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El dolor del país por el drama del coronavirus reduce el discurso de Abascal a la categoría de insignificante

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análisis

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Poco ha durado la tregua política. Pese a que España vive momentos dramáticos con casi 20.000 infectados y un millar de muertos, algunos han visto el momento propicio para atacar la debilidad del Gobierno. Así es el patriotismo de escaparate de Vox, por ejemplo, que lanza arengas grandilocuentes para que la población se mantenga unida y con la moral alta y al cuarto de hora ya está pidiendo la dimisión de Pedro Sánchez. En las últimas horas, Santiago Abascal ha acusado al presidente de convertirse en una especie de pequeño dictador. “Limitar el control parlamentario cuando al Gobierno se le han dado poderes extraordinarios con el estado de alarma supone concentrar todo el poder en Sánchez e Iglesias. Es un peligro para la libertad y la democracia. El virus de Wuhan como coartada para llevarnos al modelo chino”, ha señalado en una de las declaraciones más surrealistas y esperpénticas que se le recuerdan a este aprendiz de Caudillo. Del polémico comunicado también llama la atención que se refiera al germen letal como virus de Wuhan, alineándose con Donald Trump en la estrategia claramente xenófoba para tratar de estigmatizar a China acusándola de haber propagado la peste mundial.

No ha quedado ahí el vómito de Abascal. Acto seguido ha utilizado su perfil de Twitter para responder a las palabras del presidente de la Generalitat, Quim Torra, quien en una entrevista en la cadena británica BBC ha acusado al Gobierno español de que no está confinando a la población es sus casas, lo cual es una gran mentira, ya que todos los habitantes de este país se encuentran encerrados en sus domicilios, tal como ordena el decreto de estado de alarma. Pero, si bien es cierto que las palabras de Torra resultan nauseabundas, ya que van dirigidas a aprovechar una pandemia en la que están muriendo por cientos como excusa para seguir promocionando el odio contra España y la independencia de Cataluña, no lo es menos la actitud del líder de la extrema derecha española.

Para Abascal, España está pagando las “consecuencias de haber mantenido ilegalmente a un delincuente traidor al frente de la Generalidad. Ahora aprovecha el dolor de los españoles para mentir impunemente en las televisiones internacionales. Tarde o temprano lo pagará caro”. La afirmación, que en cualquier otro momento sería motivo de controversia política y de titulares a toda página, ahora, en medio del inmenso dolor, pasa a un segundo plano. La sentencia del líder ultra suena chirriante, zafia, de la más baja estofa y propia de un oportunista que trata de pescar votos en un cementerio. Abascal siempre ha sido un agitador, un provocador nato, pero bien haría en guardarse de seguir con la estrategia de la crispación en estos momentos de caos y apocalipsis.

Que Torra ha quedado como un indeseable y un mezquino en su entrevista a la BBC es algo que todo el mundo ha podido escuchar con sus oídos y comprobar con sus ojos. Él mismo se descalifica con su ciego fanatismo, su indecencia y su falta de humanidad. No necesitamos que Santi el demagogo venga a juzgar a alguien que ya se ha condenado ante la historia. No necesitamos que el salvapatrias de turno venga a azuzar la hoguera del odio en un momento en el que hasta a los suyos se le atragantan sus soflamas y llamamientos al guerracivilismo que no vienen a cuento. El mundo de hoy no tiene nada que ver con el de hace un mes. Es como si viviésemos en otro planeta y ya nada volverá a ser igual. Si de esta vamos a salir más solidarios y tolerantes a causa del infinito dolor experimentado por el miedo a la muerte propia y de los seres queridos o más estúpidos e intransigentes es algo que solo el tiempo lo dirá. Pero de momento Abascal sigue plantando la semilla del rencor en la sociedad y jugando a la vieja política de los titulares incendiarios que en el futuro que nos viene no va a funcionar. Porque todos estaremos tan extenuados, traumatizados y aterrorizados por influencia de este bicho maligno recién descubierto y de los que probablemente vendrán en los próximos años que las intrigas, tonterías, insultos y mentiras de un señor patético y sin escrúpulos nos sonarán tan insignificantes y lejanas como aquel tiempo en el que salíamos felices a la calle y sin miedo a nada.

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