Entrevistamos a María Domínguez del Castillo, sevillana y licenciada en Literaturas Comparadas por la Universidad de Granada. Recientemente ha sido la ganadora del XXXV edición del Certamen Andaluz de Poesía «Villa de Peligros». Cuenta con un extenso currículum literario, con poemarios como El regreso de la lluvia, de 2019, Presente y el mar, de 2017, la novela Pero el tiempo o el relato “En cambio el silencio”, ganador del V Certamen “Biblioteca Universidad de Granada” en 2016.

¿Cómo define su modo de entender la poesía? Si es que la poesía puede entenderse de algún modo…

No sé cuál es mi modo de entender la poesía y cada vez me cuesta más teorizar, pero voy a pensar mientras escribo. “Poesía” podría antojarse ahora cáscara, palabra vacía, categoría o cadena fónica cuyo significado no coincide con su origen etimológico. Es un rasgo y su contrario, y el abanico de sutiles gradaciones intermedias. Es un término histórico, fluido, cambiante, por lo que, si definir implica delimitar, fijar, fosilizar, no acepta definición. La poesía vendría siendo una suerte de Aleph capaz de contener todos los poemas escritos – pues cada poema es la poesía (todos los poemas, el poema) – y no escritos, es decir, cada cosa y su negación, lo que ha sido dicho y lo que ha sido callado, ya que más que piedra es río, demuestra ser un acontecer, un estar aconteciendo en el tiempo y el espacio, un agua heracliteana que solo acepta el cambio como única cualidad estable. Antes buscaba entender o establecer qué era la poesía solo por miedo o recelo, por querer alejarla de lo que pensaba que no era poesía, de lo que la amenazaba o la ponía en peligro. Ahora me importan muy poco las poéticas y los manifiestos. Qué es la poesía y qué importa lo que sea.

La poesía en la actualidad parece que es la hermana pobre de la narrativa y, a la vez, es un producto literario consumido por minorías ¿cómo ve esta dicotomía?

Respuesta breve: depende de la poesía y de la narrativa a las que nos refiramos. Probablemente sea más marginal si su función principal es “poética” (por utilizar las categorías de Jakobson). Lo que popularmente se liga a la complejidad, a la artesanía o al denominado “genio”, al difícilmente definible “valor estético”.

Respuesta menos breve (pero incompleta): Si es consumido por una minoría (cuantitativamente, entiendo), es comprensible que sea pobre (en cuanto a que no genera beneficios económicos significativos). Depende de qué tipo de poesía se hable, y de qué tipo de narrativa, la cual también, creo, puede ser bastante pobre. Es posible que una de las claves esté en el modo en que ha formulado la pregunta. Es un “producto”, por tanto, es consumible. Ha de ser vendido, “consumido”, y su coste (material, temporal, intelectual), asumible. Se cruzan tantas variables que no podría responder de manera satisfactoria (mucho menos hacer pasar mi respuesta por algo más que impresión u opinión). Si un libro de poemas (o quien lo escribe, lo edita, lo imprime, lo distribuye, lo vende) genera beneficios, se puede deber a que: (i) cuenta con una campaña promocional fuerte, (ii) funciona como merchandising de otro producto mayor que es la figura pública (el individuo que genera un culto a la personalidad, esa mitificación, que, con las redes, parece acrecentarse), (iii) tiene algo que decir que resulta particularmente relevante o llamativo en contexto en el que se publica, (iv) es polémico, (v) propone algo interesante (formal, estructural, conceptual y/o temáticamente), (vi) viene respaldado por el prestigio que un premio le otorga, (vii) es llamativo por otros aspectos, literarios o no literarios. Además, se escribe (y se ha escrito) tanto.

Si nos alejamos del fenómeno “mercado”, una parte de ese público lector está constituido por los mismos poetas y críticos (a veces, ni siquiera eso) que conforman ese pequeño cosmos poético que se cree transformador del mundo pero que puede ser, en realidad, bastante insignificante. De nuevo, el polisistema literario es tan complejo que no me resulta fácil responder. Incluso cuando se escribe “para el pueblo”, el código o la forma o el espacio en que esta poesía se engendra, germina, respira, crece, se presenta al mundo, puede ser muy restrictivo, vinculado en ocasiones a circunstancias socioeconómicas y de formación. Al mismo tiempo, quiero creer que se lee mucha más poesía de lo que se piensa. Por lo que veo, leo, oigo, hablo.

También añado (a esta respuesta torpe e inacabada) que para leer literatura hay que encontrarse con ella primero. Encontrarse con ella no es sufrir un empacho por ingesta forzada de culteranismo y conceptismo a los quince años. En la inmediatez del ahora existen necesidades más acuciantes que una visita a una librería. También otras formas de arte. Otros entretenimientos (si concebimos lo literario en su dimensión lúdica). Otros modos de invertir el dinero. Aunque es verdad que las bibliotecas, que el internet. Todo es demasiado complejo como para poder responder sin tropezarme.

En referencia al modo de transmisión de la poesía, ¿se ha vuelto a la época de los juglares y los trovadores en la que la poesía se universaliza gracias a la música?

Todo depende de la función de la poesía (que son muchas y posiblemente simultáneas). Juglares y trovadores: entretenimiento, comunicación, expresión, modo de preservar cultura o historia (y tantas otras). De hecho, no muy alejados del origen de la lírica. Los veo más cercanos a la figura del cantautor que a la del poeta. El texto se componía para ser cantado, para ser interpretado y transmitido durante el acto performativo. Esa era su principal razón de ser. Un texto poético puede musicalizarse sin haber sido necesariamente concebido con vistas al acto performativo. Es decir, goza quizá de más autonomía, de más autosuficiencia. Pienso en Machado y Serrat, por ejemplo. Tampoco sé hasta qué punto este modo de transmisión permite hacer más accesible solamente algunos tipos concretos de escritura, con unas características (más formales que temáticas) determinadas. Las circunstancias de la recepción de un espectáculo (o incluso la escucha privada desde nuestros dormitorios) son muy distintas, también, a la lectura solitaria. En estos casos el interés de quien escucha no reside únicamente en la palabra poética. Existen cantautores que escriben textos de una cualidad y calidad literaria bastante evidente y que, sin embargo, no se limitan a publicar libros.

¿Cuáles son sus referentes poéticos?

Virginia Woolf, mi madre, el barrio. Todos los mares en los que me he mojado los pies o en los que he querido mojarme los pies. Philip Glass y todo lo que veo o lo que escucho. El cine de Bergman, los cortos de Maya Deren. Yo misma en los periodos en que no me importa nada la poesía.

Hanni Ossott, Hope Mirrlees, Panero hijo, Vicente Huidobro, Eliot, Gimferrer, Ginsberg. Las modernistas del XX entre señores corbatas. Anne Carson con su modo de des-hacer poesía. Los antipoetas. Ponerme a nombrar sería un despropósito.

La poesía en la actualidad es también un modo de hacer filosofía, ¿está de acuerdo con esta afirmación?

Cualquier generalización es proclive al derrumbe. Generalizar implica obviar la diferencia. Claro que hay poesías que buscan ser un modo de filosofar, de pensar el mundo, el yo y el otro, la comunicación, el tiempo, el estar siendo y estando. Claro que estos discursos incorporan a su vez otros discursos – lo estético, lo social, lo existencial, y un gran etcétera. Claro que hay otras que parten de una postura antagónica a tal voluntad. Otras que ni siquiera se lo plantean.

Por otro lado, todo intento de expresión (sobre todo verbal, pero no solamente) podría leerse como un modo de hacer filosofía:

de manera más o menos consciente, con mayor o menor voluntad de hacerla. También por la complejidad y la evolución de la palabra filosofía, esta alberga desde la pura abstracción y el pensamiento categórico hasta la fenomenología, el sentir, el repudio a la palabra, el cuestionamiento de las posibilidades del lenguaje, de la propia literatura – pues sea cual fuera la intención, la idea, el sentir o la forma concebida que deriva en palabra, de algún modo se escinde de la carne de quien crea, se exterioriza, es transmutado en algo que se puede percibir.

Al mismo tiempo, me desdigo. Todo intento de expresión podría no leerse como un modo de hacer filosofía.

Cómo responder a estas cuestiones cuando no sé nada ni puedo fingir saberlo.

Como experta en literaturas comparadas, ¿ve cómo la producción literaria se acerca a los mismos sistemas que durante el siglo XIX en Francia? Se lo digo porque cualquiera de los grandes best sellers actuales está escrito con el mismo método que los folletines de, por ejemplo, Alejandro Dumas padre…

Pues no lo sé. El sistema capitalista condiciona en gran medida el modo en que se hace literatura o en que algo se califica como literario o no. Pero la literatura existe, con mayores o menores dificultades, independientemente del fenómeno económico de la industria o el mercado editorial. Siempre y cuando no se ahogue a otro tipo de expresión literaria, siempre y cuando no quede subyugada al juego capitalista o a la fiesta de máscaras y amistades e influencias y matrimonios de conveniencia, no veo por qué sea negativo que prosperen libros que entretengan, que produzcan placer, que evadan, que inquieten, o que no busquen entrar en el panteón de poetas laureados.

Haciendo un esfuerzo por abordar su pregunta de manera más directa – no soy una experta, y mucho menos domino el funcionamiento de los sistemas literarios (siempre me han resultado interesantes, pero nunca les he dedicado el tiempo y el estudio que merecen. La mía casi siempre ha sido una aproximación más inmanente, trabajando con el texto en sí). Industria editorial o literaria y literatura son dos cosas distintas. La primera es un sistema que depende de lo económico, aunque sus decisiones se fundamenten o no en ello. Pero creo que no se trata de algo exclusivamente ligado al presente y al siglo XIX francés, si bien la fama y proliferación de folletines, de novelas por entrega, hayan convertido a ese periodo en una suerte de epítome de lo que se ha denominado “literatura menor” o de masas. Siempre y cuando se preserve, siempre y cuando no muera ni pierda la posibilidad de ser, de existir, de ser accesible, la literatura no tiene por qué ser exclusivamente de “culto”, o social, o reivindicativa, sentimental o confesional, lúdica, “fácil”, implicar un esfuerzo intelectual, una erudición privilegiada, ser un objeto estético, un producto artístico cuya finalidad se halla en sí mismo. Digo yo que con lo poco que dura la vida y lo carente de sentido que es, lo dura y difícil para tantos (y comprendiendo que en el mundo de hoy, la literatura puede reconocerse como un privilegio en gran medida), que viva la variedad y la coexistencia, y lo que quiera que sea que nos haga el vivir más leve.  

¿Qué tiene la poesía que no puede ofrecer la narrativa?

Nada.

Cualquier cosa en la que podría pensar la contradice o la desmiente otro poema.

Existen poemas extensos y brevísimos, de idea y de imagen, sugerentes y abiertos, o crípticos o circulares. Además, una novela de Woolf. Un libro de Carson. Son narrativa o lírica. Qué obstinación clasificatoria la nuestra..

Hay escritores de narrativa en España que plantean sus obras como grandes poemas, autores como David Barba o Ángel García Galiano, ¿es posible que se haya llegado a esa fusión de géneros?

No he leído a estos autores, pero la fusión de géneros, o, más bien, el cuestionamiento, la deconstrucción constante, de las fronteras rígidas entre estos géneros convencionalmente establecidas, es uno de mis mayores intereses.  Algunos de los filósofos de finales del XX (pienso en Derrida, en Cixous), ¿hacen teoría, literatura, filosofía? ¿Qué escribe Platón? He nombrado a Virginia Woolf, que decía escribir Las olas según un ritmo y no un argumento, que se refería a su “novela” como una obra de teatro poética. Se publicó en 1931. También he nombrado a Anne Carson. Cómo clasificar su “La antropología del agua” sino como libro-poema, autoficción, diario ficcional, literatura de viajes, novela, ensayo, todo al mismo tiempo. Se considera que la “fusión de géneros” es especialmente característica del posmodernismo literario. Los libros de Vila-Matas son reveladores en este sentido, ironizando también, siempre en ese espacio de incertidumbre entre la crítica, el academicismo, la literatura, la autoficción. En la actualidad, muchos poetas jóvenes conciben sus poemarios como unidad narrativa, como artefacto poético que transciende la idea de un conjunto de poemas ordenados en una serie de hojas cosidas. ¡Miremos también atrás, a la épica grecolatina o medieval!

El desdibujar los bordes, el cuestionar la rigidez asumida, el dejar pasar el aire, el agua, puede dar lugar a posibilidades maravillosas e inesperadas.

 Para terminar, en España hay grandes poetas como Mario Lourtau, Gonzalo Alonso Bartol, Juana Castro o Raquel Lanseros, y ahora usted, ¿cómo valora la producción poética en nuestro país?

El espectro es quizá lo más llamativo. Es cierto que algunas propuestas menos convencionales e interesantísimas lo tienen muy difícil a la hora de entrar en el panorama poético cuando este depende en gran medida de las decisiones que puedan llegar a tomar ciertas personalidades, editoriales o miembros del jurado de certámenes literarios acomodados en sus afinidades estilísticas y preferencias temáticas, o e intereses de otra índole. Pero por lo general, la variedad poética es riquísima y muy prometedora, y existen posibilidades (aunque más precarias) para que esa poesía vea la luz. Pienso en autores maravillosos y con poéticas tan distintas como las de Xaime Martínez o Juan Ángel Asensio (hablando de subversión de las fronteras entre los géneros), María Elena Higueruelo, Fran Navarro Prieto o Claudia Caño (tan hermosos sus diálogos entre la tradición y el instante más inmediato, entre el arte y la vida en sí), en la extrañísima Berta García Faet, en el versátil Javier Calderón, en tantos poetas que hablan de lo que no se ha dicho, del cuerpo y del dolor y del amor y todo.

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