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Casado flirteó con Vox, Feijóo se casa

El nuevo presidente del PP intentará mantener un inútil distanciamiento con la ultraderecha en el ejecutivo castellanoleonés, porque en apenas unos meses la coalición se podría repetir en Andalucía, según los sondeos

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El nuevo presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, escenificará de facto bajo su mandato lo que nunca llegó a hacer su predecesor, Pablo Casado: firmar los desposorios con la ultraderecha, un hito que en el Partido Popular Europeo fue calificado de “claudicación” por el propio presidente de los populares europeos, Donald Tusk. Sin ir más lejos, los hermanos del PP en Francia han reclamado este pasado fin de semana sin dudarlo un instante un “cordón sanitario” en torno a Emmanuel Macron para evitar que la ultraderechista Marine Le Pen acceda al Elíseo el próximo 24 de abril en la segunda vuelta de las presidenciales francesas. En cambio, Alfonso Fernández Mañueco será investido presidente de la Junta de Castilla y León este lunes 11 de abril, en el primer ejecutivo de coalición con Vox en la historia de este país, en un parlamento autonómico que también estará presidido por la ultraderecha, que lleva como eje fundacional el desmantelamiento del Estado autonómico, entre otros aspectos de dudosa constitucionalidad.

La presencia o ausencia en el acto de Feijóo se ha mantenido en el aire hasta el último instante, en un inútil intento de distanciamiento formal con la formación ultraderechista, a la que el PP ha permitido entrar por primera vez en un ejecutivo de coalición, algo que nunca llegó a hacer su predecesor. Pese a ello, fue precisamente Casado el que instó a Mañueco al adelanto electoral previendo erróneamente que obtendría una holgada mayoría a la que no le haría falta sumar a los ultraderechistas. Erró por completo el tiro y ahora es Feijóo el que debe cargar con esa cruz, algo que no ha comenzado a hacer precisamente de frente.

Ponerse de perfil

La intención del nuevo líder popular de ponerse de perfil ante lo que a todos luces es un largo idilio de, a priori, cuatro años por delante en Castilla y León se puede ver definitivamente desmoronada ipso facto con lo que ocurra en los próximos meses en Andalucía, que está a la espera de la convocatoria electoral de Juan Manuel Moreno Bonilla. Todos los sondeos, incluso el del CIS andaluz, otorgan al PP una cómoda mayoría, pero muy lejos de la absoluta, con lo que necesitaría el apoyo imprescindible de Vox, ansioso desde mitad de legislatura por un adelanto electoral que sólo ahora parece que llega, precisamente en el momento en que las encuestas otorgan a la extrema derecha la mayor estimación de votos. Los ultraderechistas ya han adelantado en reiteradas ocasiones que sólo participarán en un acuerdo de coalición de gobierno y no como hasta ahora desde fuera del ejecutivo bipartito de PP y Ciudadanos.

De este modo, de aquel “hasta aquí hemos llegado” que le espetó Casado en el Congreso de los Diputados al líder de Vox, Santiago Abascal, no queda ya ni el propio Casado. En cambio, lejos de aplicar esta sentencia sobre el papel como hacen en toda Europa sus hermanos populares (Francia es el último ejemplo), Feijóo acude a esta boda de facto con la ultraderecha en Castilla y León sabiendo que tiene con visos de continuidad próximamente en Andalucía, y quien sabe si también en un cada vez más cercano asalto a la Moncloa en 2023.

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