Una trabajadora de la ONG Médicos del Mundo, Nur Honda, denunció a primeros de este mes de noviembre a través de redes sociales la actitud racista por parte del restaurante McDonalds con unos niños huérfanos que residen en el Centro de Menores La Purísima de Melilla.

Escuchen el audio de lo que ocurrió y saquen sus valoraciones. Luego, continúen leyendo:

Se trata de niños marroquíes que, según el testimonio de Nur Honda, no habían tenido ningún problema y que, por el hecho de ser magrebíes, ya son calificados como de «delincuentes» por parte del encargado de McDonalds.

Sin embargo, no es el primer caso de «Mac Racismo». El pasado año, en uno de sus restaurantes de Minnesotta, un grupo de jóvenes musulmanes fueron expulsados del local a pesar de haber sido increpados por un hombre (que llegó a amenazarles con una pistola). La gerente del restaurante les echó con un claro «Me importa una mierda, fuera de mi restaurante», a pesar de que el resto de clientes la estaba informando de lo que había ocurrido.

Una multinacional como McDonalds que, teóricamente, tan volcada está en la educación a los niños no puede permitir un acto de racismo como el que se dio en Melilla esta semana. Actitudes de este tipo no son más que la consecuencia del discurso del odio que tanto está calando en nuestra sociedad, por el irrefrenable odio que lleva a criminalizar al distinto sólo por el hecho de ser de otro país o de otra raza.

Por otro lado, las autoridades judiciales deberían entrar de oficio a investigar porque el delito de odio está tipificado en el Código Penal y, por lo tanto, no se puede dejar un acto tan deplorable en el olvido, sobre todo porque el racismo ha sido aplicado sobre menores de edad, niños, que sólo querían sus juguetes y comerse su hamburguesa.

Una sociedad como la española no puede quedarse impasible ante un ultraje al ser humano como el que Nur Honda ha relatado y que ha terminado entre lágrimas. Dejar un caso así en el olvido sería un atentado contra todos los valores de respeto a la diversidad que proclama la Constitución y si se pondera la Carta Magna para utilizarla como un arma y se olvida para hacer cumplir con lo que está dispuesto en ella, España será una democracia fallida.

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