España, el gobierno central y los distintos autonómicos, decidieron ser el asombro del mundo, y lo han conseguido. Apostaron por reabrir los centros escolares y por la presencialidad con una incidencia acumulada de covid de 230 casos por 100.000 habitantes, y el resultado se ha saldado, por mucho que intenten disimular, en un fracaso estrepitoso que asombra al mundo. O tal vez no tanto sabiendo como saben en el resto del planeta la necedad de nuestras élites y de nuestra casta política.
Las cifras, los datos son tozudos. Según datos oficiales de las propias comunidades autónomas, entre Madrid y Cataluña hay 3.000 aulas confinadas y 60.000 alumnos en cuarentena; 1.250 aulas y 29.000 alumnos en Cataluña, y 1.740 aulas y 31.500 alumnos en Madrid. En el conjunto de España, y dado el retraso en publicar los datos de varias Autonomías, tres semanas despues del inicio del curso, el conjunto de aulas cerradas se situaría en una horquilla entre 5.500 y 6.000, y los alumnos confinados superarían con amplitud los 120.000. En Cataluña, la única comunidad autónoma que ofrece cierta transparencia, habría cerca de 3.000 alumnos y de 300 profesores que han dado positivo en coronavirus desde el inicio de curso. La traslación al conjunto estatal es fácil de hacer. Por su parte, la cabezonería de los datos nos dice, según el Instituto Carlos III, que en la semana del 9 de septiembre la incidencia acumulada semanal en casos de menores de 15 años era de 89,2 cada 100.000 mientras que dos semanas despues la incidencia acumulada en ese grupo de edad había subido a 160,4 cada 100.000 habitantes; es decir se había pasado de 6.143 infectados menores de 15 años en la semana del 9 a 11.043 infectados en la semana del 23 de septiembre. Por su parte, la incidencia en el grupo de edad de 40-49 años, la edad de los padres, la incidencia había subido un 40 %.
Estas son las cifras oficiales. Las reales serán mucho más elevadas. Y se sabrían si ese ente abstracto llamado “Salud Pública”, menuda entelequia, decidiese poner en cuarentena todas las clases con un positivo y hacer PCRs a todos los alumnos de la misma, algo que no hace en muchas ocasiones. Las consignas de los políticos es disimular a toda costa su enorme fracaso, y apuntalar esas majaderías escuchadas de boca de los responsables educativos de que “ las aulas son espacios seguros” y “las aulas son centros de detección y control y no de transmisión de la enfermedad”. Todo es disimulo y engaño. Como no decir claramente en nuestro país los brotes que parten de los centros educativos. En Francia sí lo hacen, y gracias al país vecino podemos saber que un tercio de los brotes provienen de las aulas. En España, la casta política sigue empeñada en asombrar al mundo. Con su estulticia y necedad.
