Tras una dilatada carrera periodística en la que ha visto todo lo bueno y malo de una profesión en horas muy bajas, la pamplonica Susana Rodríguez Lezaun dio el salto a la literatura con su anterior novela, Sin retorno, donde presentó al inspector David Vázquez, que sigue siendo su guía en Deudas del frío, donde el presidente de un importante banco aparece asesinado en un barrio marginal de Pamplona. Intriga y emoción para una historia muy apegada a la realidad actual más cercana.


 

Para quienes no tuvieron el placer de conocer a su inspector David Vázquez en su primera novela, Sin retorno, ¿puede darnos unas pinceladas de él?

Me gusta pensar que David Vázquez es, sobre todo, un hombre normal. Concienzudo y serio en su trabajo, pasional y vehemente. No es el típico policía de thriller, que llega a la novela con una enorme carga vital, con unas profundas cicatrices de desastres pasados que le marcan en la actualidad. Mi personaje es todo lo normal que puede ser un policía acostumbrado a convivir con las miserias humanas a diario. A través de mis páginas pretendo que el personaje crezca, se enamore, sufra y se muestre como es, siempre frente a los lectores. Me parece muy atractivo mostrar la evolución del inspector Vázquez desde el principio.

 

Esta segunda novela, que consolida al protagonista de la primera, ¿le ha servido para ahuyentar los típicos temores de principiante en esto del siempre difícil mundo de la literatura, o ese temor siempre está ahí?

Las dudas siempre están ahí. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿La historia será la adecuada? ¿Los lectores empatizarán con los personajes? Pero he contado la historia que necesitaba contar, y tengo que reconocer que me ha costado mucho menos que la primera. Escribir Sin retorno fue un ejercicio de autoaprendizaje que se completó con la fantástica ayuda de mis editores de DeBolsillo. Aprendida la lección, escribir Deudas del frío ha sido más sencillo en cuanto a la parte técnica, pero la historia me ha exigido un tremendo esfuerzo de documentación, imaginación, organización e introspección.

 

¿Qué acogida espera de sus historias marcadas por el sello del género “negro”, una marca que aún no ha logrado el respeto que se merece en el espectro editorial?

Eso es cierto, y no entiendo por qué. Hay escritores “negros” de una calidad tremenda, que desarrollan una literatura de la que debería señalarse con mayúsculas. Sin embargo, pese a quien pese, la novela negra es la más consumida a nivel nacional, y casi me atrevería a decir que mundial. El género policial tiene millones de seguidores, y desde luego yo no agacho la cabeza cuando digo que escribo novela negra, más bien al contrario. Confío en que Deudas del frío tenga una buena acogida entre los lectores, pienso que tiene todos los ingredientes para gustar al gran público: intriga, tensión, acción, una trama absolutamente actual y reconocible por todos, personajes en los que cualquiera de nosotros podemos vernos reflejados… En cualquier caso, la última palabra la tiene el lector, y su veredicto siempre es soberano.

“Llegué al mundo de la literatura cuando la crisis todavía era una excusa para no publicar un libro”

 

Deudas del frío retrata con cercanía y suma precisión detalles de la brutal crisis económica que aún se siente. ¿Cómo encaja este escenario social en un thriller como el que usted plantea?

Si algo caracteriza a la novela negra es que suele estar pegada a la realidad de la sociedad en la que se desarrolla la trama. Cuando yo empecé a pergeñar la historia de Deudas del frío corría el año 2012. La crisis económica nos zarandeaba a todos y, de pronto, las calles y plazas de toda España empezaron a llenarse de personas normales, como cualquiera de nosotros, que decidieron salir a la calle y gritar su indignación. Aquello fue una catarsis colectiva como nunca antes se había conocido, pero a mí me produjo una cierta angustia que no conseguía sacudirme: nadie estaba a salvo de la catástrofe del paro, de verse desahuciado de su propia casa, de tener que acudir a un comedor social para alimentar a su familia. La siguiente pregunta era lógica: ¿Hasta dónde estaría dispuesta a llegar para mantener a flote a mi familia? En mi novela se retratan algunas situaciones desesperadas: indigentes, amas de casa reconvertidas en prostitutas, okupas a la fuerza en un piso vacío… Frente a ellos, el poder de la banca, inmisericorde e inamovible. Cuando el presidente de un banco es asesinado en un barrio obrero surgen muchas preguntas a las que David Vázquez tendrá que dar respuesta.

 

¿Es siempre en las situaciones extremas como las que puede acarrear una crisis económica donde mejor se evidencian nuestras miserias como seres humanos?

Sin duda. Es muy fácil hoy en día ver el sufrimiento ajeno desde la comodidad y el calor del salón de nuestra casa. Pero también creo que es en estas situaciones cuando surgen inesperados gestos solidarios que nos dejan sin habla. Recuerdo que hace poco una familia con niños pequeños iba a ser desahuciada de su casa, en una localidad cerca de Pamplona. Su deuda con el banco ascendía a unos ocho mil euros. Pocas horas antes, una persona anónima se personó en la entidad bancaria y pagó la hipoteca, evitando la catástrofe. Gestos como ese, casi heroicos, solo se dan en situaciones extremas. En el otro lado, por supuesto, se sitúan quienes están dispuestos a todo para sobrevivir, incluso a matar.

 

El odio y las envidias degeneran rápidamente en la comisión de delitos si no frenamos nuestros ímpetus más animales. ¿Por qué demostramos continuamente que somos capaces de empeorar lo difícilmente empeorable?

Esa es una pregunta que yo me he hecho infinidad de veces. Y no tengo respuesta. ¿Cómo es posible que un ser humano cometa las más terribles atrocidades contra otro ser humano? ¿Por qué dedican tanto tiempo, recursos y dinero a crear los más sofisticados artilugios para matar? No lo sé, soy incapaz de dar con una respuesta satisfactoria, y eso que mis libros están plagados de asesinatos… Pero la realidad supera con creces a la ficción. La vida en sí misma es una novela negra. A veces, casi de terror.

 

Un best seller, ¿nace o se hace?

Yo diría que mitad y mitad. Hay libros de una calidad asombrosa que no han conseguido llegar al gran público porque no han contado con una promoción adecuada, y novelas mediocres que, con una campaña publicitaria fabulosa, han vendido cientos de miles de ejemplares. Lo ideal es que los buenos libros cuenten con el apoyo mediático necesario, pero no siempre es así.

 

¿Qué le pide al proceloso mundo de la literatura, usted, que proviene de otro complicado mundo, el del periodismo?

Como se suele decir, “madrecita, que me quede como estoy”. Yo he sido periodista desde que terminé mis estudios en la universidad, allá por el año 1992. He disfrutado lo indecible de mi profesión, y la he visto languidecer. He sido testigo de cómo los medios de comunicación caían en manos de distintos intereses económicos y políticos, de cómo la llegada de los diarios digitales precarizaba nuestro trabajo, y de cómo la práctica totalidad de los compañeros sufrían recortes, despidos y expedientes de regulación. Yo misma me vi afectada por uno que acabó con mi carrera en activo, aunque siempre seré periodista.

Llegué al mundo de la literatura cuando la crisis todavía era una excusa para no publicar un libro, y sin embargo hubo una editorial, y no una cualquiera, sino nada menos que Penguin Random House Mondadori, que decidió apostar por mí, y sigue haciéndolo, ahora incluso con más fuerza. Me gustaría seguir contando con su respaldo mientras yo siga teniendo historias que contar. Y le aseguro que tengo la cabeza llena de historias.

Deudas del frío
Susana Rodríguez Lezaun
Debolsillo
495 páginas
12,95 €

 

 

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