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Discriminación

Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no reímos? Si nos envenenáis, ¿no morimos?

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Por lo general el trabajo de un vigilante de seguridad es un trabajo invisible. Nadie suele pensar realmente en ello. La enorme cantidad de estereotipos al respecto evita que la ciudadanía tenga en cuenta si estos trabajadores tienen o no problemas o si por el simple hecho de trabajar se juegan la vida. Se ha asentado en la opinión pública la idea de que estas personas son algo negativo y nadie se ha planteado si realmente lo son.

Se dan por hecho algunas falacias como que un vigilante de seguridad es una persona agresiva, violenta, poco formada, etc. Esto obviamente no es cierto pues estos profesionales deben contar con una formación para poder ejercer su profesión. El problema es que se los confunde injustamente con los intrusistas profesionales sitos en locales de ocio nocturno, obras y similares. Estos son el foco de la confusión, pues un vigilante habilitado debe pasar unas pruebas en el cuerpo nacional de policía y su nombre aparece, si las supera, en el B.O.E.

Lo cierto es que hay hechos que no se cuentan. Por ejemplo nunca se narran sus actos heroicos, como los del atentado en el metro de Madrid en el que fueron los primeros en intervenir (hecho que nunca salió en prensa); tampoco se cuentan las menciones de honor que otorgan anualmente las unidades de la policía nacional de cada provincia a estos profesionales por salvar vidas. Por otro lado, existe un total abandono por parte de los partidos políticos. Ninguno de estos lleva en su ideario los problemas de este sector que tiene mayor número de efectivos que los FFCC.

Ni siquiera se atienden las peticiones de sindicatos como la FTSP-USO siempre deseosa de mejorar el sector y dotarlo de más dignidad. Habida cuenta de lo dicho hay una palabra que hay que empezar a pronunciar. Según la RAE discriminar es dar un trato desfavorable a una colectividad, donde podemos incluir el desprecio inmerecido. Esta definición describe la situación real de este sector. Creo que se ha producido un abandono del mismo por la solidaridad pública y privada, solo atenta a los colectivos de populares. Como digo el concepto de discriminación se adecua perfectamente al colectivo.

La seguridad privada está totalmente discriminada, abandonada y ninguneada. Emularé ahora al Shakespeare y a su libro «El mercader de Venecia» para dibujar la situación. Allí aparece una expresión muy al caso: “Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no reímos? Si nos envenenáis, ¿no morimos? Y si nos ofendéis, ¿no vamos a vengarnos?” Con esta expresión pretendo decir que los vigilantes de seguridad, y el personal de seguridad privada en general, son personas y por lo tanto portadoras de sentimientos que se afectan cuando directa o indirectamente aparece una forma de discriminación.

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