Francia, un país que tiene frontera con Italia y España, se viven escenas que rozan lo grotesco al ver a sus ciudadanos completamente ajenos a todo lo que está sucediendo a su alrededor acudir sonrientes y sin ningún tipo de resquemor a votar. A pesar de que numerosos políticos pedían el aplazamiento de estas elecciones, Emmanuel Macron ha hecho oídos sordos y ha decidido cerrar los ojos y la boca frente a lo que él mismo llamó “la mayor crisis sanitaria que vive el país en un siglo”. Mientras la noche del jueves, el presidente francés anunciaba sin mayor preocupación, que a partir del lunes 16 de marzo se cerraban guarderías, colegios, institutos y universidades y el primer ministro francés, Edouard Philippe, anunciaba la noche del sábado el cierre de bares, restaurantes, cines y discotecas, a causa de la epidemia, al mismo tiempo Macron invitaba con orgullo y satisfacción a su pueblo a salir a las calles masivamente sin ningún miedo este domingo para ir a votar a su candidato favorito.

En su contradictorio discurso aconsejaba a los mayores de 70 años y a las víctimas de enfermedades respiratorias a quedarse en casa, y a limitar los desplazamientos, sin embargo, aseguraba con una certeza y un convencimiento asombrosos que las elecciones se mantenían en pie y que « según la opinión de los expertos científicos nada se opone a que los franceses, ni siquiera los más vulnerables, acudan a las urnas », ya que el consejo de científicos aseguraba que votar no era más peligroso que ir a comprar. Para Macron, que mira de reojo el hundimiento de la bolsa, se trataba de una decisión importante « para asegurar la continuidad de la vida democrática de nuestras instituciones ». Como si en tiempos apocalípticos no existiera nada más importante que echarse a la calle para asegurar la continuidad del alcalde de tu pueblo.

Por supuesto, la limpieza de los colegios electorales y las medidas de seguridad las dejó en manos del equipo municipal en el que dijo, confiaba plenamente en que tomaría las medidas necesarias : los votantes estarían obligados a llevarse su propio bolígrafo para firmar, los miembros de las 70.000 mesas electorales limpiarían la urna después de cada voto con toallitas higiénicas y llevarían máscara y guantes, a pesar de que, paradójicamente, numerosos miembros del personal sanitario no encuentre a estas alturas con qué protegerse.

Las elecciones se han celebrado con un 46 % de participación, la más baja de la historia, y presentan como gran vencedor al COVID-19. Pero más allá de los resultados, hay algo todavía más preocupante: dentro de una semana, Francia deberá celebrar el segundo asalto electoral y todavía hoy domingo, nadie se ha pronunciado para anular un evento tan aberrante ahora mismo como unas segundas elecciones. Si el abrumador avance de la epidemia sigue los pasos de Italia y España, confiemos en que “alguien” en este país tome cartas en el asunto y declare de una vez por todas el estado de alerta, la cuarentena, anule la segunda vuelta y grite, de la misma manera que ya lo hacemos en Italia y en España, que los franceses deben quedarse en sus casas. Esperemos que no tenga que ser un sistema sanitario colapsado el que tenga que despertar las conciencias de los funcionarios del Gobierno francés y la solidaridad ciudadana.

A día de hoy, los supermercados siguen llenos de alimentos y la gente por las calles. Todo un peligro público para una sociedad que, cuando oye hablar de las medidas tomadas en sus países vecinos, habla de “histeria colectiva” y “gente paranoica”. Dentro de 14 días, hablamos.

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