No más de 10 minutos después de dejar Ibiza en el suelo, la capa de nubes densa desapareció debajo de nosotros empujada por un sol deslumbrante que bañó súbitamente el interior del avión lo que me animó a levantarme para ir al lavabo, cosa que evito si puedo porque no me hace feliz caminar inestable por un estrecho pasillo entre butacas.

Justo entonces, se levantaron 3 hombres de la primera fila y sin darse cuenta me cerraron el paso. Eran dos policías y un preso que se detuvo al verme para cederme el paso y yo lo agradecí con la mirada.

Ese hombre me sonrió.

Imaginé que por un instante su gesto lo hacía sentir libre, porque para ser generoso un poco libre se ha de ser.

Y durante el resto del vuelo, aunque nadie lo supiera, le devolví el detalle imaginándome estar presa.

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