Hace dos viernes me acerqué a Xelavid. Era la final de El Cuenbate, no podía perdérmelo. Ya había estado antes en varios encuentros de cuartos de final y en las dos semifinales. He de reconocer que soy adicto a los eventos que mezclan arte y alcohol a partes iguales. Beodo profesional y escritor amateur, disfruto como un niño con zapatos nuevos cuando leo un libro con una copa de vino en la mano. U observo un precioso cuadro mientras pruebo un cóctel con Fernet. Me declaro politoxicómano etílico-artístico. Igual me da whisky, tequila o cerveza que fotografía, teatro o poesía. Tuve suerte de encontrar una guarida como Xelavid. A pesar de su nueva ubicación (Calle Capitán Haya 28), rodeado de bancos y oficinas, no ha perdido ni un ápice de creatividad. Musicatas, exposiciones de fotos, shows flamencos, catas literarias… Lo importante aquí es maridar el mundo gastronómico con la cultura. Destilar arte por los cinco sentidos.

La última vez que me acerqué fue a presenciar el encuentro entre Simone Negrín y Luis Miguel García. Dos cuentacuentos. Dos combatientes. Dos guerreros que harían cualquier cosa por ganar el último duelo a vida o muerte. Atrás quedaron, en los albores de la batalla, narradores orales de la talla de Paco Bracamonte, Mónica Botella, Rocío Flores o Israel Hergón. Después llegaron dos disputadas semifinales cargadas de carcajadas y de tensión. Estuvieron a punto de costar un par de divorcios y algún que otro infarto de miocardio. Mar del Rey y Luzma G. Piqueres se quedaron a las puertas de la gran final por muy poco (Mar por tan solo un corcho). Porque en este torneo no se empuñan espadas, sino copas, y no se lanzan flechas, sino corchos. El público es el que decide quién gana y quién pierde. Como en la antigua Roma. Dos gladiadores a merced de un coliseo madrileño en pleno Cuzco. Cuanto más beben, más corchos tienen los espectadores. Cuanto más guste al público un narrador, más corchos le serán lanzados. El jugador que más corchos consiga, gana. Vincere aut mori. Sencillo. Salvaje. Sublime. ¿Qué más se puede pedir?

Llenar el vientre con vinos de toda España, cervezas artesanas o cócteles de autor mientras disfrutas la velada sumergido en deliciosas historias narradas por grandes cuentacuentos. Al final venció Simone Negrín. El argentino deconstruido. Mitad italiano, mitad gallego. Ahora le tocará defender la corona en el segundo torneo. Antiguos combatientes con ansias de venganza. Nuevos contrincantes dispuestos a sacias su curiosidad y demostrar su valía. Aún no sé cuándo empezará este nuevo Cuenbate. Espero que pronto. Mientras tanto, ya tengo marcado en rojo el sábado quince de octubre. Dos del mediodía. Arte, comida y alcohol a partes iguales. Degustación de vermús Premium, buffet de patés y embutidos, show flamenco. Esto sí que es un tridente mágico, y lo demás son tonterías.

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