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Defensa del amor

Te quiero

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Amo a mi compañera, me encanta su sonrisa en la que se posa aún el rostro de la niña que fue. Sigo sin saber qué es el amor, quiero decir que hace mucho que sé que el enamoramiento es una fiesta hormonal caduca… pero hay algo en nuestra relación, lo ha habido siempre, que es como compartir un camino en paralelo… siempre me he sentido solo, de hecho creo que la soledad es el límite de nuestra individualidad, estamos solos por definición: no creo en relaciones preconcebidas, pero sí en compartir este dolor humano, y la alegría; la amistad es hermosa, me da igual cuál sea su forma, me encantaría haber sido educado en libertad sexual y disfrutar de mi cuerpo, de los cuerpos, con los cuerpos, sin traumas estúpidos y por puro placer; el cerebro nos distingue géneros, eso es puramente educacional (adviértanselo a los nuevos bárbaros, polluelos del Águila de Mingorrubio, que se saltan la neurociencia y la ética para imponer su neomoral de casquería).

La quiero, de hecho casi no sé vivir sin ella. Supongo que podría, seguro, pero cuando nos alejamos me deprimo, mi mente se ofusca; a mí me parece muy hermosa, su pelo me adormece, su cuello es un mundo y su cintura, sus pechos… soy feliz tocándola, su olor me eleva y tranquiliza, me sigue provocando una cierta demencia que me lleva a valorar el sexo con ella más que casi todo lo que me importa; no piensen mal, no soy un obseso, esto sólo ha sido a lo largo de un poco más de las últimas tres décadas casi constantemente.

Cuando pienso lo que merece la pena en la vida (y me queda ya menos que antes), mi relación con ella está entre lo principal; es sincera, seguimos guardando una intimidad propia, pero más allá de mis patologías inconfesables hasta para mí mismo: creo que no nos ocultamos nada. Juntos, solemos hablar; o mirar un paisaje, me encanta ir en el coche con ella por lugares que no hayamos transitado antes, ir observando y oyendo algo de buena música, llegar y comer en algún sitio, beber algo, cerveza o vino sin lujos, que sea algo elaborado con un cariño por el sabor. Pasear por la playa, agarrados muchas veces, de la mano, o cerca uno de otro… me emociona.

Nos peleamos a veces, muchas veces. Me enfado conmigo mismo por no ser capaz de obviar mis razones, porque en la cuenta final nada vale lo que ella supone para mí. Me preocupan las miserias de la vejez, por un lado querría estar con ella hasta el final pero por otro, si supiera que eso le va a suponer un sufrimiento: querría evitárselo. No quiero pensar que ella se degradara antes, es mucho más fuerte y más sabia, yo escribo mejor pero eso no vale nada al lado de lo que ella me ha dado, me da, lo que espero aún…

No estoy queriendo alardear de enamoradizo estúpido. Es que coincido con casi todas mis amistades en una sensación de miedo viendo la realidad de España, de Europa, América del Norte, del Centro y del Sur, Asia, África… todo el Oriente allá hacia el Pacífico… el mundo todo. Estamos asustados, un poco deprimidos porque la violencia, el totalitarismo viene y con nuestra estupidez lo consolidamos creando el caldo de cultivo; el problema no son las élites reaccionarias, casi por definición lo son, sino este ambiente endemoniado de la calle que nos está llevando a pensar en la ineluctabilidad de un conflicto que libere la presión generada…

Hay que abrir y drenar, dejar salir a esta fuerza nociva que se está concentrando, ¿de verdad algo es más importante que el amor? ¿Nunca ha cambiado su agenda, sus prioridades, sus movimientos, casi cualquier cosa… por ver a alguien, por sentir, por sentirse vivo a su lado? ¿Por qué no mira a su alrededor y ama? Nada vale lo que esa sensación, “Al final, el amor que das es el que recibes” (cita más o menos evidente). Lo que quiero decir es que si se libera de sus miedos (y eso incluye la creencia en esa magia más o menos organizada llamada Dios); de toda esa basura de creer que uno cambia por lo que los demás valoran, como si nos afectara lo que otros aprecian (es mentira, estamos solos decía al principio, aprenda a valorarse tal y como es); si se aleja de esa tontería del éxito y la exclusividad del lujo (pozo sin fondo de la estulticia humana), lo que le queda es lo más tonto, lo más básico, lo que le da el sustento para vivir dignamente: y eso es el amor, la amistad, alguien, sea quien sea, esos amigos con los que compartes la vida y sus misterios… no estamos capacitados para vivir la vida elegida pero sí para doblegar lo que nos toca para nuestro favor.

Nuestra libertad es falsa si impide a otros la suya, lo que no significa que no haya choques: para eso están el mantel, un café, una copa de vino o unos hongos mejicanos, la cama, para hablar, abrazarse, tocarse, es muy rico tocarse, apretarse, rozarse sin miedo; queriendo no se agrede pero sólo se quiere si uno está dispuesto dejarse ir…

Ya estoy deseando que llegue la noche y acostarme a tu lado, ésa es una de mis felicidades. Te quiero.

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1 COMENTARIO

  1. Excelente carta de amor a su mujer y a todos sus lectores. Un aroma de aire fresco. Un balcón abierto como pedía García Lorca. Volveré a leerlo para saborear cada palabra.

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