Han pasado sólo 7 años desde que Diego Godín, con un cabezazo histórico en el Camp Nou, diera a los atléticos su última liga. Hoy, en Valladolid, los colchoneros se han dado otro festín y han llevado a las vitrinas del Metropolitano su undécimo título liguera. Gloria al Atleti y al Cholo Simeone.
Siempre se suele decir que en España los outsiders, los eternos candidatos al poderío de Real Madrid y Barcelona, consiguen sus ligas cuando los dos grandes se distraen. El propio Simeone lo ha afirmado en más de una ocasión cuando ha pretendido quitarse responsabilidad o unos objetivos desorbitados.
Sin embargo, esta liga 2020-21 todo ha sido distinto y el Atlético de Madrid ha dado una verdadera lección a los dos grandes a la hora de planificar y ejecutar la temporada, hecho éste que hay que achacárselo al Cholo y nada más que al Cholo. ¡Ole, ole, ole, Cholo Simeone!
En primer lugar, el Atleti realizó fichajes y reforzó la plantilla, algo que los dos grandes no hicieron por la verdadera soberbia de que no necesitaban refuerzos y que sus plantillas estaban tan completas que sólo con recuperar cedidos tenían bastante. Qué craso error y así se ha demostrado.
En segundo lugar, el Cholo y, por extensión, el Atleti han cambiado su forma de jugar. Las nuevas variantes impuestas por el entrenador argentino suplieron en momentos cruciales de la temporada las graves carencias que el estilo tosco, rudimentario y conservador de otros años le impedían pensar a lo grande.
Mientras tanto, tanto el Madrid como el Barça, penando por España, penando por Europa y pensando en sus megaproyectos arquitectónicos mientras los dos equipos hacían el ridículo y se arrastraban por los campos de fútbol. Es muy difícil recordar una temporada en que los dos grandes hayan coincidido en la mediocridad.
El partido de la Liga
Respecto al partido de hoy, el Atleti ha decidido sufrir. Se ha encontrado un rival, el Real Valladolid, que se aferraba a la esperanza de mantenerse en Primera División y de ahí vino el gol blanquivioleta que ponía las cosas muy difíciles. Sin embargo, daba igual, el Real Madrid se arrastraba por Valdebebas y ni tiraba a puerta. Todo tranquilo, todo controlado. Sin embargo, el Atleti atacaba y atacaba. No quería dejar nada a la especulación.
En la segunda parte, el equipo realizó una serie de pequeñas modificaciones tácticas, de esas que los entrenadores de verdad, los que saben de fútbol, aplican mientras los alineadores del buen rollo sólo sueñan con conocer. Ahí se impuso la potencia de Llorente, la velocidad de Carrasco y la recién descubierta hambre de gol de Correa, que marcó el gol del empate.
Sin embargo, el empate no era suficiente y, al igual que en 2014, fue la sangre charrua la que dio la victoria y el título. Luis Suárez que, a pesar de ser un veterano, tiene más instinto goleador que las plantillas del Madrid y del Barça juntas, marcó y dejó finiquitada la Liga por más que en Valdebebas se consiguiera dar la vuelta al marcador.
Sólo se puede terminar este artículo con el estribillo del himno oficioso del Atleti, el del Centenario, el de Sabina, Pancho Varona y Rosendo:
Qué manera de aguantar / Qué manera de crecer / Qué manera de sentir / Qué manera de soñar / Qué manera de aprender / Qué manera de sufrir / Qué manera de palmar / Qué manera de vencer / Qué manera de vivir
