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El arte de hacer con Lázaro una ópera de cámara

Antonio Illán Illán
Antonio Illán Illán
Escritor. Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático (jubilado) de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Ha desempeñado diversos puestos en la Administración. Tiene publicaciones de poesía, narrativa y ensayo. Colaborador cultural en medios de comunicación (prensa, radio y televisión), con más de 2.000 artículos publicados. Crítico de teatro en el diario ABC Castilla-La Mancha.
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Título: Lazarillo. Autor del libreto: Martín Llade. Autor de la música: David del Puerto. Dirección musical:  Lara Diloy. Dirección de escena: Ricardo Campelo. Intérpretes cantantes:Ruth González, Antoni Comas, Silvia Zorita y Enrique Sánchez-Ramos. Músicos: Marian Tur, violín; Ana Medina, violonchelo, Cristina Santirso, flauta; Yeiimi Leguizamón, oboe; Andrea Pérez, fagot y Alexander Álvarez Estupiñán, guitarra. Producción: Euroescena y Teatro Xtremo. Escenario:  Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

Lázaro esun personaje literario, un arquetipo universal de la picaresca, un mozo de muchos amos, que vive en el ambiente social de la España del XVI. Es un yo singular y poderoso que vive entre fortunas, peligros y adversidades con el hambre siempre en el horizonte. Este personaje, con sus valores y contravalores, que tanto rigen para la España imperial del Siglo de Oro como para la presente en que vivimos, bien merece una ópera nueva (ya tuvo una hace algunos años).

En la mente sagaz e inquieta del todoterreno “radiofónico-literario-musical” Martín Llade fue germinando la idea de la ópera hasta convertirse en realidad; este le cuenta el proyecto al músico David del Puerto y le encanta. El compositor le pide al ideólogo que él mismo escriba el libreto, algo que, por supuesto, entusiasma a Llade. Y así, al poco tiempo, estaba la ópera de cámara compuesta. Luego era necesario que alguien se encargara de llevar de las musas al teatro la obra; ahí surgió la colaboración entre el siempre arriesgado Salvador Collado y su Euroescena y el madrileño Teatro Xtremo con Ricardo Campelo a la cabeza, que han coproducido el espectáculo, que, por fin, se ha representado en el emblemático espacio histórico del Corral de Comedias de Alcalá de Henares, en el marco del XXII Festival Iberoamericano del Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid. Clásicos en Alcalá.

Montar una ópera, ya sea de cámara o no, requiere un libreto, una música y, hoy más que nunca, una dramaturgia escenográfica (no en vano la dirección de escena en la ópera actual se ha convertido en verdadero rey del mambo) y una interpretación. “Lazarillo” ha contado con todos estos cuatro elementos bien armonizados, aunque cada aspecto ha dejado bien patente cuál ha sido su estética. Así lo vimos en el estreno alcalaíno del pasado 16 de junio.

El libreto de Martín Llade para “Lazarillo” no es un mero epítome de la novela homónima, pues recoge no solo la esencia del ser de Lázaro y de los diversos amos a los que sirve, sino la descripción de las circunstancias y hasta los diálogos tal cual aparecen en el texto narrativo; incluso ha mantenido en lo posible el léxico y la sintaxis (y en parte la fonética) propia de los originales de mediados del siglo XVI. No se deja detalle, pues tras consultar las diversas ediciones, decidió dar entrada en su propuesta a todos los personajes, aunque alguno no apareciera en la primera edición del Lazarillo. Por lo tanto, en el libreto estamos ante un caso de historicismo respetuoso con las fuentes.

La parte musical representa la modernidad, pues el autor, David del Puerto, como buen discípulo de Luis de Pablo, sigue los parámetros compositivos, sin seguidismo de su maestro, pero sí con todas las concomitancias de la música española contemporánea. Es evidente la coherencia de la música instrumental para resaltar y describir los ambientes en los que se desenvuelve la acción, desarrollada en las diversas escenas con los distintos amos. Y así mismo es significativa la diversidad de matices para caracterizar a los diferentes personajes que cantan y representan los intérpretes (el ciego, el clérigo, el hidalgo, el capellán, la madre, la esposa…) y dotar a cada uno de la singularidad emocional, caracterial y social que les distingue. Mención aparte merece la especial dedicación detallista de la partitura al personaje de Lázaro, cuyo marcado protagonismo se impone tanto en la música como en el libreto.

La escenografía, a cargo de Teatro Xtremo, aporta la estética propia de esta compañía de creadores, que siempre ha apostado por la vanguardia y que está en la línea, en parte, de grupos como La fura dels Baus o Señor Serrano. Sus creaciones se caracterizan por servirse de técnicas plásticas y escénicas, que conviven y se complementan, utilizando distintos lenguajes para expresar lo paradójico. También la pura fisicidad es muy importante. Por supuesto en “Lazarillo” introducen la cámara en directo en tiempo real, para proyectar en una gran pantalla en el fondo del escenario esencialmente primeros planos de los personajes, de objetos o de detalles de la acción. A mi modo de ver, en ocasiones este protagonismo que toma lo escenográfico se superpone en demasía a lo representado hasta llegar a eclipsarlo. El profuso “primerplanismo” de los rostros de los cantantes hasta el más mínimo detalle de su fisiología produce cierto hartazgo en el público. Así mismo, la distorsión naturalista de los gestos como el derrame del vino y la leche o la manera de beberlo, la forma de comer, la propia cabeza del carnero guisada con los cuernos, la deglución de la morcilla y muchas otras imágenes transmitidas en directo, son un verdadero contraste en un contexto, el narrativo y el musical, que puede tener su valor si lo que se intenta es provocar en el espectador sensaciones de desagrado o rechazo ante la realidad que se narra o se representa. La explicitación excesiva, marcada con gestos impostados, de la relación erótica del arcipreste y la mujer de Lázaro, exagera en demasía el espíritu de la obra original, donde la cuestión sexual está sugerida de forma más sutil. Un elemento escenográficamente disruptivo es la luz que acompaña a la cámara, un tanto molesta para el espectador, al que incluso deslumbra en alguna ocasión, y que resulta perjudicial para la correcta labor del iluminador de los personajes en acción. En cualquier caso, no estamos ante una ironía sobre la realidad de Lázaro, sino ante el sarcasmo sobre la sociedad que lo aliena. Entiendo que Ricardo Campelo, el director de escena, ha querido manifestar su interpretación con su habitual estética superexpresionista. Y ahí encuentro otro punto en la puesta en escena que me ha sobrecogido un tanto, las trastadas, no de contenido de la historia, sino escenográficas, con las que se maltrata al protagonista, Lazarillo de Tormes, que sale más perjudicado por la dirección de escena que por los amos, que ya es decir.

El elemento performativo esencial es la interpretación. Cantantes-actores y músicos cumplen bien su papel. Entre los primeros cabe señalar excelente desempeño de Ruth González, la protagonista que encarna el personaje de Lázaro, con una labor que hace concordar muy bien la interpretación teatral con el canto en una trama que no da pie al respiro y hace que su actuación sea admirable, además con una dicción precisa y clara. Excelentes tambiénel barítono Enrique Sánchez-Ramos y el tenor Antoni Comas en los diversos papeles que cantaron: el ciego, el clérigo o el hidalgo, con una dicción que, aún manteniendo el toque de castellano antiguo, se entendía bien. Un tanto más difusa y menos perceptible fue la vocalización de la mezzosoprano Silvia Zorita, algo que a buen seguro se puede solventar. El hecho de que el ensemble musical de seis instrumentistas, dirigido por Lara Diloy, estuviera situado en el palco frente al escenario y no en el foso (pues el Corral de Comedias carece de él) también distorsionaba un tanto el equilibrio y no favorecía la buena comprensión de la música vocal.

Tanto para quien conozca la historia de Lázaro, como para quien no la conozca, y, dado lo que se pierde con las dificultades para seguir los textos cantados, se hacen absolutamente necesarios unos sobretítulos para entender bien y disfrutar adecuadamente de este espectáculo.

En resumen, tenemos cuatro apuestas sobre el escenario: un libreto historicista, una música contemporánea, una escenografía vanguardista y una interpretación realista. El conjunto nos ofrece hora y media de espectáculo sugerente, una ópera de cámara que seguramente dará que hablar, tanto por la obra en sí, como por el prestigio de quienes la han pergeñado. En Alcalá, en el Corral de Comedias, el público asistente al estreno aplaudió calurosamente en señal de que le agradó lo que vio y escuchó.

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