Nuestra impresión fue que en Montecarlo le perdonó, Carlos Alcaraz a Rafael Nadal. Se sentía con potencia de sobra para derrotarlo, pero lo vio tan frágil, llamando a servicio médico, tumbándose en el suelo, que de algún modo no quiso sentirse responsable de la derrota de su ídolo.
De la derrota de su padre; porque Rafael NADAL tenísticamente hablando ES EL PADRE ELEGIDO POR CARLITOS ALCARAZ.
Pero en la CAJA MÁGICA, qué bonito es ese nombre: La Caja Mágica, Alcaraz no se ha resistido a su propia magia. Era muy superior, era el futuro, era su padre Nadal con dieciséis años menos.
Y lo ha derrotado. A pesar de la torcedura de tobillo, a pesar de que Nadal ha dado lo mejor de sí mismo. A pesar de que el objetivo más importante para NADAL en el Open de Madrid era precisamente GANAR AL MONO JOVEN que parece llamado a sustituirlo.
Nadal no lo ha conseguido, no ha cumplido su objetivo. Ha jugado tan magníficamente como ha sido capaz, pero era imposible frente a la magia y el descaro y la impertinencia de Carlitos.
CARLITOS.
Y encima tiene la desfachatez de llamarse a sí mismo CHARLIE o CARLITOS.
Ha jugado como el diablo, una vez más, CARLITOS ALCARAZ, como en aquellos cuatro juegos en los que machacó a Tsisipas después de que le lanzara un pelotazo directo al cuerpo.
Carlos Alcaraz -en un momento de dramatismo inevitable que es ley de
vida- ha derrotado a su ídolo, HA MATADO AL PADRE, cómo se dice en psicología.
El futuro es suyo o al menos lo parece. Pero lo que sí ES SUYO segura e indiscutiblemente es, a fecha de hoy, EL PRESENTE.
Maravilloso partido en el que los aficionados españoles, ganase quien ganase, tenían que celebrarlo.
VIVA EL NUEVO ADALID DEL TENIS ESPAÑOL.
Pero que nadie piense que Rafael Nadal está acabado. Nada raro sería que en el próximo enfrentamiento entre ambos el padre lograse otra vez el milagro y pusiera al hijo impertinente y brillante en su sitio.
Tigre Tigre
