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El machismo en la lucha contra el cambio climático

Carmen Marchena
Carmen Marchena
Periodista
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análisis

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La lucha contra el cambio climático es, además de una lucha para mantener habitable nuestro planeta, una causa directa de violencia para muchas mujeres. El cambio climático tiene un mayor impacto en aquellos sectores de la población que encuentran su sustento en los recursos naturales pero que a su vez, tienen menos capacidad de respuesta ante desastres naturales. En este marco, las mujeres cuentan con más carga por los impactos climáticos en situaciones de pobreza, además de ser mayoría entre la población pobre del mundo.

Asimismo, las mujeres constituyen el 80% de las refugiadas climáticas y son las más perjudicadas por las temperaturas extremas y los desastres naturales. Esto se debe a que las tareas feminizadas (de mujeres y niñas) tienen que ver con la agricultura o el transporte de agua o leña, y a que termo-regulamos diferente, explica la experta en cambio climático, Miriam Zaitegui. Por todo ello, la perspectiva de género en el contexto de la lucha contra el cambio es fundamental, ya que «existe una participación desigual de las mujeres en los procesos de toma de decisiones, las desigualdades se acusan en los mercados laborales e impide que las mujeres contribuyan a la planificación, la formulación de políticas y la implementación relacionadas con el clima», advierte la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

El propio comité apunta que las mujeres cuentan con un conocimiento local y de liderazgo en gestión sostenible a nivel de hogar y comunidad, que resulta fundamental en la lucha contra el cambio climático. De ahí que la participación de las mujeres en la esfera política haya dado como resultado «una mayor capacidad de respuesta a las necesidades de los ciudadanos, con el aumento de la cooperación entre las líneas partidarias y étnicas, así como la garantía de una paz más sostenible», afirman.

En este sentido, la inclusión de las mujeres con liderazgo a nivel local pueden conducir, según la CMNUCC, «a mejores resultados de proyectos y políticas relacionadas con el clima». Sin embargo, advierten que si estos proyectos se implementan sin la participación significativa de las mujeres, «puede aumentar las desigualdades existentes y disminuir la efectivdad de las políticas».

Las partes de la CMNUCC han reconocido «la importancia de involucrar a mujeres y hombres por igual» en los procesos del comité, y en el «desarrollo y la implementación de políticas nacionales que tengan en cuenta el género al establacer un tema de agenda específico bajo la Convención, que aborde cuestiones de género y cambio climático, recogido en el Acuerdo de París». Además, hay que recordar que en la COP25 también se aprobó un Plan de Acción de Género a 5 años, que incluye a las mujeres en la toma de decisiones.

Por otro lado, Zaitegui destaca la paradoja existente a la hora de analizar los datos de emisiones desde la perspetiva de género: «los hombres comen más carne, conducen más coches, y en entre otras cosas, ocuparon y ocupan en su mayoría, los puestos de poder que nos han traído a esta situación de emergencia climática».

La lucha contra el cambio climático, un motivo directo de violencia contra la mujer

El impacto del cambio climático agudiza el riesgo de violencia contra las mujeres en zonas más vulnerables al cambio climático, donde ya es una realidad tangible. En un reciente informe publicado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas alertan de que en periodos de larga sequía, las mujeres y niñas realizan desplazamientos más frecuentes y largos para obtener comida o agua, un trámite que las hacen más vulnerables a las agresiones sexuales. El documento expone que algunos vendedores de comida, granjeros o terratenientes, a veces insisten en realizar trueques de sexo por comida o alquiler, e incluso cuando las mujeres intentan negociar la provisión de mano de obra a cambio de alimentos, en ocasiones son rechazados e insisten en el sexo.

Por otro lado, el informe revela que las niñas que pasan más tiempo buscando agua asisten menos días a clase, hasta el punto de abandonar la escuela; y en el caso de las mujeres, esta situación les hace abandonar sus responsabilidades doméstica y familares. Así, en los casos más extremos, según el documento, este trabajo adicional de búsqueda de víveres les hace estar demasiado cansadas para mantener relaciones sexuales, a lo que sus maridos responden con violencia. Otros datos relevantes reparan en los casos de casamientos de niñas para hacer frente a la escasez de alimentos, o la explotación sexual de mujeres y menores en las familias donde la familia paterna se ha trasladado a otro lugar para ganarse la vida.

Ante este contexto, Zaitegui afirma que «podríamos decir que el cambio climático es machista», ya que, aunque perjudica a ambos géneros, está afectando especialmente en uno, de diferente manera según la zona. Una realidad sobre la que Zaitegui invita a reflexionar desde la perspectiva de género e interseccional.

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