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El plan B del PP contra el coronavirus consiste en que no hay plan B

Pablo Casado se enfrenta hoy a una decisión que puede marcar su futuro político: apoyar al Gobierno en la prórroga del estado de alarma para proteger a los españoles del covid-19 o votar en contra y exponer al país a un rebrote de la enfermedad

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análisis

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Pedro Sánchez acude hoy al Congreso de los Diputados para pedir una nueva prórroga del estado de alarma (la cuarta ya) que todos los expertos, médicos y virólogos consideran “imprescindible” para seguir frenando la expansión del coronavirus. Pablo Casado, salvo sorpresa de última hora, no refrendará la medida, ya que según él “atenta contra los derechos y libertades de los españoles”. Tendría que aclarar el líder de la oposición cómo una solución preventiva sanitaria que pretende salvar la mayor cantidad posible de vidas humanas puede suponer un recorte a los valores esenciales de nuestra Constitución. Pero así son las derechas: siempre dando lecciones de democracia mientras son incapaces de condenar la dictadura fascista.

Diversos líderes del Partido Popular, entre ellos Casado, ya han manifestado públicamente su intención de no apoyar los plenos poderes que el estado de alarma confiere a Sánchez y solo falta saber si el partido conservador se abstendrá o votará en contra, tratando de tumbar la medida y amenazando con echar por tierra todo lo que se ha logrado en los últimos dos meses de dura reclusión en los hogares (en realidad tampoco esa postura logrará erosionar al Gobierno después del inesperado cambio de rumbo que Inés Arrimadas ha dado a Ciudadanos poniéndose al lado de Sánchez).

De momento el presidente del Gobierno ya se lo ha explicado con puntos y comas a Casado: “No hay plan B al estado de alarma y tumbar la prórroga sería dar paso al caos sanitario y económico”. Ambos líderes han mantenido tensas conversaciones y negociaciones en las últimas horas para tratar de llegar a algún tipo de acuerdo, pero el mandatario popular ha dejado claro a Moncloa que “no va de farol”. Y para curarse en salud ante un nuevo rebrote, nunca mejor dicho, Casado le ha hecho saber al presidente que, contrariamente a lo que pueda pensarse, el PP sí tiene un plan que ha diseñado junto a un reducido grupo de asesores. Habría que ver quiénes son esos supuestos asesores de ese supuesto plan, porque si lo han pergeñado Cayetana Álvarez de Toledo y Teodoro García Egea, en lugar de científicos y expertos en pandemias, estamos perdidos. Hasta donde sabemos, desde que estalló la epidemia en España el PP se ha dedicado a poner piedras en el camino, a crispar la situación y a coquetear con el bulo y la mentira al más puro estilo Vox, su principal competidor en el mercado de votos. Casado se ha dado al electoralismo barato −se ha dejado retratar en un cuarto de baño con cara de compungido, ha jugado a la retórica vacía en el Parlamento cuando lo que tocaba era remangarse y apoyar el Ejecutivo e incluso ha pasado revista a las tropas sanitarias, como si fuese el general Patton en el día después del armisticio− mientras que se ha preocupado poco, por no decir nada, de la curva epidemiológica, de los tediosos datos científicos y de la cosa médica siempre tan abstrusa y aburrida. Ahora, cuando le llega el momento de la verdad, el líder popular se da cuenta de que no tiene nada en la carpeta, ni siquiera una miserable receta de paracetamol para darle a los españoles, y se ve en la obligación de improvisar un plan a la ligera. Solo que el famoso plan, ese plan que solo él conoce, es tan inconsistente y frágil como aquel título de “posgrado en Harvard” que en realidad era un cursillito de cuatro días en el barrio de Aravaca Madrid, según publicó en su día la prensa nacional.

En cualquier caso, el jefe de la oposición cree que puede seguir manteniendo a raya al virus sin las medidas excepcionales que otorga el estado de alarma. Para conseguirlo, su teórico plan pasa por desvincular las ayudas económicas a las empresas del decreto de estado de alarma y por promulgar unas supuestas leyes de Salud Pública y Protección Civil cuyo contenido solo conocen él y sus más estrechos colaboradores. Tal como era de prever, nada dice acerca de cómo proteger a los trabajadores en sus puestos laborales y cómo resolver el gigantesco follón que supondrá meter a millones de personas en trenes de Metro, Cercanías y autobuses, exponiéndolas al contagio sin remedio. Él lo tiene fácil porque va a las Cortes en vehículo oficial con chófer parapetado tras una conveniente mampara −como el señorito aquel del anuncio de Ferrero Rocher− pero los españoles rasos se juegan la vida cada mañana en la ruleta mortal de la epidemia.

El virus se frota las coronas. Si saliera adelante el “plan B” de Casado, mejor dicho su “no plan B” que solo obedece a los intereses de la patronal, la banca y el Íbex35, el bicho va a tener carne humana fresca para meses. Claro que luego, cuando los españoles le exijan responsabilidades por un posible rebrote de la enfermedad, siempre podrá decir que la culpa fue de las feministas del 8M. Esas radicales contagiosas que van por ahí pegando todo lo malo. 

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