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Carmen de Burgos

Eduardo Luis Junquera Cubiles
Eduardo Luis Junquera Cubiles
Nació en Gijón, aunque desde 1993 está afincado en Madrid. Es autor de Novela, Ensayo, Divulgación Científica y análisis político. Durante el año 2013 fue profesor de Historia de Asturias en la Universidad Estadual de Ceará, en Brasil. En la misma institución colaboró con el Centro de Estudios GE-Sartre, impartiendo varios seminarios junto a otros profesores. También fue representante cultural de España en el consulado de la ciudad brasileña de Fortaleza. Ha colaborado de forma habitual con la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón y con Transparencia Internacional. Ha dado numerosas conferencias sobre política y filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad UNIFORM de Fortaleza y en la Universidad UECE de la misma ciudad. En la actualidad, escribe de forma asidua en Diario16; en la revista CTXT, Contexto; en la revista de Divulgación Científica de la Universidad Autónoma, "Encuentros Multidisciplinares"; y en la revista de Historia, Historiadigital.es
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análisis

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El impacto de la censura en los países que la aplican tiene un alcance que no solo afecta a las generaciones que la sufren de forma directa, sino a las posteriores, que ven disminuidas las capacidades y el crecimiento de la sociedad en su conjunto debido a esta merma en el acervo colectivo. Un escritor prohibido durante décadas corre el riesgo de desaparecer de la memoria de su pueblo, con todo lo que representa el desconocimiento de su obra en cuanto a empobrecimiento cultural. No fue sino hasta finales de los años 70 y comienzo de los 80 del pasado siglo XX que volvimos a ver en España las obras de Carmen de Burgos, escritora, periodista, feminista, activista social, primera corresponsal de guerra española-por delante de Sofía Casanova- y primera mujer en escribir una columna en un periódico nacional, aunque fue Jesusa Granda, en 1895, la primera mujer admitida en la Asociación de la Prensa de Madrid. Cuando Carmen de Burgos ingresa en la Asociación madrileña, en 1907, ya lo habían hecho cuatro mujeres, pero esto no le resta protagonismo alguno ni méritos para entrar con letras de oro en la historia del periodismo nacional, europeo y mundial.

Como María Luz Morales, directora de La Vanguardia entre agosto de 1936 y febrero de 1937, que usaba el seudónimo de Felipe Centeno, Carmen de Burgos firmaba con el nombre de Colombine, en parte porque entonces, como ahora, lo francés tenía un gran prestigio en el orden cultural y porque Augusto Suárez de Figueroa, director del diario El Universal, no quería que se supiera que era una mujer quien escribía. Con su ensayo, La mujer moderna y sus derechos, publicado en 1927, de Burgos se adelantó a Simone de Beauvoir en más de 20 años analizando los feminismos del primer tercio del siglo XX y cuestionando frontalmente las diferentes teorías científicas, biológicas y psicológicas que defendían la inferioridad de la mujer.

De haber nacido en un país como Estados Unidos, Francia, Alemania o Inglaterra, naciones con un concepto de marca-país muy superior a España, de Burgos sería considerada la pionera del feminismo a nivel mundial y no una semi desconocida. La miopía franquista jugó un papel fundamental en todo esto ya que el libro El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, alcanzó una difusión planetaria, consagrando a la francesa como la madre del movimiento feminista, mientras que La mujer moderna y sus derechos fue censurada por Franco e incluida entre los primeros nueve libros prohibidos por la dictadura una vez terminada la Guerra Civil, junto a obras de Zola, Voltaire o Rousseau. Nada extraño si examinamos el papel que el franquismo reservaba a las mujeres: obedientes procreadoras focalizadas en las tareas del hogar y siempre subyugadas al marido.

Pero mucho antes del lanzamiento de La mujer moderna y sus derechos, Carmen de Burgos habló abiertamente del sufragio femenino en el diario El Globo. Fue en 1902, dieciséis años antes del triunfo de la lucha de las sufragistas británicas. En la misma época, escribió también acerca de la situación de los obreros en las fábricas y de la de los niños en las cárceles. Carmen de Burgos se opuso también a la pena de muerte. En 1904 publicó en El Universal una encuesta sobre el divorcio, algo extraordinariamente transgresor para la época porque jamás se había planteado en nuestro país, granjeándose la enemistad de los sectores más conservadores de la sociedad y de la Iglesia. Como corresponsal del Heraldo de Málaga en la Guerra de Melilla, en 1909, convivió con los soldados españoles y, testigo excepcional de los horrores del conflicto, comenzó a defender la objeción de conciencia. Escribió alrededor de 10.000 artículos en 140 periódicos de todo el mundo. Murió apenas año y medio después de instaurarse la Segunda República. Los niños españoles no deberían tener la menor duda de quien es Carmen de Burgos cuando su nombre sea mencionado, pero estamos en un país que maltrata a sus hijos más ilustres y que, incluso, discrimina a sus genios por motivos ideológicos.

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