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El caso Tito Berni destapa el trasiego de empresarios, mediadores y lobistas en el Parlamento español

El Congreso de los Diputados toma medidas para restringir la entrada de personas ajenas a las Cortes a los despachos de sus señorías

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análisis

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Vivimos tiempos distópicos en que todo vuelve, vuelve la Guerra Fría entre dos bloques antagónicos, vuelven los genocidas dictadores como Vladímir Putin, por volver vuelven las historias de ciencia ficción sobre platillos volantes, que hasta la Casa Blanca ha reconocido que vuelan por los cielos de las bases nucleares de Montana. Esto del caso Mediador es otro déjà vu que nos reenvía de nuevo al pasado hasta los tiempos del pelotazo socialista finisecular, una corrupción que no tiene tanto glamur como la del PP, pero que es igual de grave y escandalosa. Populares y socialistas se corrompen de maneras diferentes: los primeros con burbujas inmobiliarias y de champán caro, entre yates, Rolex de oro y cajas fuerte en Suiza; los segundos siguen siendo más de parrillada de pueblo grasienta y guarra con señores barrigones en calzoncillos amarilleados y los dedos manchados de alitas de pollo rebozadas en coca. Hasta en la degradación humana hay clases.

El último escándalo político sacude los cimientos de la democracia española. Los egipcios del bar Ramsés embalsamando dinero y Ferrovial largándose a Países Bajos para pagar menos impuestos. Esto es la decadencia que retorna, la marca España otra vez por los suelos. Estamos ante la descomposición última del viejo sistema bipartidista. Ahora el Congreso de los Diputados anuncia más medidas de control para que los fulanos, lobistas y mediadores no puedan pasearse por los pasillos de las Cortes a la caza del diputado frágil de voluntad y fuerte en comisiones. Hace tiempo que venimos advirtiendo de que el Parlamento español se había convertido en una oscura ventanilla o negociado por donde pasaba demasiada gente extraña preguntando por el “qué hay de lo mío”. Era un escándalo institucionalizado y tolerado. Un secreto a voces. La voluntariosa Meritxell Batet quiere cortar ese grifo turbio, ese tráfico de visitas sospechosas donde unos y otros andaban por el sagrado templo de la democracia como los nuevos mercaderes del templo. A partir de hoy, sus señorías estarán obligadas a presentar un registro con los datos personales de todo aquel ajeno que entre en su despacho a pedirle algo. Lamentablemente, la medida llega tarde, mal y nunca, porque el daño ya está hecho.

El caso Mediador preocupa y mucho en Moncloa. Las elecciones se acercan y Pedro Sánchez teme que el escándalo de fiestas, droga y prostitutas que le atribuyen al Tito Berni le pase factura en las urnas. Lo que no ha podido hacer una pandemia, un volcán, una guerra y una crisis energética sin precedentes, derribar el Gobierno de coalición, puede hacerlo la desafección del votante, indignado por la conducta de una pandilla de sinvergüenzas sin moral ni decencia que emulaban las gamberradas de Los bingueros, aquella mítica película de Pajares y Esteso.    

De momento, Ferraz ha negado que en sus filas haya más implicados en las bacanales con empresarios donde el postre era, presuntamente, una adjudicación de obra pública y una tajada para los comensales, pero nadie se atreve a poner la mano en el fuego por nadie en el Grupo Socialista. “No hay ningún otro diputado o diputada que se haya deslizado por la pendiente de la corrupción. Y si lo hubiéramos conocido, estaría fuera”, aseguró ayer, con rotundidad, Patxi López.

El PSOE ha reaccionado bien expulsando del partido a su diputado Tito Berni, pero ahora se teme que otros cinco altos cargos hayan pasado en algún momento por las jugosas comilonas en el Ramsés de Madrid. Nunca el nombre de un restaurante representó mejor un supuesto caso de corruptelas políticas. Si por allí desfiló una comitiva de laboriosos egipcios que se lo llevaban a lo grande, fastuosamente, en plan faraón, es algo que tiene que decir la jueza de Tenerife que instruye el caso y, por supuesto, los misteriosos audios que empiezan a rular por las redacciones de los periódicos de Villa y Corte. Pero el Grupo Parlamentario Socialista no debería esperar a que la lenta apisonadora judicial haga su trabajo. Es preciso y urgente que se abran todos los mecanismos hasta depurar responsabilidades políticas. Y no basta con sacar a la manzana podrida o cabeza de turco del cesto. No basta con purgar al arquitecto o Imhotep de turno que ideó esta gran pirámide canaria de corrupción. Es el mismo Patxi López quien debería pedir, de oficio, la apertura de una comisión de investigación para aclarar, con pelos y señales, qué es lo que se sabe y qué es lo que no ha llegado a salir todavía. Toda la transparencia posible será poca en este escabroso incidente con fotos de orgías que viene a recordar lo peor de la degradación del felipismo, cuando Luis Roldán se paseaba en gayumbos por los hoteles de Mallorca. Se dice que el exdirector de la Guardia Civil llegó a alquilar toda una planta de un establecimiento turístico para celebrar aquella saturnal que inmortalizó la revista Interviú. Pues esto huele a lo mismo. Huele a corrupción cutre, chusca, gore y hortera.

Vuelve el gran cáncer de lo español. PP y PSOE se apuntarán con el ventilador y la maquinaria del fango, echándose el detritus a la cara hasta que pase la escandalera, y luego a seguir tirando con el negocio. Todo como siempre. La derecha se pone muy exquisita y estupenda con la basura de otros, pero sigue sin limpiar las alfombras de Génova. Cuca Gamarra ha olido el rastro de la sangre y va a solicitar que declare en el Pleno hasta el último bedel de la última Casa del Pueblo. Cuenta la prensa que va a pedir que cuatro ministros (Calviño, Marlasca, Robles y Albares) pasen por el Congreso para dar explicaciones sobre el menú de casa Berni. La que has liado, tito.

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