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Cordón sanitario y democracia

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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La peor forma de injusticia es la justicia simulada (Platón).

Las elecciones madrileñas se han convertido en nacionales, aunque no lo sean. Hay quien llega a tergiversar la realidad y esto no es honesto. Se trata de un grave error, propiciado por el eslogan de que Madrid es España. Pareciera desearse que el resto de las regiones no lo fuera, porque todo se reduce a Madrid. Esto parece banal a simple vista, pero se está comprobando que no lo es. Una declaración frívola y chistosa se ha convertido de hiperbólica en sustantiva. Aquí ya hay  violencia, aunque solo fuera ideológica.

De manera similar, presentar la campaña electoral con la palabra ‘libertad’ es una encrucijada peligrosa. Se trata de un rechazo al resto de formaciones que no tiene libertad ni la permiten. Todo está muy calculado. Si no hay odio, al menos sí que hay desprecio explícito. Y así va todo, pero no es nada banal, porque se puede banalizar, igualmente, el odio, es decir, el mal.

Otra cosa es simular tales acciones con el consabido rechazo de toda violencia. ¿Y por qué no se rechaza esta de ahora, la del momento actual? La respuesta no se hace esperar: se trata de toda violencia. Enseguida se entiende que también hay otras violencias que otros no han rechazado. Y es que todos recibimos amenazas, pero no hacemos circos, ni las aprovechamos para la ocasión. Y mucho más graves, como estar en una lista yihadista. Dar espectáculo ante las amenazas implica que algunas formaciones políticas se encuentran desesperadas porque pierden. Utilizarlas es populismo puro, en lugar de actuar con discreción y serenidad. También es posible que no denuncien, porque sean mentira, que esa es otra cosa.

Es gravísimo amenazar a personas, pero todavía más es hacerlo a la democracia como forma política en la que vivimos, la cual garantiza los derechos de todos, ricos y pobres, cultos e incultos, hombres o mujeres, niñas y niños. Esto tampoco se puede permitir, porque sería condenar a muerte a la democracia por sí misma. Esta tiene que disponer de recursos y medios suficientes para poder contener los ataques contra ella y ponerlos en práctica; de lo contrario, todos quedaríamos desvalidos. Los discursos tóxicos dividen a los ciudadanos, sabotean decisiones de todos y practican los extremismos más ruidosos. Hay que poner barreras de contención necesarias. Esto es lo que se denomina cordón sanitario, que precisamente en estos tiempos es político.

Se dan algunos equidistantes, sosteniendo que el cordón es poco democrático. ¿Por qué lo es? ¿Acaso por no permitir que muera la democracia como régimen político, que nos hemos dado los españoles? ¿Será necesario recordar que somos un Estado democrático, según el primer artículo de la Constitución? Es más, presumen encima de plurales y tolerantes, aunque pongan en paralelo la legalidad de Vox y de Unidas Podemos. Hombre no, no tienen ni punto de comparación. ¿Dónde vamos a llegar así?

No creo que sea provocar decir que entre nosotros ya se estableció el cordón sanitario contra el presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Desde luego, esto no se va a perdonar nunca. En la moción de censura contra Rajoy todos estuvieron a favor de sacarlo del gobierno, mientras mantuviera las estructuras de corrupción de su partido, porque esto era establecer contravalores que la democracia tenía que rechazar. Hasta el PNV, tan ponderado y detallista siempre, reaccionó. Era el único recurso que le quedaba a Rajoy, pero también le cerró el paso. No se propuso explícitamente el cordón, pero en la práctica funcionó como tal el voto de censura. La democracia lo hizo, porque sus valores eran incompatibles.

Ahora dicen que no hay que montar circos. Y lo dicen quienes montaron el número por los migrantes no acompañados, que en Madrid llegan a 269 con una población de siete millones de habitantes. No me parece que sean tantos. Claro que para los que se manifiestan como antiinmigración deben ser millones. ¿No es esto inaceptable para los valores democráticos? Las opciones de ultraderecha contestan que no. Y son legales: no reniegan de la democracia, porque la soportan, ni acuden a paramilitares en la defensa de sus valores. Por eso no se trata de ilegalizarlas, ni de criminalizar a sus votantes. En se basan muchos para defender que no son fascistas.

Es una cuestión moral que no muera la democracia por los ataques de la ultraderecha. Para esto es necesario el cordón sanitario. Hay que poner una gran barrera a su avance, impidiendo que puedan filtrarse en las instituciones. Su líder se vale de declaraciones no contrastadas, que luego resultan mentiras. Otras veces se salta el cordón policial y luego culpa a Interior por la falta de control. La subordinada se atreve a provocar hasta reventar un debate, al que se va para exponer propuestas a los ciudadanos. Exige que se retire uno de los invitados. Llama activista a la directora del programa. Luego se burla, acusando a todos de que se arrugan y no se atreven a debatir con ella. Se jacta de haberlo echado del debate y amenaza con expulsarlos del gobierno y hasta de España. El líder ordena a la policía que pare los desórdenes y avisa de que mandará a sus seguidores a defenderse por sí mismos, si no lo hacen las instituciones. Otra vez los puños y las pistolas.

Cuando se establezca el cordón sanitario, podremos valorar su eficacia. Mientras tanto, ya estamos viendo cómo actúan en las Comunidades en las que gobiernan, aunque algunos no pactaron con ellos y ahora pagan su error en las urnas. Otros se sentían molestos con aquellos y podrán tener ahora a estos como socios únicos. Cordón sanitario para una democracia amenazada. Producen terror, pero siguen avanzando con un suelo seguro. ¿Cómo hemos podido llegar a esto? Toda la responsabilidad es solamente nuestra.

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