Steve Bannon, exjefe de campaña electoral del presidente norteamericano Donald Trump, ha sido detenido por la policía, según publica la prensa yanqui. Sobre él pesa la grave acusación de fraude a los ciudadanos donantes que aportaron fondos para construir el muro en la frontera entre Estados Unidos y México. O traducido al cristiano: se quedó con algo de pasta de los ingenuos y cándidos patriotas de Texas que soñaban con bunkerizar Río Bravo para que no pasara ni un solo espalda mojada.

Bannon no es un personaje cualquiera que nos quede lejos, tanto como el otro lado del Atlántico. Ha tenido una influencia decisiva en la refundación y asentamiento de la nueva extrema derecha populista española. Se sabe que mantuvo reuniones con los principiantes de Vox que acudieron a la Trump Tower, castillo de oro del rubio magnate en Manhattan, para informarse sobre cómo construir un partido nacionalista-patrótico, xenófobo y ultracapitalista. Allí, en la planta tropecientos, Bannon aleccionó a los peregrinos ultras españoles que buscaban el Santo Grial del éxito político; los adoctrinó en los fundamentos del neofascismo xenófobo; les dio varios cursillitos acelerados para que aprendieran a darle al botón de “me gusta” en Twitter; y les dijo cómo organizar el ejército de bots especializado en la guerra radiactiva del bulo, la desinformación y la calumnia. En definitiva, Bannon les enseñó que eso era todo lo que necesitaban saber para triunfar e hizo de unos chicos patriotas que seguían bebiendo del viejo y caduco Testamento de la Falange y de los aburridos escritos de José Antonio unos políticos modernos, tuiteros, dinámicos y versados en el novísimo arte de propagar el odio en las redes sociales. Podría decirse que, de alguna manera, fue Bannon quien puso en manos de Vox las claves del éxito, de tal forma que abrió el camino al partido de Abascal para que empezara a trabajarse el populismo necesario con el que alcanzar algún día el poder en España. 

La conexión entre el gurú yanqui y los aprendices de brujo de Vox es tan clara, tan estrecha, que en una de sus recientes visitas a España, Bannon aseguró que la formación ultra española “es la demostración clara, más que cualquier otro partido, de cómo se puede pasar de tener cero influencia a jugar un papel importante en un país”. Tras confirmar que es un gran admirador de Vox, el entonces asesor de Trump valoró que el proyecto de Abascal “ha empujado al resto de partidos de derecha al lado nacionalista” y añadió que es “un modelo nuevo que el resto del mundo copiará”. Incluso llegó a confesar haberse reunido con los dirigentes del partido verde en el año 2017, cuando ofreció a Vox toda la ayuda “técnica y moral completamente gratuita, sin cobrar”. “Yo lo que puedo hacer por ellos es lo que hice por Trump, es decir, contarles simplemente que pueden ganar si mantienen su mensaje”, sentenció.

Hoy ya puede decirse que el enterado Bannon, el fino charlatán Bannon, no hace nada gratis ni por altruismo y que detrás del patriota, como suele ocurrir casi siempre, hay un emprendedor, un interesado, un cobrador del frac, por llamarlo de alguna manera. En las últimas horas, la Fiscalía Federal de Washington lo ha acusado de “orquestar un esquema para defraudar cientos de miles de dólares a los donantes de la campaña Nosotros construimos el muro”. Al final, por lo que se va viendo, es cierto que aquel muro lo construía el contribuyente, el vaquero de la América profunda, pero Bannon y sus cómplices se llevaban una parte de la calderilla, algo de la pasta de hormigón. De los 25 millones de la recaudación para la obra, Bannon amasó cientos de miles de dólares para gastos personales. “Los acusados presuntamente cometieron fraude cuando tergiversaron la verdad sobre el uso de los fondos donados y, no solo mintieron a los donantes, sino que idearon un esquema para ocultar la apropiación indebida de estos fondos mediante la creación de cuentas y facturas falsas”. Al final, la lumbrera de Trump ha sido acusada de un cargo de conspiración para cometer fraude y de otro de conspiración para lavar dinero. Ya ha pasado por los juzgados de Nueva York, donde se ha explicado ante el FBI. Todo lo cual nos lleva a pensar que la calidad ética y política del fenómeno, del artista, del fulano que ha inspirado el movimiento ultra español quizá no sea la más recomendable. Mal empezamos si el hombre que sentó las bases del movimiento patriótico nacionalista mundial no es un sesudo pensador o analista político sino más bien un bróker que se lo llevaba crudo.

En España, hace tiempo que Abascal viene propagando la idea de que cuando llegue al poder levantará en Ceuta y Melilla otro muro similar al que divide la frontera entre la América rica y la América pobre. Incluso ha sugerido que será Marruecos quien hará frente al coste de la muralla racista, al igual que Trump pretendía cargar la factura sobre los sufridos mexicanos. Habrá que esperar que el manual de instrucciones sobre cómo edificar esa estructura no sea el mismo que ha empleado el tal Bannon. Porque en ese documento va un pequeño anexo o apéndice al margen, después de la bandera con las barras y estrellas, las enseñanzas patrióticas y los gráficos y esquemas nazis, en el que se informa al constructor del futuro muro sobre cómo llevarse unos dólares con la tontería. A fin de cuentas, del patriotismo no se come.  

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