Christopher Miller, jefe interino del Pentágono, ha calificado los últimos ataques de energía dirigida como «un acto de guerra». Además, ha instado a la Administración de Joe Biden a que se potencien las investigaciones iniciadas el año pasado cuando uno de estos ataques se produjo en las cercanías de la Casa Blanca.

Esta valoración contundente de Miller surge en un momento en que cientos de funcionarios estadounidenses han activado las alarmas sobre los presuntos ataques, que provocan síntomas similares a los reportados en los últimos años por el personal de inteligencia y diplomáticos estadounidenses en Rusia, China o Cuba, por lo que las consecuencias han sido denominadas como «síndrome de La Habana». Las víctimas han sido tratadas de dolores de cabeza duraderos, pérdida de audición y equilibrio, zumbidos y presión en los oídos, fatiga y, a veces, daño cerebral a largo plazo.

Un informe de la Academia Nacional de Ciencias reveló hace un mes que la «energía de radiofrecuencia dirigida y pulsada» era la causa más probable de los extraños síntomas. El informe ofrecía algunas de las pruebas públicas más claras hasta la fecha de que los incidentes podían ser ataques, atribuyendo las afecciones a la energía «pulsada» o «dirigida».

Los presuntos ataques también se están produciendo contra agregados militares en embajadas de todo el mundo. Los funcionarios están centrando sus investigaciones en supuestos incidentes cerca de las embajadas de Estados Unidos en Latinoamérica. También se están produciendo en Miami, Alexandria, Virginia y The Ellipse, en Washington

Distintos investigadores y funcionarios de los diferentes servicios de inteligencia señalan a Rusia como responsable de los ataques, aunque aún no han podido encontrar la «pistola humeante».

El ataque más preocupa fue el que se produjo el pasado mes de noviembre en las cercanías de la Casa Blanca.

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