Durante los últimos días, el PSOE ha vuelto a echarse en brazos de la gran coalición. Pasamos de aquella abstención técnica o por imperativo de partido –aquélla que se hacía in extremis, por la gobernabilidad de España– a las abstenciones ya cotidianas o los votos en auxilio del tándem PP-Ciudadanos. Cada vez importa menos que se traicionen las promesas al electorado, porque éste es el PSOE de 2017 por muchos años de historia que lleven a la espalda, mal que les pese a los convencidos de la causa.

Unidos Podemos, En Comú Podem y En Marea presentaron hace unos días una propuesta para la derogación de la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de las Administraciones Locales (LRSAL), también conocida como la Ley Montoro. El PSOE se pasó toda la campaña electoral repitiendo aquello de que iban a derogar la fatídica ley Montoro. Documentos como la “Declaración de Zaragoza” señalaban desde las filas socialistas la necesidad de elaborar una nueva reforma local y otra ley de haciendas locales. Pues bien: finalmente se han abstenido para ayudar a “las derechas”, término efectista que utilizaba Pedro Sánchez en los debates televisivos y mítines antes de abrazarse con Ciudadanos.

En el ámbito de lo local, la Ley Montoro supone la consagración de la reforma del artículo 135 de la Constitución que se llevó a cabo bajo el gobierno de Zapatero. Dicha ley sitúa la estabilidad presupuestaria como un imperativo por encima de cualquier otra necesidad, y que antepone el pago de la deuda a cualquier otra cuestión. Por otra parte, desde lo local y lo municipal se están intentando recuperar los servicios privatizados en algunos ayuntamientos, pero la Ley Montoro también dificulta la remunicipalización de estos. También se impide la ampliación de la plantilla municipal o el desarrollo o mejora de servicios básicos y sociales aunque sean necesarios y aunque el municipio disponga de los recursos económicos para llevarlos a cabo. Es decir, que la LRSAL es un obstáculo no sólo para aquellos municipios que despilfarran, sino también para aquellos que están haciendo correctamente las cosas en cuanto al balance presupuestario. Éste es el caso de Madrid: un caso con amenazantes llamadas de atención por parte del ministro Montoro al concejal de hacienda del consistorio madrileño, aunque se esté disminuyendo la enorme deuda que dejó la gestión del Partido Popular y se esté tratando de incrementar el gasto social.

Y mientras tanto nos venden la película de El Renacido. La vuelta al reino de los vivos de Pedro Sánchez tras pelear a muerte –y perder la vida– contra el oso de la Gestora, de Susana Díaz, de Felipe o de Prisa. La vuelta de alguien al que dieron por muerto, como Di Caprio en aquella excelente película de González Iñárritu, y que parece fascinar al personal por esa perfecta encarnación de testarudez, heroísmo y beatitud de los mártires. Pedro Sánchez, El Renacido… Pura política espectáculo.

Pero Sánchez es un espejismo. Sánchez es el mismo que abrazó al PSOE con Ciudadanos, ese partido político cada vez más inclasificable y que ahora se declara heredero de los liberales de Cádiz. Un disparate aquel pacto que fue refrendado masivamente por la militancia, la queridísima militancia…

Visto desde fuera, en todo el asunto de las primarias y El Renacido hay más anti-susanistas que pedristas (lógico por otra parte) pero con mimbres así es muy difícil recomponer una opción alternativa seria que aspire a nada. Pasiones, personalismos y demasiado folklore, eso es lo que yo veo bajo las pretensiones socialistas. Mucho orgullo por los ciento treinta y siete años de historia pero ni una sola idea para hacer frente a los problemas reales del presente. Pareciera que al PSOE hubiera que meterlo en una vitrina y exhibirlo en un museo. Así acabaría sus días con más dignidad que abrazado a la derecha española. A las derechas, que decía Pedro para hacerse el zurdo, aunque luego lo olvidase.

El colofón ha sido la reciente aprobación por parte de los eurodiputados socialistas del CETA. Si bien no todos los representantes socialistas europeos han votado a favor del tratado, el PSOE de Ramón Jáuregui o Elena Valenciano se ha alineado en bloque con los deseos de las multinacionales. Este tratado tiene un coste democrático inaceptable y supondrá la pérdida de 230.000 puestos de trabajo de aquí a 2023, además de suponer una presión a la baja en los salarios. Según Tom Kucharz, portavoz del movimiento “No al TTIP”, el CETA busca una “restricción deliberada de la soberanía democrática y del margen de maniobra política de gobiernos y parlamentos”.

Lejos de posturas “socialistas” o “progresistas” o “de izquierdas” este acuerdo beneficia a las multinacionales en detrimento de los trabajadores, ataca los estándares de protección de los consumidores, el medio ambiente y pone en riesgo los derechos laborales. Además de todo ello, supone una nueva apertura evidente a procesos de privatización de servicios públicos.

La pugna entre Pedro y Susana irá acumulando un interés mediático aún mayor a medida que se acerquen las primarias. Todo ello con permiso de Patxi López y hasta de un cuarto en disputa, que todo es posible.

Todos se postularán como los verdaderos garantes del socialismo, como los salvadores del partido, como los adalides de las clases trabajadoras y la defensa de los derechos de los oprimidos… A Pedro tal vez le queden menos forzadas que a Susana este tipo de imposturas, con los cánticos de la militancia de fondo y con la duda más o menos razonable de si su muerte política le habrá producido algún tipo de catarsis ideológica. (Personalmente no me contaré entre ellos

Habrá que recordar uno a uno los actos de Pedro, de Susana, de la Gestora, de los europarlamentarios… Recordar los actos y olvidarse de las palabras, porque el problema del PSOE es de credibilidad. Sobre todo de credibilidad.

 

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