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El Santander pierde más de un 60% de su valor desde que Ana Patricia Botín es presidenta

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Ana Patricia Botín está logrando superar a su padre, pero en negativo. La gestión que se está haciendo del banco, además de los escándalos en los que está envuelta la entidad cántabra, han llevado a que en la sesión del día de ayer el Santander alcanzara su mínimo histórico: 2,98, aunque, según el Bolsamanía, «después de pulverizar con claridad el soporte de los 3,30 euros (mínimos de 2019) parece cuestión de tiempo que se dirija hacia la potencial zona de soporte de los 2,85 euros», lo cual sería la certificación del desastre.

Cuando la actual presidenta accedió a su cargo el valor del banco era de 7,70 euros. Ayer cerró en 3,05 euros, es decir, un 60,36% de pérdida en menos de 6 años. Esto es lo que tiene a los accionistas del Santander aterrorizados, puesto que no ven salida ni mejora de su situación mientras contemplan día a día cómo pierden su inversión o su ahorro y no ven reacción alguna por parte de su presidenta, salvo, eso sí, la compra de acciones por valor de varios millones de euros que no hacen más que ralentizar la caída, pero no frenarla.

La mejor noticia para un banco es no dar noticias. Sin embargo, el Santander se está malacostumbrando a generar noticias negativas que, evidentemente, impactan en sus resultados. Tal y como informamos en Diario16, en la actualidad el banco presidido por Ana Patricia Botín se está jugando más de 30.000 millones de euros en litigios, gran parte de ellos provocados por denuncias por abuso y acoso a sus trabajadores y por presuntas grandes estafas a clientes e inversores.

Por un lado, son los accionistas minoritarios quienes más sufren esta situación de deterioro absoluto en el que se encuentra el Santander. Durante unos meses tuvieron la esperanza de que el fichaje de Andrea Orcel, el «Leo Messi de la banca», enderezara el rumbo. Sin embargo, no fue así porque el miedo de la presidenta a que el banquero italiano tuviera un gran éxito profesional y la dejara a ella en evidencia ante los clientes, los inversores y los mercados.

Un accionista minoritario afirmó a Diario16 que «el anuncio de la contratación de Orcel me provocó satisfacción porque Orcel es un hombre que daba más valor a las grandes operaciones que quería hacer y que iban a repercutir positivamente en el valor de la acción».

En referencia a la gestión de Ana Patricia Botín, otro de los pequeños accionistas comentó a este medio lo siguiente: «ya el Financial Times criticó duramente el nombramiento de la señora Botín como presidenta porque las dinastías en la banca eran cosa del pasado. La gestión del actual Consejo es una lacra que se demuestran en las cuentas y la deriva de la acción y por eso la llegada de Orcel iba a suponer un impulso muy fuerte para el banco. A todo esto, hay que sumar los escándalos judiciales en los que está involucrado el banco y que está costando a los accionistas miles de millones de euros en litigios. Es necesaria una limpia en el actual Consejo y que los cargos los ocupe gente capacitada para entender cómo funciona el sistema financiero del siglo XXI. Por ejemplo, los métodos del señor Benjumea y del señor Echenique son absolutamente contrarios a las más elementales normas de buen gobierno corporativo. Andrea Orcel lo sabe y, quizá, por eso se dieron cuenta de que iban a perder el poder real del banco por la más que probable buena gestión de Orcel».

Ante la situación actual, ¿qué tienen que decir los grandes accionistas? ¿Harán algún movimiento en la próxima Junta General para cambiar el rumbo del Santander? Hay que recordar que estos grandes inversores, a través de empresas gestoras de cartera o de bancos custodios, han perdido ya miles de millones de euros desde que Ana Patricia Botín accedió a la presidencia tras la repentina muerte de Emilio Botín.

A este respecto es significativo que pudiera haber cierto miedo en los actuales dirigentes del Santander a que esos movimientos de los grandes accionistas se pudieran realizar. De ahí que, hasta el jueves, apareciera en la tarjeta de asistencia, delegación y voto a distancia el siguiente mensaje:

¿Había miedo a un movimiento de última hora de los grandes accionistas que disponen de más de un 3% de los derechos de voto? Lo que está claro es que el Santander ha perdido un 60% de su valor desde septiembre de 2014. ¿No ha llegado el momento de que alguien en el banco cántabro piense en adaptarse de verdad a los tiempos en los que las dinastías no son efectivas en el sector financiero? Eso lo tendrán que decidir sus accionistas…, si les dejan.

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