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David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Piensa en toda la basura que saldría a flote, hasta dónde alcanzaría la disección si de la noche a la mañana te convirtiesen en «personaje público». Todas tus paridas, cagadas, faenas, todos tus zarpazos, malos rollos, celos, envidias materializadas, lo bueno y lo malo, todo quedaría a disposición de la audiencia, como prueba irrefutable de tu delito: ser como todos. Pero nadie, ningún otro, ni ese vecino que te apuntaría con su corrupto dedo, ni aquel «compañero» de trabajo con su trapera puñalada, ni tu antiguo profe, ni tu ex, ni tu peor enemiga, serían equiparados en bajeza a tu persona, porque habría llegado tu momento, el que toda la audiencia esperaba, y cualquier intento de fuga, cualquier maniobra de autodefensa no serviría más que para echarte más mierda encima.

No te estaría permitido cambiar de tema, ni escudarte en tu «derecho a la intimidad» (¿qué es eso?). Y si, ojo, como contrapeso a las inmundicias privadas, tuvieses en currículo cualquier tipo de impagable servicio a la comunidad, una pila de méritos humanos, artísticos, empresariales, ninguno de ellos contaría como atenuante a la hora de la quema pública. Y quedarían, de igual forma, impunes todos los autores de filtraciones y sobornos y malas prácticas favorecedoras de tu catalogación como personaje público. ¿Qué más da si buscaron en tu basura, pincharon tu teléfono o te siguieron furtivamente hasta «Casa Chonchi»? La estrella o, más bien, el estrellado eres tú: hay que despellejarte a ti, y más vale que permanezcas quietecito, callado y sumiso.

Este es el espíritu que preside los descuartizamientos mediáticos de personajes cuyo mayor crimen consiste en «ser alguien» y estar en el «punto de mira». Indudablemente, lo que despierta el hambre de intestinos en periodistas y telespectadores no puede ser otra cosa más que envidia pura y dura por lo que ellos (y ellas) no-son, ni serán. Y cuanto más prestigio se atribuye a la liebre objeto de la cacería (no digamos si es Premio Nobel), con mucho más celo y rabia desempeñan ellos sus trabajos de «periodistas» o «colaboradores», tarea que consiste en destripar y crucificar sin compasión ni fondo, según «fuentes» y «datos», con la insobornable mala leche que solo esas bocas rebosantes de baba y bótox pueden vomitar.

Así que recuerda, en caso de que algún día te conviertan en personaje público, que mantener tu ego a raya te salvará: no contestes.

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