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El hombre ejemplar

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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¿Qué le está pasando a Biden, el presidente de Estados Unidos? Acaba de desnudar sus entrañas interiores con un insulto gravísimo, que nunca debería haber pronunciado, pero lo ha hecho y, además, llueve sobre mojado ya.

Nada más asumir el cargo pronunció una frase solemne. Dijo que si veía a alguien que trabajara con él tratar a otro colega, faltándole al respecto, le despediría inmediatamente. Era un buen comienzo, que ahora parece solo publicitario.

En junio de 2021 la periodista A. Collins, después de una cumbre con Putin, le espetó: “¿Por qué está confiado de que [Putin] cambiará?”. Biden alzó el dedo, como queriendo callarla, y contestó raudo y muy malhumorado: ¿”Qué demonios? ¿Qué haces todo el tiempo? ¿Cuándo he dicho yo que estoy confiado?”. Dejó ver expresamente su talante, aunque después se disculpara.

El encontronazo del día 24 de enero de 2022 con Peter Doocy ha coronado su rabia incontrolada. El reportero de Fox News, la cadena conservadora, le preguntó si la inflación actual en Estados Unidos podría ser un “lastre político” para su partido en las elecciones legislativas del próximo noviembre. Sarcástico, el Presidente masculló “Es un gran recurso, más inflación”. La inflación está actualmente en el 7%, cosa que no ha ocurrido en 40 años. Y ya a micrófono cerrado, según creía, exclamó: “Vaya un estúpido, hijo de perra”. El micrófono seguía encendido y el exabrupto estalló con fuerza. Más tarde llamó al reportero para decirle que no era nada personal y que seguirían hablando del tema. Su reacción ha sido la misma de antes, pedir disculpas.

¿Cómo resolver el incidente? Se dirá que han sido un tropiezo, o que por un momento el presidente ha perdido los papeles, o que está demasiado nervioso y muy tensionado por la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, que se puede calentar a la mínima ocasión. Creo que no se trata de nada de esto, sino de un talante autoritario, que no es capaz de serenarse ni tan siquiera en la vejez. Se ha dicho que Biden no aguanta bien las ruedas de prensa, pero, si no sale él, ¿quién va a darlas entonces? Por otra parte, a su vicepresidente la tiene bastante orillada, todavía no se conoce su criterio acerca de los temas de la actualidad.

Lo más preocupante es que parece que vamos a lomos de un tigre, como escribió Nietzsche en Sobre verdades y mentira en sentido extramoral. Cabalgamos aquí al lomo de un tigre, que nos puede devorar a poco que nos descuidemos. Las armas nucleares dependen de un solo botón, que puede accionar el presidente en cualquier momento. Se lleva mal con Rusia, todavía peor con China y menosprecia a la Unión Europea, pero tiene a la OTAN a su entera disposición Los hilos son demasiado frágiles como para confiar en la escasa robustez de los dirigentes mundiales.

Muy mal lo hizo Trump, que coronó su mandato con el asalto a las más altas instituciones políticas y debió haber sido condenado por tal barbaridad. Biden, se encuentra a punto de meter al mundo en una guerra nuclear, lo que no ha ocurrido nunca. Las cabezas de los dirigentes no rigen y pueden arrastrar consigo a todo lo viviente, cometiendo la mayor irresponsabilidad nunca vista. ¿Cómo se puede actuar así?

Ya ni siquiera se guardan las formas. La ejemplaridad ha caído por los suelos y el odio al otro sigue creciendo cada día más. No se puede seguir así, si no queremos que explote todo de una vez. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar? A Biden le hacen una pregunta, no contesta y sale con un insulto, que ya se convierte en costumbre, porque el viernes 21 enero a otro periodista de Fox News, quien le preguntó por qué esperaba que Putin diera el primer paso sobre Ucrania, le espetó: “Qué estúpida la pregunta”. Y se burló, riéndose. ¿Qué le pasa a este presidente y que le pasa a Estados Unidos de América? No puede ser todo casualidad.

Al presidente de Estados Unidos hay que exigirle, ante todo, dignidad. ¿Cómo puede lanzarse al barro de esta manera? Así naufraga su prestigio, lo poco que empieza a quedarle. Entonces es cuando nadie puede fiarse de él y comienza a perder todo lo que había ganado. Una vez perdido es muy difícil volver a recuperarlo. No se pueden perder los papeles por un simple berrinche. En este caso, Biden se ha pasado mucho. Por presidente que sea no se puede olvidar de la educación, que hay que exigir a todos y todavía más a él. Cuando no hay educación, está todo perdido, porque el diálogo no es posible, ni tienen nada que hacer la diplomacia. Solo queda el recurso a la fuerza para destrozar al adversario y, si no se logra, lo único que resta es retirarse vergonzosamente. En Biden lo que predomina es el desprecio, actuando de manera torpe y con escaso cerebro.

El presidente tiene que acostumbrarse a contestar las preguntas de la prensa, convenciendo al mundo de que trabaja por el bienestar general, sin aparecer como el único gendarme al que todos se someten. Debe hablar con todos para resolver los problemas mundiales que conciernen al colectivo humano. Tiene importantes problemas internos y en el ámbito internacional no acaba de dar la talla. Ahora mismo está pendiente de resolver la guerra fría y hay que hacerlo sin recurrir a las imposiciones de siempre. Si lograra serenar la situación, podría pensar en retirarse dignamente y dar paso a otros con realismo y altura de miras. Él ya habrá cumplido.

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1 COMENTARIO

  1. Yo creo que ante todo y sobre todo, lo que hay que exigirle al presidente USA es equilibrio mental y se sabía desde mucho antes de las elecciones que este hombre presenta un deterioro cognitivo considerable.
    No es que no esté capacitado para tener en sus manos el maletín nuclear es que ni siquiera está capacitado para tener licencia de usar un revólver del calibre 22.

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