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El ejercicio del poder

Javier Jenaro Mac-Lennan
Javier Jenaro Mac-Lennan
Editorialista de Opinión en el Diario Montañés de Santander. Editorialista científico y técnico. Un libro técnico publicado.
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análisis

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Es un hecho histórico que a lo largo del desarrollo político de los pueblos en la Historia el poder ha sido ostentado siempre de manera individual, cualquiera que haya sido la forma de llegar a poseerlo y por ello el logro del ejercicio del poder a causado siempre los mismos estragos, en mayor o menor medida, léanse poderes despóticos: Cesares en Roma, Napoleón, Hitler, etc. En relación a poderes electos tehnemos el caso de Boris Johnson-Cameron, que ha sacado a su país, Gran Bretaña, de una alianza que hasta su caducidad estaba dando elevados réditos a la Unión Europea y cuyas consecuencias futuras supondrán, seguramente, un fiasco económico, político y social, como ya estamos viendo  las enormes controversias en la creación de fronteras que generan daños para países ya afectados como las dos Irlandas, Gibrealtar-España y del propio Reino Unido con  sus vecinos de la Unión. Por no hablar del elevado coste económico que está suponiendo el divorcio al Reino Unido y sus efectos colaterales a los miembros de la Unión. Por todo ello debemos llegar a la conclusión de que los desatinos políticos que se han producido y se están produciendo de la mano de, por ejemplo, Maduro, en Venezuela, y los gobernantes en Cuba, incapaces de alcanzar los réditos económicos que blasonaban sus mandatarios dictadores, o Trump, en USA, con sus desvaríos sobre los aranceles con China o con la Unión Europea que están socavando los fundamentos de alianzas sagradas que fueron la causa de la derrota infligida al mayor déspota de la Historia, Hitler, con unos costes y sacrificios humanos colosales. Es por estas razones por lo que debemos reflexionar sobre la idoneidad de que el ejercicio del poder se acumule en una sola persona y dando un paso adelante típico de la evolución de la democracia aceptemos el dicho “muerto el perro se acabo la rabia” y depositemos el poder sobre órganos colegiados que sopesen discutan y comparen con igual responsabilidad de todos sus miembros las decisiones políticas a adoptar en cada circunstancia.

Ya sé que ancenstralmente el hombre propende a aceptar la existencia de un poder superior al que rendir pleitesía por pura incapacidad de alcanzar personalmente el ejercicio de ese poder y, que en la existencia de esta inclinación popular, tantos y tantos líderes han basado sus campañas humanas y políticas configurando su atavismo para alcanzar la sumisión de la plebe y la justificación de su poder terrenal. El desarraigo popular de esta condición humana debe hacerse en base a la demostración de que el ejercicio popular del poder personal siempre ha llevado a rivalidades a veces virulentas entre países, cuando no a guerras monstruosas o a desigualdades sociales que han derivado en incruentas revoluciones a lo largo de la Historia.

La aceptación de la propuesta de que el poder debe ser ejercido colegiadamente es un paso más de la democracia que debe alcanzarse si no queremos perpetuarnos en los desvaríos personales en que se ha caído como ya hemos citado y en los que consecuentemente con el procedimiento de gobierno existente unipersonal de manera cierta nos sobrevendrán, si no actuamos hacia la limitación del poder personal en la forma que hemos apuntado o cualquier otra que se decida en el mismo sentido de cercenar arbitrariedades que van a redundar en un enquistamiento político del mundo hacia vertientes cada vez más peligrosas como se está viendo.

Aprovechando la desgracia que nos está sobreviniendo con el corona virus hemos aprendido que cuando el peligro que se cierne en el mundo es totalmente ostentoso y nadie duda de su certidumbre, la conducta de los gobernantes es proclive al mandato de comités técnicos, nacionales y supranacionales, tanto por ser los únicos que son capaces de vislumbrar un futuro de superación del peligro como por la viabilidad que supone para los políticos aceptar los mandatos de los citados comités. Sin la evidencia que tienen en estos momentos los gobernantes de que ellos no tienen la capacidad de decisión que está siendo asumida por el mundo entero no sabemos qué sucedería. Por ello, con la consiguiente divulgación y tratamiento histórico científico hay que lograr convencer al mundo que la mejor manera de gobernar es la asunción de comités como únicos entes capaces de ejercer un poder político sin sesgos dictadores.

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