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Crisis económica: crónica de un crack anunciado

El pánico financiero desatado tras la caída del Silicon Valley Bank pone de manifiesto múltiples fallos en los controles de la banca

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análisis

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Cada día que pasa tenemos más sospechas de que no nos están diciendo toda la verdad sobre la fortaleza de nuestro sistema financiero y esos supuestos test de estrés a los bancos que no son más que operaciones de imagen de cara a la galería para tranquilizar a los mercados y a los clientes preocupados por sus ahorros. Si todo esto es una pantomima, si vivimos en una especie de Matrix económico, estamos perdidos porque es solo cuestión de tiempo que un nuevo tsunami vuelva a producirse. Por tanto, la pregunta que cabe hacerse es quién está detrás de estas crisis voraces y cíclicas que se suceden a una velocidad de vértigo. Sin ánimo de ponernos conspiranoicos, da la sensación de que un superpoder financiero en la sombra mueve los hilos. Y nos referimos al hecho de que las grandes multinacionales y los trust han acumulado más poder que los países regidos por democracias liberales. Un ejemplo: una decisión tomada por alguno de los dos fondos de inversión más importantes del mundo, Vanguard Group y BlackRock (que gestionan la friolera de 17 billones, con be, de dólares), puede acabar con cualquier gobierno por estable y fuerte que se crea. Son esos gigantes financieros los auténticos dueños de la globalización. El economista Santiago Niño Becerra lo ve meridianamente claro: “El poder lo tienen y tendrán cada vez más las grandes corporaciones. Piense que el valor de los activos del Deutsche Bank es 700.000 millones superior al PIB de España, y que la facturación de las diez principales compañías del mundo, en el 2019, la suma, supera al PIB del Reino Unido. Estamos hablando de auténticos monstruos. No hay ningún Gobierno que pueda enfrentarse solo a una empresa de este calibre. Ya no digamos a un conjunto de empresas”.

Influyentes y poderosos

Sobre el Club Bilderberg, la reunión anual a la que asisten las 130 personas más influyentes del mundo, solo con invitación, planea la sospecha de que puede estar detrás de los grandes terremotos económicos del planeta. Cada año el grupo es acusado de conspirar para imponer un gobierno mundial, un dominio capitalista y una economía planificada al margen de los Estados. “Se trata de una lista exclusiva de figuras de influencia global que ha captado el interés de una red internacional de conspiracionistas, quienes durante décadas han visto al grupo Bilderberg como un esquema globalista-corporativo y están convencidos de que una élite poderosa está moviendo al planeta hacia un nuevo orden mundial oligárquico”, asegura el periodista Kenneth P. Vogel, que ha trabajado para el New York Times. Y la periodista Cristina Martín, autora de Los planes del Club Bilderberg para España (Editorial Ariel), asegura: “Llevo diez años investigándolo, y sí, tiene muchísimo más poder de lo que la gente piensa. Además, actúa en el subsuelo. Los medios de comunicación nos describen un planeta y una España muy distinta a la real, porque hay gente con poder, que se reúne y planifica, que tiene una estrategia a largo plazo para el mundo, y se llama Club Bilderberg, integrado por gente con muchísimo poder que, al unirse, lo multiplica”.

«Asamblea de gatos gordos en la nieve»

Otro gran candidato a poder en la sombra es el Foro Económico Mundial, también conocido como Foro de Davos. Allí, desde 1971, se reúnen grandes magnates, políticos y algún que otro periodista o intelectual invitado con el supuesto fin de analizar los problemas más apremiantes que afronta el mundo, entre ellos, el hambre y la desigualdad, las pandemias, las crisis diplomáticas y energéticas y los conflictos armados que pueden poner en peligro la necesaria tranquilidad y estabilidad del dinero. Los conspiranoicos se han cebado con este elitista club del dinero propagando las más extravagantes ideas, como que sus trajeados socios quieren que la humanidad acabe comiendo insectos en lugar de carne para combatir la inseguridad alimentaria, que la solución al cambio climático pasa por sacrificar a millones de gatos y perros en todo el mundo o que la pandemia de covid fue planeada en sus flamantes despachos para controlar la explosión demográfica. Rumores y bulos al margen, lo cierto es que desde 2020 las grandes fortunas han aumentado, incluso cuando la inflación y los bajos salarios castigan a las clases más débiles.

Al final, lo más probable es que esta cita anual no sea más que un balneario para ricos ociosos, pero el caso es que ellos se han ganado a pulso la mala fama y la antipatía que despiertan allá por donde van. Quizá tenga algo que ver que el uno por ciento de las personas más ricas de la Tierra posea el cuarenta y ocho por ciento de la riqueza mundial. O que la brecha entre ricos y pobres no haga más que aumentar. O que más de 1.000 millones de personas estén a punto de morir de hambre. En cualquier caso, cada vez que los miembros de Davos se reúnen dejan tras de sí un torrente de manifestaciones organizadas por los activistas antiglobalización, ese movimiento social del siglo XXI que más allá de hacer mucho ruido, romper escaparates, incendiar contenedores y vehículos y movilizar a unos cuantos miles de policías, aún no ha conseguido consumar la gran revolución pendiente contra las oligarquías mundiales. En cualquier caso, la leyenda negra de esta organización ha dado lugar a un concepto, “el hombre de Davos”, con el que el politólogo Samuel P. Huntington se refirió a las familias de rancio abolengo que “tienen poca necesidad de lealtad nacional, ven las fronteras nacionales como obstáculos que afortunadamente están desapareciendo y ven a los gobiernos nacionales como residuos del pasado cuya única función útil es facilitar las operaciones globales de la élite”. O como dijo el cantante Bono, de U2: “Davos es una asamblea de gatos gordos en la nieve”.

No deja de ser curiosa aquella carta del propio presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, en la que lanzó un mensaje de alerta. “El mundo se encuentra en una encrucijada. Podemos seguir por la actual senda de puntos de vista polarizados, conflictos crecientes y numerosos problemas sin resolver, con lo que en el mejor de los casos terminaremos en una crisis mundial permanente. En el peor, degenerará en el caos con impredecibles consecuencias”. Como para meterse en la cama y no salir.

Crisis cíclicas y convenientes

Wall Street, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, OCDE, hay no pocos candidatos a organismo de control del poder mundial (quizá cada uno de ellos no sea sino parte del mecano, de la tramoya, y no haga más que cumplir con una función biológica del Gran Leviatán). Pero, en cualquier caso, al final, al ciudadano le queda la inquietante sensación de que los poderes fácticos de las altas esferas existen y están ansiosos por acelerar la bioquímica del dinero para poder repartir beneficios cuanto antes. Esa gente codiciosa, enganchada al vicio de la especulación, ya no puede esperar veinte, treinta o cincuenta años hasta que estalle una crisis para darle a la tecla de la caja registradora. Todo va muy deprisa, también la economía, y el capitalismo necesita períodos de expansión y contracción mucho más cortos y con más frecuencia. Ya ni siquiera se ocultan o se preocupan de disimular. Se reúnen, aprietan el botón nuclear del terremoto económico y el crack está asegurado a la mañana siguiente. Es solo cuestión de horas. Nadie, ni el experto más avezado premiado con el Nobel, es capaz de explicar esta sucesión de sobresaltos cíclicos ni qué pasará la semana que viene. Probablemente ocurrirá lo que se les antoje a las élites. De ahí que la Economía se haya convertido en una disciplina inútil a la hora de prever el siguiente cataclismo. 

Es evidente que la explicación marxista sobre las crisis cíclicas ya no sirve. Aquello de que el incremento constante de la producción satura el mercado, disminuye los precios y acaba paralizando la propia cadena productiva es un marco teórico superado en el contexto globalizador oligopolístico en el que nos movemos hoy por hoy. Todo está en manos de unas cuantas corporaciones y organismos que marcan los tiempos y toman las decisiones sobre el futuro de la humanidad. Lo demás, Joe Biden haciendo el papelón para tranquilizar a los norteamericanos y convencerles de que sus ahorros están seguros, forma parte del teatrillo. El golpe al Silicon Valley Bank no ha hecho más que comenzar y ya están pensando en el siguiente. Aterrador.

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