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Cosas que me duelen

Nicolás Fuster
Nicolás Fuster
Nicolás Fuster nació un martes en Buenos Aires. Se buscó en Argentina, el Reino Unido, Bélgica y Luxemburgo. Estudió música y trabajó en una librería. Tiene una relación extramatrimonial con la Literatura y es un lector desordenado. Actualmente estudia Relaciones Internacionales en Sapienza (Roma).
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análisis

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Quizás es una extraña manifestación de los genes, porque aunque me apellide Fuster, nunca viví en Cataluña ni pasé, en varias oportunidades, más que unos pocos días de vacaciones, pero lo que sucede me duele especialmente. Me duele que se apruebe un Estatuto de Autonomía y que luego lo anulen, como sucedió en 2010. Me duelen más de treinta años de Convergència i Unió, es decir la derecha catalana, en los que la secesión era un poco menos urgente que ahora, porque los líderes estaban ocupados tapando sus múltiples casos de corrupción. Me duele que, ante las protestas por los recortes de estos últimos años, la derecha catalana haya recurrido al viejo la Patria en peligro y se haya inventado un enemigo a mano: España. No es nada nuevo – el enemigo extranjero es casi un lugar común cuando se quiere apurar algún proceso, basta una veloz ojeada a los últimos cien o ciento cincuenta años de Occidente para encontrar diversos ejemplos.

Me duele que el presidente de una región induzca a una elección, arengando a sabiendas de que es una votación ilegal, ergo no autorizada por el gobierno central. Naturalmente, es una enorme contradicción que en un país democrático se impidan las urnas. Pero la democracia no es solamente ejercer un voto. Democracia es, además, el respeto de las instituciones y el cumplimiento de la Constitución, que tiene la facultad de modificarse. Un estado en el que se viola la Constitución, por ejemplo llamando a votar en un referéndum no previsto por la ley, no es un estado democrático. No lo es.

Me duele que, en lugar de permitir la votación, declararla nula al finalizar la jornada, reiterar que esto es ilegal, mostrar que la participación no llegó al 50% y volver a invitar al presidente de la región a actuar dentro de los límites de lo legal, el Gobierno central haya reprimido de una manera innecesaria.

Me duele la manipulación de decir públicamente que se quiere el diálogo y la paz, mientras también públicamente se asegura que en pocos días se declarará unilateralmente la independencia luego de haber llevado adelante un referéndum ilegal. El presidente de la región no desconoce el Art. 155 de la Constitución española, en cuya órbita se encuentra Cataluña. Lo transcribo:

            1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.

Decíamos, Puigdemont conoce este artículo, e ir adelante contra el Estado español es una buena manera de buscar cualquier cosa menos paz y diálogo en pos de una mal llamada independencia. «Independencia» es un concepto que entra en juego cuando hay un régimen opresor, cuando hay colonias o situaciones bélicas. España tuvo colonias en todo el mundo, pero es insostenible decir que un Estado coloniza una parte del propio territorio – ni hablar de situaciones bélicas. Me duelen las personas apaleadas, porque de ninguna manera y bajo ningún pretexto se puede hacer lo que hicieron algunos uniformados de la Guardia Civil. Me duele la instrumentalización que Puigdemont hace especialmente del electorado catalán, porque la fuerza que tiene Puigdemont no es la apabullante mayoría de los catalanes, sencillamente porque no la tiene, sino las muy evitables fotos del domingo.

Pongamos, imaginemos, supongamos que se encuentra una salida legal o no, pero que Cataluña se convierte en una República en pocos meses. El Reino Unido está desangrándose por no salir del mercado único europeo, la República de Cataluña no solo no estaría en el mercado único sino que no estaría en la UE. ¿Con quiénes comerciarán? ¿Quién los defenderá si los invade Burundi? Ya veo las filas en los Consulados españoles para sacar pasaportes europeos, como en Buenos Aires en 2001 y 2002.

La iniciativa de la secesión de la Región de Cataluña surge en pleno auge de los populismos europeos (Wilders, Le Pen, AfD, Farage, Salvini y otros, que apoyan a Puigdemont) e internacionales (Trump, Putin, Erdogan), que buscan y promueven una fragmentación que se parece mucho a la debilidad.
Esto no pasaría en una circunstancia institucional y política más calma, en Europa y en el mundo.

Creo que una buena manera de resolver esto es sin mediadores ni otros oportunistas, sino con una votación (como no hubo en el Brexit) pactada y con garantías, donde sea excluyente una alta participación (de, por ejemplo, el 90%) y sean necesarios, por ejemplo, 3/4 de los votos válidos, previa modificación del Art. 2 de la Constitución, que transcribo:

La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

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