La mágica década de los sesenta llegó a su fin con una sensación agridulce. En 1967 y sobre todo 1968 había alcanzado sus máximas cotas la cultura hippie de paz y amor, ciudades de todo el mundo habían protagonizado revoluciones políticas y culturales; una nueva generación de jóvenes, en definitiva, se había unido para buscar la playa bajo los adoquines. Pero aquellos días de sueños y esperanzas duraron poco, porque 1969 estaba llamado a ser el año más amargo de la década, en el que muchos de los anhelos alimentados desde aquel incipiente 1960, con el cambio de era que simbolizó la llegada de John F. Kennedy a la Casa Blanca, iban a quedar dramáticamente derrotados.

Las manifestaciones contra la guerra de Vietnam eran pan de cada día, y el ahora presidente Nixon las disolvía gaseando a los estudiantes desde helicópteros. La marihuana había dejado paso a drogas más duras, y muchas comunas hippies se tornaban peligrosamente hacia el universo de las sectas. Mientras, en Sudamérica la CIA entraba con más brío que nunca dispuesta a atar en corto a los gobiernos “rebeldes”. Todo parecía volverse más duro aquel 1969, llegaba a su fin el sueño de la ‘década prodigiosa’, y como si hubiese estado preparado, la banda de música que mejor ilustró aquella ilusión de cambio también puso broche a su trayectoria –simbólico al menos- al arrancar aquel año.

Iconos de independencia juvenil

La prosperidad económica que siguió al fin de la segunda guerra mundial alentó que surgiera en todo el mundo, y especialmente en EE UU, un fenómeno nunca visto hasta entonces: el mercado juvenil. Por primera vez en la historia los jóvenes se convierten en protagonistas de la gran industria de la cultura, con películas y discos concebidos para ellos. Elvis Presley primero y los Beatles más tarde supusieron la quintaesencia de ese fenómeno que además completaban con un elemento crucial: el espíritu de rebeldía. No era solo lo que cantaban, sino también su aspecto y actitud. Los jóvenes vestían como sus ídolos, caminaban como ellos y marcaban con sus canciones y su aspecto una ruptura respecto al mundo sus padres. Esa necesidad de marcar la diferencia, de aspirar a un mundo nuevo y mejor, iba a ser el germen de ese espíritu revolucionario y utópico de los años sesenta. Por eso no es gratuito constatar el hecho de que ambos símbolos culturales, Elvis y los Beatles, llegaran a su fin aquel 1969.

En realidad Elvis no se retiró aquel año, seguiría cantando hasta pocos días antes de su muerte, en 1977, pero de algún modo sí que murió el mito del rockero rebelled, tras firmar, en Julio de 1969, su primer contrato en Las Vegas, ciudad que se convertiría en su cementerio artístico. En menos de un año se quitaría para siempre la chupa de cuero para empezar a lucir sus monos de lentejuelas. El rey del rock se había hecho mayor y se convertía en un espectáculo para señoras con cardados imposibles.

En el caso de los Beatles, 1969 sí que marcó el final real de la banda. Aunque en 1970 habrían de lanzar su último disco, y no fue hasta ese año cuando se comunicó oficialmente la ruptura, al dar las campanadas del 31 de diciembre ya estaba claro que habían dejado de pedalear en la misma dirección. De hecho, en la edición del 7 de noviembre del 69 de la revista Life, en una entrevista titulada “I want to live in peace”, Paul McCartney reconocía que los Beatles efectivamente habían llegado a su fin. Dos meses antes, el 20 de septiembre, John Lennon había reunido a McCartney y a Allen Klein, el manager del grupo, para comunicarles su intención de dejar la banda.

Lennon fue sin duda el Beatle que más titulares acaparó aquel año, y con cada uno de ellos marcaba más la distancia del resto de sus compañeros. Aquellas diferencias habían quedado ya patentes, no obstante, durante la caótica grabación, el año anterior, del conocido como The white album, que más que un esfuerzo de grupo resultó en buena medida un reflejo de obras personales de cada integrante. Aquellas tensiones empezaban a cansar a Lennon, quien cada vez más inmerso en las drogas experimentales y en su relación con Yoko Ono, decidió volcarse en ella como principal compañera artística. La pareja se casó en Gibraltar el 20 de marzo, y cinco días después, durante su luna de miel, convocaron a prensa de todo el mundo para hacerles partícipe de su ‘Encamada por la paz’: cinco días metidos en la cama de un hotel de Ámsterdam para promover la paz mundial.

A esas alturas, mientras McCartney seguía en Londres intentando sacar adelante los proyectos pendientes de los Beatles, George Harrison se sumergía cada vez más en la cultura hindú, y Ringo Starr se sentía cada vez más ignorado, la independencia personal y artística de John Lennon resultaba incuestionable. Para dar salida a sus nuevas inquietudes musicales creó junto a Yoko Ono la Plastic Ono Band, que aunque inicialmente iba a ser un proyecto paralelo, el éxito de sus primeros conciertos llevó al músico a decidir, sin vuelta atrás, su ya citada marcha de los Beatles.

Desde la azotea

Por todo lo comentado, y aunque aún quedaban dos discos de estudio por salir, muchos fieles del grupo prefieren señalar como final de facto de la banda el concierto que ofrecieron el 30 de enero de 1969 en la azotea del edificio de las oficinas de Apple Corps, el conglomerado artístico de la banda, en el número 3 de Savile Row, conocido como el Apple Building. Aquella actuación debía ser el final del documental que se estaba rodando sobre el proceso de grabación del álbum Let it be (por entonces titulado Get back), que ante la situación del grupo acabaría convirtiéndose en un documento histórico, una crónica audiovisual del final de la formación musical más influyente del siglo XX.

La idea inicial era tocar en un lugar especial y rompedor, desde un hospital rodeados de niños enfermos, a un barco anclado en las islas griegas o frente a las pirámides de Egipto. Al final, ante los evidentes problemas para poner de acuerdo a los cuatro músicos, alguien sugirió subir a la azotea del edificio, instalar el equipo y empezar a tocar. Solo pudieron atacar seis temas -‘Get Back’ (dos veces), ‘Don’t Let Me Down’, ‘I’ve Got a Feeling’, ‘One After 909’ y ‘Dig a Pony’- antes de que la policía londinense les obligase a parar al no disponer de licencia. Si se visiona el metraje de aquella actuación, disponible sin problema en internet (aunque de forma extraoficial, ya que los Beatles nunca han permitido la reedición de la cinta), emociona ver disfrutar a los cuatro amigos, como si, conscientes de la inminente despedida, se permitiesen un último gran show, por los viejos buenos tiempos.

Aquel ‘Concierto en la azotea’, irreverente, innovador y divertido, fue el último hito en la mitología beatlemaniana antes de afrontar los amargos meses finales de aquel grupo que cambió para siempre la música popular. La banda de rock que marcó como ninguna otra formación el espíritu alegre, optimista y revolucionario de los años sesenta.

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