Felipe VI se estrenó con inusitada expectación la nochebuena del pasado 2014 en el tradicional mensaje navideño a los españoles, una vez entronizado tras la abdicación de su padre el 2 de junio de ese mismo año. Su discurso fue entonces muy esperado para comprobar las similitudes y diferencias con los de su progenitor. El de este 2015 se presenta trascendental, ante la coyuntura de inestabilidad política que ha resultado de las recientes elecciones generales del 20D.

Las palabras de Don Felipe estuvieron plagadas hace un año de guiños regeneradores para la vida política y social del país en un momento en que la crisis económica mantenía sus devastadores efectos y la corrupción política e institucional acaparaba los principales titulares de los medios. “No existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública”; “la llevamos en el corazón [a Cataluña], nadie en España es adversario de nadie”; “regenerar nuestra vida política y preservar nuestra unidad y pluralidad” y “el paro es clave. La economía, siempre al servicio de las personas”. Fueron algunos de los mensajes que envió a los españoles por televisión.

Este 24 de diciembre de 2015, apenas cuatro días después de las elecciones generales más decisivas para el futuro de este país desde la reinstauración de la democracia, el monarca debe engarzar un discurso aún más trascendental y comprometido que el del año pasado para la institución que representa y también para marcar de algún modo un norte que ilumine a la clase política tras un reparto parlamentario que se antoja a priori prácticamente ingobernable.

Lo que hasta ahora había sido un mero trámite tras cada celebración de elecciones generales mediante el cumplimiento de los artículos 62 y 99 de la Constitución, que atribuyen al Rey la propuesta del candidato a presidente, porque el reparto era lo suficientemente mayoritario para no dudar al respecto, en esta ocasión se carga de significado y responsabilidad personal.

El Rey no tiene potestad para proponer a quien él quiera sino al que considere que puede recibir mayor respaldo parlamentario. Precisamente es aquí, en el tiempo de las arduas negociaciones que ahora se abren, donde puede ejercer un papel de moderador o árbitro más activo y qué duda cabe que en su discurso navideño aportará algunas claves al respecto para los líderes que negocian la conformación de un posible gobierno.

Mientras tanto, Rajoy, en contra de su tendencia a dejar que las cosas maduren con tranquilidad, se ha apresurado a iniciar los contactos políticos con otras formaciones para buscar puntos de conexión. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el de Ciudadanos, Albert Rivera, son sus objetivos prioritarios, conscientes de que el PP tiene poco que confluir en estos momentos con otras fuerzas como Podemos o los nacionalistas vascos o catalanes.

En medio de esta coyuntura política, y ante una interinidad que se augura larga para Rajoy al frente de un ejecutivo en funciones, el rey Felipe VI debe mover ficha y asumir el papel que la Constitución de 1978 le otorga para estos casos.

La primera fecha clave será el próximo 13 de enero, en la que debe quedar constituida la Mesa del Parlamento. El diputado de mayor edad presidirá la sesión, asistido por los dos más jóvenes en calidad de secretarios. Tras la constitución de la Mesa del Congreso, su primer paso será decidir si el mes de enero (parlamentariamente inhábil) es habilitado para que se pueda celebrar en 15 días la solemne sesión de inicio de la XI Legislatura, es decir, la última semana de enero, que coincide con el cumpleaños de Don Felipe el próximo día 30. Si finalmente esto no sucede, el comienzo podría aplazarse hasta el 17 de febrero.

Una vez que Don Felipe escuche a todos los líderes de los grupos con representación parlamentaria, debe proponer un candidato a presidente que logre la confianza de la Cámara por mayoría absoluta en primera votación o, si no es posible, que obtenga más votos a favor que en contra en la segunda votación. Si aun así la Cámara sigue sin acordar el nombre del presidente, el Rey debería realizar una segunda ronda de consultas para buscar otro candidato.

Si transcurridos dos meses desde la primera votación no se hubiera investido a ningún candidato, el Rey tendría la obligación de disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones.

Por todo ello, este mensaje navideño será una fecha marcada en rojo en su calendario y por ello también se trasladó el pasado martes 22 de diciembre al Palacio Real para grabarlo, la primera vez en toda la democracia que no se realiza en el palacio de la Zarzuela, residencia de la Familia Real.

 

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