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Donald Trump y el coronavirus

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análisis

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Lo único previsible en política es que todo es imprevisible, eso lo está demostrando la actual gestión de la crisis del coronavirus por parte de la administración del presidente norteamericano, Donald Trump, quien hasta hace unos semanas era el claro favorito para ganar las elecciones norteamericanas previstas para noviembre de este año. Sin embargo, la crisis del coronavirus en los Estados Unidos, con mas de 105.000 casos en apenas dos semanas, y la pésima y tardía toma de decisiones por parte de Trump, que se manifestó de forma errática y torpe al valorar la verdadera dimensión de la pandemia, le puede pasar ahora factura al presidente de cara a su reelección, toda vez que la propagación crece a un ritmo vertiginoso en los Estados Unidos y hasta parece fuera de control.

Trump se negó hasta hace apenas unos días a tomar medidas contra el coronavirus, en aras de salvaguardar la economía y de que no reinara en el país la alarma colectiva ante la llegada de la enfermedad, pero quizá su tardanza en afrontar el problema, tal como ya lo estaba haciendo todo el planeta, que se encuentra en cuarentena casi total, le puede pasar una factura muy alta y puede haber sido peor el remedio que la enfermedad. La opinión pública asiste ahora atónita e impotente ante el crecimiento de una pandemia sobre la que apenas fue informada, que pensaba que era un virus que solamente afectaba a China -tal como les hizo creer Trump con el cuento del «virus chino»-, y que hasta que llegó de una forma brutal, con miles casos, superando incluso a  China, nadie comenzó a tomar medidas. La gente se quedó mirando a que llegara el tsunami del coronavirus y finalmente llegó en su más trágica dimensión.

El problema de la propagación de COVID-19 es que crece de una forma exponencial y vertiginosa, rompiendo todos los parámetros conocidos hasta ahora, como cuando padecimos las recientes pandemias del SRAS y el ébola, y todavía estamos muy lejos de encontrar una vacuna que pueda hacer frente al virus, que tiene una tasa de mortalidad mucho más alta de la que nos quisieron hacer creer en un principio. Mientras el coronavirus crece ya sin ningún control y el mundo se prepara para una batalla larga, Trump, consciente de que su victoria en las elecciones estaba al alcance de la mano y queriendo salvar todos los obstáculos que se le interpusieran en su camino, obvió y minimizó el coronavirus, al que tiempo que la pandemia se incubaba en su país sin que nadie tomara las medidas que hubieran atajado la extensión de la misma, provocando una situación muy parecida a la de los países más afectados del continente europeo, Italia y España, países que actuaron muy tardíamente frente a la crisis y que han pagado, con creces, no haber tomando a tiempo una actuación más decidida y rotunda cuando comenzaron a surgir los primeros casos.

Todavía es pronto para saber el impacto que va a tener en la opinión pública norteamericana la gestión del presidente Trump durante estas primeras semanas de pandemia y también para saber su verdadero impacto electoral, sobre todo cuando faltan unos meses hasta las elecciones y todavía los demócratas no han definido su candidato frente al presidente, aunque todo parece indicar que finalmente se impondrá el centrista Joe Biden, un auténtico rival de altura para el actual inquilino de la Casa Blanca.

Negligencia, tardía respuesta y un sistema sanitario deficiente

Aparte de la negligencia propia de casi todos nuestros gobiernos, por su tardanza a aplicar las decisiones apropiadas ante una pandemia que surgió en el mes de diciembre y que rápidamente se extendió por todo el planeta, varias organizaciones internacionales, como el Banco Mundial y las Naciones Unidas ya habían advertido del riesgo de una pandemia de estas características, tal como lo relata el periodista español Juan Luis Cebrián, desde las páginas de El País de España, al que cito literalmente: En septiembre del año pasado, un informe de Naciones Unidas y el Banco Mundial avisaba del serio peligro de una pandemia que, además de cercenar vidas humanas, destruiría las economías y provocaría un caos social. Llamaba a prepararse para lo peor: una epidemia planetaria de una gripe especialmente letal transmitida por vía respiratoria. Señalaba que un germen patógeno de esas características podía tanto originarse de forma natural como ser diseñado y creado en un laboratorio, a fin de producir un arma biológica. Y hacía un llamamiento a los Estados e instituciones internacionales para que tomaran medidas a fin de conjurar lo que ya se describía como una acechanza cierta».

Trump iba en primer lugar en casi todos los sondeos para ganar las próximas elecciones, se vio con demasiada ventaja para bajar a la calle y reconocer una realidad que estaba ya presente en las ciudades norteamericanas, pero su error de cálculo es que bajo las bajas cifras oficiales del coronavirus subyacía, como en otras partes del planeta, la inocultable pandemia que se incubaba durante días y después, como si fuera una bomba de relojería, estalla y dejando a su paso un reguero interminables de miles de casos y miles de fallecidos.

Estados Unidos ya es el primer lugar en número de casos en el planeta, por delante de China, y  muy pronto, seguramente, también en número de fallecidos, si la tendencia exponencial de aumento de casos en este país sigue aumentando tal como lo está haciendo en la última semana. La economía norteamericana también se resiste notablemente y más de tres millones de estadounidenses ya han solicitado ayudas para el desempleo, una cifra récord en la historia de ese país, y ya se anuncia una caída en las estimaciones sobre el crecimiento económico para la locomotora mundial. Una buena responsabilidad de lo que está ocurriendo es de Trump y de su cohorte de aduladores a sueldo. Aparte de que la sanidad de los Estados Unidos es bastante deficiente, por no decir mala, los norteamericanos deben juzgar en las próximas elecciones la negligente gestión de la crisis por parte del actual equipo gobernante, incapaz ya de parar la pandemia tras haber perdido tres semanas preciosas para haberla enfrentada eficazmente y con medidas razonables al estilo de las tomadas en otros países. El juicio de la opinión pública norteamericana ante las próximas elecciones debe ser acerca de su defectuoso sistema sanitario, que tan inteligentemente quiso reformar el denostado Barack Obama y no le dejaron por espurias razones políticas que ahora no vienen al caso, pero también acerca del presidente más mentiroso y manipulador de su historia reciente que les está llevando al abismo más profundo a los norteamericanos, pobres o ricos, negros o blancos.

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