Pablo Casado cree que “es bueno que las mujeres embarazadas sepan lo que llevan dentro”. Así lo ha dicho en una entrevista cuando se le ha preguntado qué opina sobre las propuestas del PP respecto a la interrupción voluntaria del embarazo. Pero detengámonos un momento en esa expresión: “Lo que llevan dentro…” El líder popular no ha dicho feto, bebé o hijo, sino “lo que llevan dentro”, eso que guardan ahí, como si la mujer fuese simplemente un buzón con piernas que porta un paquete postal o algo todavía peor: una máquina de parir.

Resulta evidente que oír a Casado hablar sobre maternidad es como escuchar a Donald Trump filosofar sobre el cambio climático o la cultura de la paz. Aflora el indocumentado de experiencias vitales y de libros. Sin duda estamos ante alguien que suelta palabras y conceptos cuñadísticamente sobre algo de lo que no tiene ni pajolera idea. Un jovencito como Casado que nunca sabrá lo que es parir con dolor ni darle el pecho a un hijo no puede, no debe, ir por ahí dando lecciones de maternidad a las mujeres. Por eso, cuando se pone en plan psicólogo argentino sin titulación, en modo aficionado que ha leído cuatro revistas sobre el tema y como mucho el tocho del doctor López Ibor −que es el que el tardofranquismo utilizaba para enseñar lo que era la sexualidad católica a los españolitos de la Transición−, a Casado le salen ideas impostadas, los falsos mitos, las falsedades biológicas, los traumas y prejuicios chirriantes contra el feminismo, y parece que está dando un curso de repostero, de mecánica de coches o de fontanería. ¿Qué habrá querido decir en realidad con eso de “lo que llevan dentro las mujeres…”, como si estuviese refiriéndose a ellas como factorías ambulantes de gestación?

Al líder del decadente PP se le pregunta por el aborto y empieza a decir cosas raras porque no sabe de lo que habla. Su micromachismo residual o macromachismo explícito (sobre eso habría mucho que hablar) le sale a relucir cuando se le pregunta sobre el aborto. En cierto modo es normal esa afirmación, ya que viene de alguien que no es una mujer, que no siente como una mujer y que no puede entender lo que es la maternidad tal como hace una mujer. Por eso Casado habla de traer niños al mundo como quien habla de bollos rellenos, de empanadillas de bonito o de napolitanas de chocolate. “Eso que llevan dentro…” Cuando el presidente del PP se pone a disertar sobre el aborto es como si a un beduino que lleva toda su vida viviendo en el desierto, entre camellos, versículos del Corán y espejismos por el calor, le preguntaran por los fundamentos de la física cuántica. Ese desconocimiento de la materia, esa ignorancia en el cuerpo y el alma de la mujer, provoca que le salga un discurso grotesco.

“Soy padre de un cincomesino y tuvimos una amenaza de parto en un tramo en el que se podía abortar libremente”, ha confesado elevando a la categoría de máxima, de principio general para todas las mujeres del mundo, lo que no deja de ser su propia experiencia personal, intransferible, única. Lo malo de un hombre que se cree el ombligo del mundo es que no puede comprender el drama existencial de otros seres que no han tenido tanta suerte como él. Casado no entiende el dolor de una madre sin recursos para traer bebés al mundo, de un embarazo no deseado o de una mujer violada. Por eso trata de reducir todo el complejo y vasto universo femenino imposible de clasificar a lo que a él le sucedió con su hijo prematuro. O sea, como ese cuñado que empieza la conversación diciéndole a uno: “Eso ya me pasó a mí, tú lo que tienes que hacer es…”

En el fondo, lo que Casado trata de decirnos entre simplezas y topicazos machistas es que vamos a volver a la ley del aborto del 85, que ahí es donde está la madre del cordero, nunca mejor dicho. El presidente del PP ha asegurado en su entrevista que “lo importante es que a través de una ley de apoyo a la maternidad, ninguna mujer que está ante el abismo de utilizar la decisión de interrumpir su embarazo la tome por presión de su pareja, de sus padres, por falta de recursos o por desconocimiento, sea en supuestos o en plazos”. O sea que Casado no solo pretende convertirse en presidente del Gobierno, sino también en consejero sexual y sentimental, en una Elena Francis de la política que entre mitin de campaña y discurso sobre el 155 y la unidad de España resuelve las confidencias de las mujeres y de paso les da unas recetas de cocina, trucos de jardinería y consejos de salud y belleza para estar guapas cuando el marido llegue a casa cansado de trabajar.

“Quería dejar de hablar del aborto para ver, con la que tenemos en Europa y España, cómo tenemos más niños los que queramos tenerlos. Dije que teníamos un problema demográfico, pero no vinculando una cosa a la otra. En cualquier caso, creo que la cultura por la vida es progresista”, ha concluido en una especie de revoltijo intelectual. No extraña que haya incendiado las redes sociales, que haya sido trending topic de esos y que lo hayan puesto a parir.

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