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Casado sigue con la matraca de los fondos europeos pese a que la UE le sugiere que no vaya por ese camino

Aznar y Ayuso vuelven a lanzar sus dardos contra el líder del PP, esta vez en plena campaña electoral en Castilla y León

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análisis

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Cada día un disfraz nuevo. Ayer tocaba el de experto jamonero. Tras recibir un serio varapalo de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (nada sospechosa de peligrosa socialcomunista), Pablo Casado se fue a los secaderos de Guijuelo para posar en la enésima foto propagandística y desempeñar el papel de gran defensor del cerdo ibérico. ¿Sabrá cortar las lonchas con el afilado cuchillo jamonero como mandan los cánones? Lo dudamos, seguramente tiene a un Fermín que se las sirve en bandeja de plata mientras él, en zapatillas y bata de seda, permanece cómodamente instalado en su sofá junto a la chimenea. Los señoritos de la derechona son así: llevan un aristócrata dentro y les gusta que les sirvan los lacayos.

El caso es que, por varias razones, ayer fue otro día nefasto para Casado. No solo porque tuvo soportar que Von der Leyen le afeara sus sucias maniobras de los últimos meses para que la UE le niegue a España las ayudas para la recuperación económica, sino porque coleaban las declaraciones del fin de semana de Aznar, que volvió a arrojar serias sombras de sospecha sobre el liderazgo del actual dirigente popular. O sea, que le dejó otra cagadita en plena campaña electoral en Castilla y León. Últimamente Casado recibe más palos de los suyos que de la propia izquierda podemita.

El sábado, Ansar se había descolgado con unas sorprendentes declaraciones en las que parecía cuestionar el liderazgo del actual líder popular. No solo le sugirió que no se trata de llegar a la Moncloa, sino de saber “para qué se llega”. Es decir, que de alguna manera vino a aconsejarle que se relaje, que se centre en hablar del proyecto del Partido Popular para la España del futuro y que no ande por ahí como pollo sin cabeza, dándole estopa a Sánchez por cada cosa. No contento con esa andanada, Aznar hizo una larga enumeración de grandes figuras y activos del partido de hoy, un listado en el que Casado figuraba en el último lugar detrás de todos los agraciados. ¿Fue un lapsus del hombre que nos metió en la guerra de Irak? No lo creemos. Más bien fue una estrategia deliberada. El patriarca popular colocó al actual candidato detrás de los Feijóo, Ayuso, Moreno Bonilla y López Miras con toda la mala sangre y la mala baba del mundo, precisamente para hacer daño, advirtiéndole de que hay banquillo, de que se preparan cambios, de que hay sustitutos y revulsivos en la cantera para sacar del letargo a un PP que, hoy por hoy, lo tiene imposible para gobernar España sin la muleta de Vox.

Lógicamente, cuando Casado se desayunó con semejante desprecio del faro y guía espiritual del partido no pudo hacer otra cosa que tragar saliva y comprobar que las guadañas penden sobre su cabeza. Ayer lunes, y tras constatar que quizá había sido demasiado duro con el muchacho, el propio Aznar salió ante los medios para aclarar que, de momento, está con el actual candidato. Sin embargo, lo hizo con esa sonrisa entre forzada y siniestra que uno no sabe si es una muestra de simpatía hacia alguien o una sentencia de muerte. “Tengo cierto rubor en decirlo por si se considera necesario, yo apoyo a Pablo Casado y deseo que Pablo Casado tenga éxito y deseo que sea presidente del Gobierno de España porque creo que es mejor para España”, alegó el expresidente. Hay frases en El Padrino mucho menos inquietantes.

Casi al mismo tiempo, Isabel Díaz Ayuso se sumaba a la fiesta anticasadista al recordar que Aznar “no es un florero”, sino un político que aglutinó al centro derecha y que cuando asiste a un mitin “es reflexivo y doctrinal”. “Si quieren un discurso de palabras vacías que no le llamen”, sentenció clavando la navaja hasta el fondo del casadismo y retorciéndola para hacer más daño.

Toda esa movida interna, todo este complot en medio de la campaña electoral en Castilla y León, le cogió al jefe de la oposición en Guijuelo, entre jabugos y patas negras. El partido se le va al garete, los barones y baronesas se le rebelan, y él posando en un bosque de jamones colgados del techo, lejos de los centros de poder en Madrid. Surrealista. Si a George Bush lo pillaron en un colegio infantil el día que atacaron las Torres Gemelas y no supo qué hacer más que quedarse quieto, con las piernas cruzadas, haciendo como que leía un libro, ayer a Casado le pasó algo parecido. Génova volaba por los aires dinamitada por el dúo Aznar/Ayuso y él tenía que seguir con el guion previsto, con el programa de campaña, con el papelón de supuesto experto jamonero. ¿Qué podía hacer en medio de semejante cruda ofensiva del frente aznarista/ayusista conjurado para terminar de darle la puntilla al debilitado dirigente conservador? Casado miró a un lado y a otro, a un jamón y a otro, y vio claro que solo le quedaba una salida airosa: seguir con la matraca de los fondos europeos, lanzar sospechas infundadas de corrupción a costa de las subvenciones de Bruselas, tirar bulos contra Sánchez para desviar la atención del problemón que tiene en su casa.

Así, cuando los periodistas le preguntaron por la carta de Von der Leyen que alaba la gestión del Gobierno de coalición en el asunto de las ayudas, Casado tuvo que recurrir al chiste fácil. “Las únicas cartas que veo son las de Eurostat, el FMI, la OCDE, el Banco de España y la Airef. Y es que España es el último país en recuperación de todo el mundo desarrollado, lidera el paro en la UE y está a la cabeza en inflación, déficit y deuda. Y va a ser el país que más suba los impuestos”. Todo eso para finalmente hacer de Pitonisa Lola y vaticinar que en 2023 la Comisión Europea caerá por fin en la cuenta de los supuestos engaños de Pedro Sánchez. Casado debe tener una bola de cristal donde ve todo lo que va a pasar, la corrupción futura del PSOE con los fondos europeos, el desfalco de las comunidades autónomas gobernadas por la izquierda, el sindiós que se avecina. Curiosamente, es capaz de leer el futuro pero es un ciego ante el pasado. Los españoles aún esperan que diga algo sobre tantos escándalos.

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