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COVID-19: Campaña de Operaciones Psicológicas y Manipulación Social

Daniel Ponce Alegre
Daniel Ponce Alegre
Técnico Superior Análisis de Laboratorio, *Teología en Pontificia Universidad Lateranense. *Historia Antigua en Pontificia Academia de Ciencias Sociales y Políticas. *Comunicación en Universidad de Navarra - COSO
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análisis

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Efectivamente, la llamada »Pandemia COVID-19» no ha sido tal sino, en su mayor parte y de manera fundamental, una Campaña de Operaciones Psicológicas y de Manipulación Social aplicada al control ciudadano.

Esta Campaña Estratégica Global es considerada por algunos analistas, entre los que me encuentro, en la Campaña de Engaño mayor de la Historia, caracterizada por mentiras desde los canales oficiales, con la colaboración de los medios de masas, y  liderada por los aparatos y burocracias gubernamentales.

A ellos se han unido asociaciones o colegios de médicos, biólogos, abogados, periodistas y agencias u ONG’s internacionales de DDHH.

Hemos sido testigos, y seguimos siéndolo pues muchas intromisiones a muestra historia clínica y derechos de movilidad se han quedado, a una larga lista de intrusiones sin precedentes en la práctica médica y protocolos sanitarios relativos a autopsias y eliminación o destrucción de cadáveres (como fueron destruídas las pruebas del 11M) además de la destrucción de carreras médicas o sanitarias  entre los que se niegan a poner en práctica los »protocolos covid» en sus pacientes y una reglamentación masiva de la atención médica dirigida por personas no cualificadas (como funcionarios o personal de la Administración sin más e, incluso, con personal de vigilancia y servicios) en sanidad.

Por primera vez en la Historia de los Estados Unidos (España y otros países de la UE tienen situaciones similares) un presidente, gobernadores, alcaldes, administradores de hospitales y burócratas federales están determinando tratamientos médicos basados, ​​no en información científica precisa o incluso basada en la experiencia, sino para forzar las inoculaciones (en España, el Gobierno y los medios de masas, en especial PRISA, Prensa Ibérica y Vocento, están recomendando la cuarta dosis junto con la de la gripe) y la aceptación de formas especiales de atención y «prevención» como el uso de mascarillas, distanciamiento social, respiradores y, en última instancia, una serie de vacunas de ARNm esencialmente no probadas.

Por primera vez en la historia del tratamiento médico, los protocolos no se formulan en función de la experiencia de los médicos que tratan con éxito a la mayor cantidad de pacientes, sino de personas y burocracias que nunca han tratado a un solo paciente, incluidos Anthony Fauci, Bill Gates, EcoHealth. Alliance, los CDC, la OMS, funcionarios estatales de salud pública, administradores de hospitales e, incluso, empresarios farmacéuticos y de telecomunicaciones como Albert Boula, Marc Zuckerberg y Jeff Bezos.

Los medios de comunicación (TV, periódicos, revistas, etc) y las sociedades médicas, con los colegios de médicos y los propietarios de las redes sociales se han designado a sí mismos como la única fuente de información sobre esta llamada «pandemia».

Se han eliminado sitios web, se ha demonizado a médicos clínicos, altamente acreditados y experimentados, y a expertos científicos en el campo de las enfermedades infecciosa, se han destruido carreras y toda la información disidente se ha etiquetado como «desinformación» y «mentiras peligrosas», incluso cuando proviene de los mejores expertos en los campos de virología, enfermedades infecciosas, cuidados críticos pulmonares y epidemiología.

Estos apagones de la verdad ocurren incluso cuando esta información está respaldada por extensas citas científicas de algunos de los especialistas médicos más calificados del mundo.

Increíblemente, incluso personas como el Dr. Michael Yeadon, el exvicepresidente de la División Científica de la compañía farmacéutica Pfizer en el Reino Unido, que acusó a la compañía de fabricar una vacuna extremadamente peligrosa, son ignoradas y demonizados; además de otros científicos altamente calificados, que han declarado que nadie debería tomar esta vacuna.

Esto no tiene precedentes en toda la historia de la atención médica, ya que el tratamiento temprano de infecciones es fundamental para salvar vidas y prevenir complicaciones graves. Estas organizaciones médicas, no sólo no sugirieron un tratamiento temprano, sino que atacaron a cualquiera que intentara iniciar dicho tratamiento con todas las armas a su disposición: pérdida de la licencia, eliminación de los privilegios del hospital, vergüenza, destrucción de la reputación e incluso arresto, y todo ello con el objetivo de inocular.

Un buen ejemplo de este ultraje contra la libertad del paciente de elegir tratamiento médico es la negativa a suministrar el llamado Documento de Consentimiento Informado, así como, la negativa a prescribir las llamadas vacunas.

Otra táctica sin precedentes es eliminar a los médicos disidentes de sus puestos como editores y revisores de revistas especializadas y retirar sus artículos científicos de las revistas, incluso después de que estos artículos se hayan impreso.

Hasta este »evento pandémico» nunca había visto tantos artículos de revistas siendo retractados (como sucede con el borrado en las videotecas del pasado inconveniente del Zelenski y del de sus milicias de asesinos, drogadictos y expresidiarios conocidas como Batallón Azov y Pravi Sektor) porque son »negacionistas» y promueven alternativas al dogma oficial, especialmente si los artículos cuestionan la seguridad de las vacunas.

Normalmente, un trabajo o estudio enviado es revisado por expertos en el campo, lo que se denomina revisión por pares. Estas revisiones pueden ser bastante intensas y puntillosas en los detalles, insistiendo en que todos los errores dentro del artículo se corrijan antes de la publicación. Por lo tanto, a menos que se descubra un fraude o algún otro problema oculto importante después de que el artículo esté impreso, el artículo permanece en la literatura científica.

Ahora somos testigos de un número creciente de excelentes artículos científicos, escritos por los mejores expertos en el campo, que se retiran de las principales revistas médicas y científicas con semanas, meses e incluso años después de su publicación. Una revisión cuidadosa indica que, en demasiados casos, los autores se atrevieron a cuestionar el dogma aceptado por los controladores de las publicaciones científicas, especialmente en relación con la seguridad, los tratamientos alternativos o la eficacia de las vacunas.

Han ocurrido varios casos en las compañías farmacéuticas ejercieron su influencia sobre los propietarios de estas revistas para eliminar artículos que de alguna manera cuestionan los productos de estas compañías; la Revista Discovery Salud es un ejemplo.

Peor aún es el diseño real de artículos médicos para promocionar medicamentos y productos farmacéuticos que involucran estudios falsos, son los llamados »artículos escritos por fantasmas».

The Guardian cita a Richard Horton diciendo que “las revistas se han convertido en operaciones de lavado de información para el industria farmacéutica.” Los artículos fraudulentos “escritos por fantasmas” patrocinados por gigantes farmacéuticos han aparecido regularmente en las principales revistas clínicas, como JAMA y New England Journal of Medicine.

Los artículos escritos »por fantasma» implican el uso de empresas de planificación cuyo trabajo es diseñar artículos que contengan datos manipulados para respaldar un producto farmacéutico y luego hacer que estos artículos sean aceptados por revistas clínicas de alto impacto, es decir, las revistas que tienen más probabilidades de afectar la toma de decisiones clínicas de los médicos. Además, proporcionan a los médicos en la práctica clínica reimpresiones gratuitas de estos artículos manipulados. The Guardian encontró 250 empresas dedicadas a este negocio de escritura fantasma.

El paso final en el diseño de estos artículos para su publicación en las revistas más prestigiosas es reclutar expertos médicos reconocidos de instituciones prestigiosas, para agregar su nombre a estos artículos.

De vital importancia es la observación de los expertos en el campo de las publicaciones médicas de que no se ha hecho nada para detener este abuso.

Los especialistas en ética médica han lamentado que debido a esta práctica generalizada “no se puede confiar en nada”. Si bien algunas revistas insisten en divulgar información, la mayoría de los médicos que leen estos artículos ignoran esta información o la excusan, y varias revistas dificultan la divulgación al exigir que el lector encuentre las declaraciones de divulgación en otro lugar. Muchas revistas no controlan tales declaraciones y las omisiones de los autores son comunes y sin castigo.

En cuanto a la información puesta a disposición del público, prácticamente todos los medios de comunicación están bajo el control de estos gigantes farmacéuticos u otros que se están beneficiando de esta “pandemia”.

Sus historias son todas iguales, tanto en contenido como en redacción. Los encubrimientos orquestados ocurren a diario y los datos masivos que exponen las mentiras generadas por estos controladores de información se ocultan al público. Todos los datos que llegan a los medios nacionales, así como las noticias locales que ve todos los días, provienen sólo de fuentes «oficiales», la mayoría de las cuales son mentiras, distorsiones o están completamente fabricadas de la nada y destinadas a engañar al público.

Los medios de televisión reciben la mayor parte de su presupuesto publicitario de las compañías farmacéuticas internacionales y de los fondos de inversión; esto crea una influencia irresistible para informar sobre todos los estudios inventados que respaldan sus inoculaciones y otros supuestos tratamientos. Sólo en 2020, las industrias farmacéuticas gastaron 6.560 millones de dólares en publicidad.

La publicidad televisiva de Pharma ascendió a 4.580 millones, un increíble aumento del 75% de su presupuesto. Eso compra mucha influencia y control sobre los medios.

Los expertos mundialmente famosos en todos los campos de las enfermedades infecciosas están excluidos de la exposición de los medios y de las redes sociales en caso de que se desvíen de alguna manera de las mentiras y distorsiones inventadas por los fabricantes de estas vacunas. Además, estas compañías farmacéuticas gastan decenas de millones en publicidad en las redes sociales, con Pfizer a la cabeza con $55 millones en 2020.

Si bien estos ataques a la libertad de expresión son suficientemente aterradores, aún peor es el control virtualmente universal que los administradores de hospitales han ejercido sobre los detalles de la atención médica en los hospitales.

Estos mercenarios ahora están instruyendo a los médicos a qué protocolos de tratamiento se apegarán y qué tratamientos no usarán, sin importar cuán dañinos sean los tratamientos «aprobados» o cuán beneficiosos sean los tratamientos «no aprobados».

Nunca en la historia de la medicina los administradores de hospitales han dictado a sus médicos cómo practicarán la medicina y qué medicamentos pueden usar.

El CDC de los EEUU, ni sus homólogos en la UE, no tiene autoridad para dictar a hospitales o médicos sobre tratamientos médicos. Sin embargo, la mayoría de los médicos cumplieron sin la menor resistencia.

La Ley Federal Care Act alentó este desastre humano al ofrecer a todos los hospitales de EE. UU. hasta 39.000 dólares por cada paciente de la UCI que pusieran respiradores, a pesar de que desde el principio era obvio que los respiradores eran una de las principales causas de muerte entre estos confiados y desprevenidos pacientes:

En España, el BOE publicó estas mismas remesas extra por entubado, ingresado en UCI o larga duración.

Además, los hospitales de EEUU recibieron 12.000 dólares por cada paciente que ingresaba en la UCI, lo que explica, en mi opinión y en la de otros observadores, por qué todas las burocracias médicas federales (CDC, FDA, NIAID, NIH) hicieron todo lo posible para prevenir la vida y ahorrar tratamientos tempranos: ¿Era su objetivo la reducción demográfica sistematizada?

Dejar que los pacientes se deterioraran hasta el punto de necesitar hospitalización significó mucho dinero para todos los hospitales, pero este dinero estaba compensado con mucho mas dinero.

Un número creciente de hospitales en EEUU y en otros paises con sanidad mayoritariamente privada, están en peligro de quiebra, y muchos han cerrado sus puertas, incluso antes de esta “pandemia”.

La mayoría de estos hospitales ahora son propiedad de corporaciones nacionales o internacionales, incluidos los hospitales universitarios.

También es interesante notar que con la llegada de esta “pandemia” hemos sido testigos de un aumento en las cadenas corporativas de hospitales que compran varios de estos hospitales financieramente en riesgo. Se ha observado que estos gigantes hospitalarios están utilizando miles de millones en ayuda federal para el Covid para adquirir estos hospitales financieramente en peligro, lo que aumenta aún más el poder de la medicina corporativa sobre la independencia de los médicos.

A los médicos expulsados ​​de sus hospitales les resulta difícil encontrar personal de otros hospitales para unirse, ya que también pueden ser propiedad del mismo gigante corporativo.

Como resultado, las políticas obligatorias de vacunación incluyen un número mucho mayor de empleados de hospitales.

Por ejemplo, Mayo Clinic despidió a 700 empleados por ejercer su derecho a rechazar una vacuna experimental peligrosa, esencialmente no probada.

Mayo Clinic hizo esto a pesar de que muchos de estos empleados trabajaron durante lo peor y están siendo despedidos cuando la variante »Omicron» es la cepa dominante del virus, que tiene la patogenicidad de un resfriado común para la mayoría y las vacunas son ineficaces en la prevención de la infección.

Además, se ha comprobado que la persona asintomática vacunada tiene un título nasofaríngeo del virus tan alto como una persona infectada no vacunada. Si el propósito del mandato de vacunación es prevenir la propagación viral entre el personal del hospital y los pacientes, entonces son los vacunados quienes presentan el mayor riesgo de transmisión, no los no vacunados. La diferencia es que un enfermo no vacunado no iría a trabajar, el esparcidor vacunado asintomático sí lo hará.

Lo que sí sabemos es que los principales centros médicos, como Mayo Clinic, reciben decenas de millones de dólares en subvenciones del NIH cada año, así como dinero de los fabricantes farmacéuticos de estas «vacunas» experimentales:

En mi opinión, esa es la verdadera consideración que impulsa estas políticas. Cuando esto pueda probarse en un tribunal de justicia, los administradores que hacen estos mandatos deberían ser procesados ​​con todo el peso de la ley y demandados por todas las partes perjudicadas.

Citando al Dr. Vernon Walters: »Como criminales de guerra».

El problema de la bancarrota de los hospitales se ha vuelto cada vez más agudo debido a los mandatos de vacunación de los hospitales y, como resultado, una gran cantidad de personal de los hospitales, especialmente enfermeras, se niegan a ser vacunados por la fuerza. Todo esto no tiene precedentes en la historia de la atención médica.

Los médicos dentro de los hospitales son responsables del tratamiento de sus pacientes y trabajan directamente con estos pacientes y sus familias para iniciar estos tratamientos.

Las organizaciones externas, como los CDC, no tienen autoridad para intervenir en estos tratamientos y hacerlo expone a los pacientes a graves errores por parte de una organización que nunca ha tratado a un solo paciente con COVID-19.

Cuando comenzó esta »pandemia», los CDC ordenaron a los hospitales que siguieran un protocolo de tratamiento que resultó en la muerte de cientos de miles de pacientes, la mayoría de los cuales se habrían recuperado si se hubieran permitido los tratamientos adecuados.

La mayoría de estas muertes podrían haberse evitado si se hubiera permitido a los médicos utilizar un tratamiento temprano con productos como la ivermectina, la hidroxicloroquina y una serie de otros medicamentos seguros y compuestos naturales: Este descuido del tratamiento temprano constituye un asesinato en masa.

Eso significa que en realidad habrían muerto 160.000, mucho menos que el número de muertes a manos de burocracias, asociaciones médicas y juntas médicas que se negaron a defender a sus pacientes. Increíblemente, a estos médicos expertos se les impidió salvar a estas personas infectadas con Covid-19.

Debería ser una vergüenza para la profesión médica que tantos médicos siguieran, sin pensar, los protocolos mortales establecidos por los controladores de la medicina.

También hay que tener en cuenta que este evento nunca cumplió con los criterios de una pandemia:

La Organización Mundial de la Salud cambió el criterio para hacer de esto una pandemia.

Para calificar un estado pandémico, el virus debe tener una alta tasa de mortalidad para la gran mayoría de las personas, lo que no ocurrió (con una tasa de supervivencia del 99,98 %), y no debe tener tratamientos existentes conocidos, que este virus tuvo, en hecho, un número creciente de tratamientos muy exitosos.

Nunca se ha demostrado que las medidas draconianas e inconstitucionales, además de contrarias a los DDHH, establecidas para contener esta «pandemia» artificial tuvieran éxito, como enmascarar al público, encierros y distanciamiento social. Varios estudios cuidadosamente realizados durante temporadas anteriores de gripe demostraron que las mascarillas, de cualquier tipo, nunca habían impedido la propagación del virus entre el público.

De hecho, algunos estudios muy buenos sugirieron que las máscaras en realidad propagan el virus al dar a las personas una falsa sensación de seguridad y otros factores, como la observación de que las personas rompían constantemente la técnica estéril al tocar la máscara, al quitarse la máscara incorrectamente y al filtrar sustancias infecciosas alrededor de los bordes de la máscara.

Además, las máscaras se desechaban en estacionamientos, senderos para caminar, se colocaban sobre mesas en restaurantes y se colocaban en bolsillos y carteras.

A los pocos minutos de ponerse la máscara, se pueden cultivar varias bacterias patógenas de las máscaras, lo que pone a la persona inmunosuprimida en un alto riesgo de neumonía bacteriana y a los niños en un mayor riesgo de meningitis.

También se sabía que los niños esencialmente no corrían ningún riesgo de enfermarse por el virus o transmitirlo.

Además, también se conoció que el uso de una máscara por más de 4 horas (como ha ocurrido en todas las escuelas) produce una importante hipoxia (niveles bajos de oxígeno en sangre) e hipercapnia (niveles altos de CO2) que tienen una serie de efectos nocivos para la salud, incluido el deterioro del desarrollo del cerebro del niño.

Sabemos que el desarrollo del cerebro continúa mucho después de los años de la escuela primaria.

Los diseñadores de esta pandemia anticiparon un retroceso por parte del público y que se harían grandes preguntas embarazosas.

Para evitar esto, los controladores alimentaron a los medios con una serie de tácticas, una de las más utilizadas fue y es la estafa de «verificación de hechos».

Con cada confrontación cuidadosamente documentada, los «verificadores de hechos» de los medios respondieron con el cargo de «desinformación» y un cargo infundado de «teoría de la conspiración» que fue, en su léxico: «desacreditado».

Nunca nos dijeron quiénes eran los verificadores de hechos o la fuente de su información de «desacreditación», sólo teníamos que creer a los «verificadores de hechos».

Un caso judicial reciente estableció bajo juramento que los “verificadores de hechos” de Facebook utilizaron la opinión de su propio personal y no expertos reales para verificar “hechos”.

Una lista de cosas que fueron etiquetadas como «mitos» e «información errónea» y que luego se demostró que eran ciertas:

– Los vacunados asintomáticos están propagando el virus de la misma manera que los infectados sintomáticos no vacunados.

– Las vacunas no pueden proteger adecuadamente contra nuevas variantes, como Delta y Omicron.

– La inmunidad natural es muy superior a la inmunidad de las vacunas y lo más probable es que dure toda la vida.

– La inmunidad de la vacuna no solo disminuye después de varios meses, sino que todas las células inmunitarias se ven afectadas durante períodos prolongados, lo que pone a las personas vacunadas en un alto riesgo de contraer todas las infecciones y el cáncer.

– Las vacunas COVID pueden causar una incidencia significativa de coágulos sanguíneos y otros efectos secundarios graves.

– Los vacunados exigirán numerosos refuerzos a medida que aparezca cada variante en escena.

– Se requerirán pasaportes de vacunas para ingresar a un negocio, volar en un avión y usar el transporte público.

– Habrá campos de internamiento para los no vacunados (como en Australia, Austria y Canadá)

– A los no vacunados se les negará el empleo.

– Hay acuerdos secretos entre los gobiernos, instituciones y fabricantes de vacunas.

– Muchos hospitales estaban vacíos o tenían poca ocupación durante la pandemia.

– La proteína de punta de la vacuna ingresa al núcleo de la célula, alterando la función de reparación del ADN celular.

– Cientos de miles han muerto por las vacunas y muchas veces más han resultado dañados permanentemente.

– El tratamiento temprano podría haber salvado la vida de la mayoría de los que murieron.

– La miocarditis inducida por la vacuna (que se negó inicialmente) es un problema importante y no desaparece en un período breve.

– Lotes mortales especiales de estas vacunas se mezclan con la masa de otras vacunas contra el Covid-19.

Varias de estas afirmaciones de quienes se oponen a estas vacunas ahora aparecen en el sitio web de los CDC, la mayoría aún identificadas como «mitos» y en España, varios organismos autonómicos atienden ya los efectos secundarios de los vacunados.

Hoy en día, una amplia evidencia ha confirmado que cada uno de estos llamados «mitos» eran de hecho ciertos.

Otra táctica de los defensores de la vacuna es demonizar a aquellos que rechazan vacunarse por una variedad de razones.

Los medios de comunicación se refieren a ellos como «antivacunas», «negadores de vacunas», «resistentes a las vacunas», «asesinos», «enemigos del bien común» y como »los que prolongan la pandemia».

Algunos psicópatas o esquizoides tuitean que están contentos de que determinado no vacunado haya muerto o que la persona vacunada muerta fuera un enemigo del bien. Este nivel de crueldad significa el colapso de una moral esencial, natural, y que es fruto del rechazo y abandono de nuestros valores religiosos.

Ya es bastante malo que el público caiga tan bajo, pero los medios de comunicación, los líderes políticos, los administradores de hospitales, las asociaciones médicas y las juntas de licencias médicas están actuando de una manera similar, moralmente disfuncional y cruel.

¿ Y hoy, la evidencia científica, los estudios cuidadosamente realizados, la experiencia clínica y la lógica médica han tenido algún efecto para detener estas vacunas ineficaces y peligrosas ? ¡Absolutamente no!.

Los esfuerzos draconianos para vacunar a todos en el planeta continúan.

Peor aún, no existe una investigación seria por parte de ninguna agencia gubernamental para determinar por qué se ha producido un aumento de personas que mueren y sufren lesiones graves y permanentes a causa de estas vacunas.

Lo que sí vemos es una serie continua de encubrimientos y evasivas por parte de los fabricantes de vacunas y sus promotores, desde muertes por olas de calor, cambio climático o depresión.

La guerra contra los medicamentos reutilizados y los compuestos naturales efectivos, baratos y muy seguros, que han demostrado sin lugar a dudas que han salvado millones de vidas en todo el mundo, no sólo ha continuado sino que ha aumentado en intensidad.

A los médicos se les dice que no pueden proporcionar estos compuestos que salvan vidas a sus pacientes y, si lo hacen, serán retirados del hospital, se les quitará la licencia médica o serán castigados de muchas otras maneras.

Muchas farmacias se han negado a surtir recetas de lvermectina o hidroxicloroquina, a pesar de que millones de personas han tomado estos medicamentos de manera segura durante más de 60 años en el caso de la hidroxicloroquina y décadas para la ivermectina.

Esta negativa a surtir recetas no tiene precedentes y ha sido diseñada por aquellos (Rockerfeller Foundation y Rothschild Co.) que desean evitar métodos alternativos de tratamiento, todo basado en proteger la expansión de la vacuna.

Como conclusión,  señalar que, todo lo hasta aquí considerado en este extenso análisis está mucho más detallado y meticulosamente analizado en el excelente libro de Robert Kennedy, Jr:

The Real Anthony Fauci. Bill Gates, Big Pharma, and the Global War on Democracy and Public Health.

Si realmente le preocupa al lector, la verdad y todo lo que ha ocurrido desde que comenzó esta Operación de Control llamada COVID-19 no sólo debe leer, sino estudiar, este libro detenidamente.

Está completamente referenciado y cubre todos los temas con gran detalle.

Esta es una tragedia humana de naturaleza  bíblica diseñada por algunos de los psicópatas más pérfidos y despiadados de la Historia de la Humanidad. Citando a David Icke:

»Nosotros jamás lo haríamos y lo vemos incomprensible, no nos cabe en la cabeza; ellos no tienen nuestros valores, no nos ven como humanos y lo llevan haciendo durante siglos».

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