Tres hospitales israelíes han reconocido ante un juez que su política pasa por la segregación de mujeres israelíes y palestinas. Se trata del Hospital Universitario Hadassah en Jerusalén, el Hospital Haemek en Afula y el Centro Médico Soroka en Be’er Sheva. Este reconocimiento se enmarca en la demanda que varias mujeres palestinas interpusieron contra cuatro centros médicos israelíes.

Según el testimonio ante el Tribunal del Distrito de Jerusalén de los representantes legales de los hospitales Haemek y Soroka el hecho de no respetar «los deseos de las madres para una ubicación específica crea una “hospitalización comunitaria forzada” cuando ambas partes no están interesadas en esto. El propósito de su estancia no es crear un crisol de razas artificial». Exactamente la misma excusa que se ponía en Sudáfrica o en algunos estados de Estados Unidos para la segregación entre blancos y negros. Por su parte, el Hospital Hadassah de Jerusalén alegó que «dadas las diferencias entre las distintas poblaciones, las mujeres a menudo solicitan estar en una habitación con otras mujeres de su propia comunidad. Hadassah, en la medida de lo posible, accede a estas peticiones» y que estas peticiones son comunes entre la población ultraortodoxa que quiere cumplir con las leyes del Sabbath y la kashrut, es decir, los preceptos de la religión judía que trata sobre lo que los practicantes pueden o no comer.

En la demanda, hecha pública por el diario Haaretz, se incluyen grabaciones de conversaciones de pacientes con el personal de uno de los hospitales en los que se exigen compensaciones económicas de más de 5.000 dólares por haber sido segregadas. En una de estas grabaciones se puede escuchar a una enfermera que apoya la separación entre mujeres palestinas y judías cuando hay habitaciones disponibles: «Si hay muchos ingresos las mezclamos, pero tratamos de separarlas al día siguientes».

También se incluye en la demanda el testimonio de una trabajadora social que tuvo a sus tres hijos en uno de estos hospitales. La mujer declaró que cuando dio a luz a su tercer hijo se le informó de la segregación y fue ingresada en una habitación donde sólo había mujeres palestinas. Para el hospital Hadassah este testimonio es absurdo puesto que la mujer pudo haberse ido a dar a luz a otro centro de la zona pero que, si volvió, quería decir que estaba contenta con los servicios que había recibido en sus otros partos.

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