La Unión Europea vuelve a demostrar que está controlada por los lobbies de las grandes élites privadas y, mientras la pandemia está demostrando que deben ser los Estados los que se conviertan en el último bastión para la protección social a la ciudadanía de las consecuencias económicas de la crisis, ha decidido dedicar dos de los tres pilares sobre los que pretende sustentar el plan de recuperación tras la pandemia al sector privado.

Bruselas ha descartado la aplicación del plan propuesto por el bloque de los países del sur de la creación de un mecanismo de deuda perpetua, es decir, que se vuelven a imponer los criterios insolidarios de Alemania y Países Bajos. Por tanto, se vuelven a caer en los mismos errores que en 2012, cuando se implantaron una serie de políticas austericidas impuestas por, precisamente, los mismos países que ahora se oponen a la mutualización de la deuda y a la implementación de un plan de reconstrucción de toda la UE, no individualizada. Fue entonces cuando se comprobó que esas políticas, que provocaron importantes recortes en el estado del bienestar de los países del sur de Europa por las condiciones draconianas que se impusieron a quienes tuvieron que pedir ayuda porque la crisis estaba matando literalmente a sus ciudadanías, iban en contra de las necesidades de las víctimas de la crisis, de las clases medias trabajadoras en favor de las clases dominantes. Fue entonces cuando se empezó a hablar de la política económica para las personas y no para los poderosos.

La depauperización de las condiciones sociales provocadas por esa crisis fue un error que la propia UE ha reconocido casi una década después. Sin embargo, cuando ha llegado la hora de que todos los países de la Eurozona afronten la reconstrucción de la pandemia, los viejos vicios de las naciones más ricas se han vuelto a reproducir. No hay más que recordar la actitud de los Países Bajos o de Alemania en las primeras conversaciones: en el caso neerlandés, fue casi una declaración de guerra a España y al resto de países del sur.

El neoliberalismo patológico se ha vuelto a imponer y la presidenta de la Comisión ha expuesto los tres pilares sobre los que la UE pretende cimentar la reconstrucción tras la pandemia.

El primer pilar estará dividido en dos partes en el que se dedicará una parte del presupuesto de ese plan de recuperación a la modernización de las economías de los Estados. La traducción de esto es la aplicación de las recetas neoliberales de flexibilización del mercado laboral, precarización de salarios, potenciación de la «colaboración público-privada», todo ello centrado en la transición ecológica y digital. La segunda parte estará orientada a planes de choque vinculado al impacto de la pandemia en la economía.

En segundo pilar está centrado en su totalidad al sector privado. Bruselas pretende crear una herramienta de inversiones estratégicas en industrias clave como, por ejemplo, el sector farmacéutico. A través del Banco Europeo de Inversiones la UE tiene la intención de incentivar la inversión privada en las empresas afectadas por la crisis a través, nuevamente, de incentivos fiscales de cada uno de los países, es decir, que los más ricos paguen menos impuestos.

Lo que quede de estos dos primeros pilares neoliberales será aplicado a reforzar los sistemas sanitarios.

Como se puede comprobar, en la UE siguen los mismos perros pero con distintos collares. Cambian las personas, no las ideas. El eurodiputado Miguel Urbán lo dejó muy claro en una entrevista concedida a Diario16:

« no creo que el coronavirus esté mostrando el fracaso del proyecto europeo. Yo creo que lo que está mostrando es la verdadera cara de la UE y sus limitaciones a la hora de poder entender las necesidades de los pueblos y sus ciudadanos. Estamos en una UE incapaz de responder a las necesidades sociales y económicas de las mayorías. Es una Europa con un corsé neoliberal que solo funciona y trabaja para los multimillonarios y multinacionales que gobiernan en la sombra este proyecto y que obviamente se benefician.

» Creo que hay que romper con una lógica que hemos visto durante este tiempo. Se decía que la crisis de solidaridad en la UE era una cuestión de Países Bajos y Alemania contra España e Italia. Pero no. Esto es una lucha entre las élites holandesas y alemanas en sintonía con las élites españolas e italianas para impedir un proyecto europeo diferente al actual que esté al servicio de las mayorías sociales.

» Pero no solo hemos visto la incongruencia de Maastricht y esa imposibilidad del BCE para financiar a los Estados. Al no hacerlo, generan además un inmenso negocio para la banca privada. Pero es que, por si fuera poco, hemos comprobado en la práctica que el techo de gasto es una verdadera locura. En general y desde siempre, pero también en la práctica cuando intentamos atender crisis y pandemias como la actual u otros desafíos que Europa tiene encima de la mesa.  Hay que trabajar por un cambio de modelo productivo en clave ecosocial y ecosocialista que pueda atender la emergencia climática. No basta con que el Parlamento Europeo o el Congreso la declaren. Necesitamos acciones. Pero las camisas de fuerza neoliberales de la actual UE hacen imposible que podamos atender las necesidades de las mayorías sociales. Ese es el verdadero proyecto europeo que hay ahora mismo. Esa es la UE realmente existente».

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