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De Marine Le Pen a Vox: así se propaga el antifeminismo por Europa

Países como España, Alemania, Italia y Francia sufren los estragos de las nuevas ideologías ultraderechistas

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análisis

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En Italia, el movimiento antifeminista se estructura en organizaciones neofascistas, católicas y nacionalistas que, curiosamente, tiene orígenes diversos, desde el regionalismo hasta ideas anti-establishment compartidas por varios de estos grupos. Por una parte, movimientos ligados al neofascismo como CasaPound, Forza Nuova o Fratelli d’Italia, que suponen la recuperación de una extrema derecha que hunde sus raíces en el siglo pasado. En segundo lugar, los movimientos llamados “neocatólicos” como Pro-Vita o Manif pour Tous Italia, surgido alrededor de la celebración del Congreso Mundial de las Familias celebrado en Verona en el año 2019. Muchos de los miembros de estas entidades forman parte, al mismo tiempo, de partidos de extrema derecha.

El congreso de las familias tuvo una enorme relevancia tanto para el movimiento antifeminista como para el transfeminista veronés, que respondió con una manifestación multitudinaria. Por último, juegan un importante papel partidos políticos como el Movimento 5 Stelle (M5S) o la Lega (este último es el que mejor representa a la nueva extrema derecha italiana). En el caso del primero, no se explicita un discurso contrario a las políticas de igualdad ni en sus programas de gobierno ni en sus ideas, “pero cuando han gobernado en coalición con la Lega mantienen una ambigüedad que les permite modificar sus discursos y llegar a apoyar o mantenerse silentes ante políticas antifeministas y antigénero”, asegura el informe. En el caso de la Lega, en sus propios programas de gobierno se recogen discursos ligados sobre todo a cuestiones relacionadas con la familia. Asimismo, la Lega mantiene conexiones con algunos de los movimientos “neocatólicos”, a través de los cuales permean las ideas más radicales y se hacen presentes en las políticas públicas. Entre los posfascistas, solo Fratelli d’Italia, con un 4,4% de los votos en las elecciones generales de 2018, ha logrado representación parlamentaria.

En el caso de CasaPound, proyecto que se autodenomina “fascismo del tercer milenio”, se incide en la maternidad y la familia. Su campaña “Hora de ser madres”, que propone una ley para que las mujeres puedan trabajar menos horas durante los seis primeros años de vida de sus hijos, se centra en afrontar el grave problema de la natalidad. CasaPound no ha obtenido representación parlamentaria hasta la fecha (en las elecciones de 2018 cosechó un 1%, lo que supone algo más de 312.000 votos) pero su influencia no debe ser subestimada, ya que “tiene bastante buena acogida entre las personas jóvenes”. Aunque ha intentado acercamientos a la Lega, el propio Matteo Salvini ha mantenido cierta distancia con ellos.

Por lo que respecta a Francia, se cruza un partido de extrema derecha como Rassemblement National, liderado por Marine Le Pen, con una poderosa movilización ciudadana contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. “La confluencia social contra esta iniciativa que pivotó, en buena medida, alrededor de la Iglesia católica, se ha conocido como La manif pour tous y colocó de manera explícita la lucha contra la llamada ideología de género en el centro de sus intervenciones”. La primera manifestación pública de relieve en la lucha antifeminista data de 2011, cuando el diputado conservador Philippe Gosselin se expresó respecto a un proyecto del Ministerio de Educación Nacional cuyo objetivo era enseñar la diferencia entre sexo y género al alumnado de los Institutos de Secundaria. El diputado denunció la condición foránea del concepto de género –un producto importado supuestamente de Estados Unidos– y exigió excluirlo del currículo escolar. Las tres personas fundadoras del movimiento antifeminista (una actriz conocida de la noche parisina; un líder que se presenta a sí mismo como supuesto representante de gais y lesbianas; y un socialista conservador en materia social), expresaron esa voluntad de ir más allá de los límites naturales del catolicismo tradicional y romper su imagen facho (facha, en francés).

Por lo que respecta a la secularización del país, las tasas de filiación a la Iglesia católica sitúan a Francia en la cola respecto a los “viejos países cristianos”, lo que ha provocado un importante repliegue de la legitimidad de la iglesia en la esfera pública. Por esa razón, los grupos antigénero se han visto obligados a plantear la batalla antifeminista en términos seculares para ser tomados en serio. Esta táctica se ha desplegado a través de la apropiación de la simbología republicana, pero también de su pretendida vocación universalista. Respecto a la opinión pública, la sociedad francesa aparece dividida entre el apoyo a las parejas del mismo sexo y el cuestionamiento de la homoparentalidad. Entre 2008 y 2013, mientras que el apoyo al matrimonio homosexual oscilaba entre el 53% y el 60%, entre el 54% y el 67% de las personas francesas consultadas se mostraban en contra de que dos personas del mismo sexo pudieran adoptar hijos. Por último, es importante resaltar que La manif pour tous ha diferenciado entre un “feminismo bueno” –centrado en la defensa de la igualdad de salario, contra la violencia de género y la lucha por ciertos derechos de las mujeres–, y un “feminismo radical”, al que se acusa de estar dirigido por el movimiento trans y de haber abandonado las legítimas demandas de las mujeres en la lucha por la igualdad.

El caso alemán. España y los nostálgicos de Vox

En el país hasta hace poco dirigido por Angela Merkel, las ideas y propuestas antifeministas las defiende Alternativa para Alemania, una fuerza de extrema marcada por el euroescepticismo, el discurso antiinmigración y la crítica al euro. En sus inicios unió sus destinos al neonazismo alemán, pero hoy ha iniciado una operación de maquillaje para lavar su imagen pública, expulsando a dirigentes que mantienen contacto con los herederos de Hitler.

En España, el movimiento antifeminista recupera como señas de identidad los viejos discursos, valores y símbolos de la dictadura franquista. Algunos historiadores creyeron por un momento que los 40 años de dictadura nos servirían como vacuna y que nunca más retornaríamos a la sociedad patriarcal de inspiración nacionalcatolicista. Se equivocaron. Hoy, Vox acusa a las feministas de “feminazis” y “brujas” en las tribunas de los parlamentos sin que nada ocurra. El antifeminismo voxista va íntimamente unido al autoritarismo, al nacionalismo español y al modelo educativo católico. Se mantiene la exaltación de la historia colonial e imperialista y el rechazo a los nacionalismos vasco y catalán, que “atentan contra la unidad nacional”. Centralismo antiautonomista y defensa de la monarquía borbónica conviven con discursos antifeministas y xenófobos. Fundado en 2013, Vox no obtuvo representación significativa hasta las elecciones andaluzas de 2018, en las que logró el 11 por ciento de los votos. Finalmente, su contribución fue decisiva para que el Partido Popular y Ciudadanos pudieran formar Gobierno, y actualmente influye en las leyes que emanan del parlamento regional. Su irrupción en el Congreso de los Diputados con el 10,3 por ciento de los votos (un 15,1 por ciento tras la repetición electoral) da idea de la fuerza con la que va calando el proyecto antifeminista hispano. En la actualidad, el partido de Abascal es decisivo en Andalucía, Murcia y Madrid, donde precisamente una mujer, Isabel Díaz Ayuso, se ha abrazado a quienes sueñan con acabar de un plumazo con el feminismo.

El discurso de deslegitimación de la izquierda, la retórica “políticamente incorrecta” y las maneras agresivas convierten a Vox en el gran partido patriarcal español. No solo dicen haber llegado a la política para defender España de sus enemigos separatistas, sino para reinstaurar la familia tradicional (un hombre, una mujer y sus hijos) y el “derecho a la vida” frente a aquellas mujeres que practican el aborto. Cualquier otro tipo de unidad familiar que no sea el modelo católico, apostólico y romano se niega como aberrante. Es cierto que en el punto 90 del programa electoral de Vox de junio de 2016 se abre la puerta a la regulación de otras “unidades de convivencia”, pero nunca estarían equiparadas en derechos y obligaciones a la “familia natural”.

Dentro del espectro de partidos europeos de extrema derecha, Vox se sitúa entre aquellos para los que las políticas antifeministas juegan un papel esencial. En las propias declaraciones y comunicados de prensa del partido verde se manifiesta una total oposición al concepto mismo de “género”, que consideran destructivo para la familia. De hecho, la introducción del término “ideología de género” en España se debe, en buena medida, a Vox. Obviamente, niegan la violencia machista, elevan la anécdota de las denuncia falsas por malos tratos a la categoría de regla general y desprecian a las organizaciones y asociaciones que luchan por la igualdad (son tachadas peyorativamente como “chiringuitos socialcomunistas”). Además, proponen la supresión de facto de cualquier tipo de subvención pública para atender a las políticas de género, desde la eliminación de departamentos oficiales dedicados a la igualdad hasta la derogación de leyes LGTBI y de violencia machista, así como la eliminación del teléfono 016 de ayuda a las mujeres que han sufrido violencia a manos de sus parejas. Un auténtico desmantelamiento de las políticas de bienestar. Finalmente, el discurso “familista” de Vox apuesta por la creación de un instituto de la natalidad, la difusión de valores relacionados con la maternidad y el impulso a los roles tradicionales de la mujer. Propuestas de esta índole se recogen en el acuerdo presupuestario de Andalucía firmado por PP, Ciudadanos y Vox. Así, en el punto 23 del apartado Revisión de acuerdos anteriores se menciona que “la Consejería de Salud y Familia impulsará una campaña a través de la Radio Televisión Andaluza en la que se fomentarán los valores de la maternidad”. Por otra parte, proponen algunas políticas “manifiestamente contrarias a la normativa internacional, europea y estatal”, agrega el informe. Por ejemplo, se propone una ley de violencia intrafamiliar, “no de género”, y la creación de un teléfono de ayuda contra la violencia en el ámbito familiar no específico para mujeres (ya vigente en Andalucía). En ese contexto se sitúa la polémica propuesta del pin parental, que propugna restringir el acceso de niñas, niños y adolescentes a contenidos de educación sexual. El primer paso antes de incluir el crucifijo en las escuelas.

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1 COMENTARIO

  1. Está ud guapo Sr Jose Antequera, que pena ser periodista(o eso dice)para los»artículos»que escribe, mas bien panfletos diría yo. Hace un flaco favor a su profesión

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