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¡Basta de violencia en Cataluña!

Jordi Sedó
Jordi Sedó
Filólogo y maestro. Su formación es fundamentalmente lingüística. Domina siete idiomas y, profesionalmente, se ha dedicado a la enseñanza, a la sociolingüística y a la lingüística. Se inició en la docencia en un centro suizo y, posteriormente, ejerció en diferentes localidades de Cataluña. Hoy, ya jubilado de las aulas, se dedica a escribir, mayormente libros y artículos periodísticos, da conferencias y es el juez de paz de la localidad donde reside. Su obra escrita abarca los campos de la lingüística, la sociolingüística, la educación y el comentario político. También ha escrito varios libros de narrativa.
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análisis

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A raíz de las últimas detenciones que se han producido en Cataluña, ha aumentado la frecuencia con que se reclama, del movimiento independentista, un abierto rechazo de la violencia.

Pues bien, quien firma este artículo ha sido independentista toda la vida y rechaza abiertamente cualquier tipo de violencia. ¿Queda suficientemente claro? Y ese rechazo se hace extensivo, naturalmente, por si quedaban dudas, también a la violencia que pudiera ejercerse, si sucediera en un futuro hipotético, con el fin de que Cataluña obtuviera la independencia.

Pero es que como, por mucho que se repita hasta la extenuación desde ciertos sectores, esa violencia nunca se ha producido, no deja de llamar la atención esa obsesión por exigir del movimiento independentista y de las instituciones la condena de algo que todavía no ha tenido lugar, tratándose, además, de un colectivo de más de dos millones de personas cuyas acciones nunca han sido violentas y sí, en cambio, un ejemplo de civismo en todas las ocasiones en que se ha manifestado. Pero vaya, si eso les llena de gozo, sí: condenamos cualquier tipo de violencia, aun cuando ésta tuviera como objetivo conseguir la independencia de Cataluña. Lo repito por si no había quedado claro. Y, además, estoy seguro de que este sentimiento es el de la casi totalidad de los independentistas catalanes, incluidos sus dirigentes. Y no me vengan con la monserga del “apretar” del Presidente Torra, que tanto rendimiento les ha dado a los contrarios a la independencia de Cataluña para hacer demagogia, porque lo que dijo, por inoportuno que pudiera ser, que lo fue, no tenía por qué ser interpretado en clave de violencia. Son ganas de ver cosas donde no las hay.

Además, el movimiento independentista, como tal, no tiene por qué asumir las acciones de grupos minoritarios que, en un momento determinado, puedan llevar a cabo desórdenes públicos por su cuenta y riesgo. Por lo que a mí respecta, estoy convencido de que esas iniciativas no son del agrado de la mayoría del movimiento independentista precisamente porque sus enemigos son los que más desean que se produzcan acciones cuanto más violentas mejor para poder desacreditarlo. Y, claro, están desesperados porque tales acciones no se producen y se ven obligados a agarrarse a un clavo ardiendo. Durante el juicio a los políticos catalanes, los fiscales necesitaban que hubiera habido violencia para que se les pudiera condenar por rebelión y, sin embargo, la máxima que los testigos, mayormente miembros de la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pudieron describir con una más que sospechosa unanimidad en las expresiones utilizadas fue miradas de odio en los votantes del 1-O y el hecho cierto de que los ciudadanos –¡cosa insólita!– iban “armados” con paraguas un día en que llovía. Y eso, sí: el entonces delegado del Gobierno, Sr. Enric Millo, declaró que algunos votantes hasta rociaban el suelo con un conocido detergente para que los policías resbalaran. ¡Puro terrorismo, vamos…! ¡De ahí al tiro en la nuca, un paso…! Para partirse de la risa, si no fuera porque estamos hablando de unos hechos que conmocionaron Cataluña, hace ahora exactamente dos años, y que dieron un resultado de 1.000 ciudadanos heridos o lesionados a manos de la policía que sí ejerció una violencia gratuita y con una brutalidad y un encono innecesarios. Un verdadero espectáculo ante toda Europa, que guarda silencio no sólo por oscuros intereses políticos, que también, sino, sobre todo, por vergüenza ajena. Algún día, también ellos tendrán que rendir cuentas ante la historia, por ese silencio.

Porque lo que se pretende es precisamente forzar la situación para que esa olla a presión reviente de una vez por todas. Y yo no descarto que, a causa de la represión a la que está sometido el independentismo, pudiera producirse, efectivamente, algún lamentable incidente realmente grave por parte de grupos incontrolados como los hay en todo movimiento del que participa un número de personas tan grande. Ese día, sus detractores habrán ganado una importante batalla y el independentismo la habrá perdido puesto que el máximo bastión con que cuenta el movimiento es, precisamente, esa actitud pacífica que le caracteriza y que es objeto de elogio en todo el mundo menos en España, que –y antaño solía jactarse de ello– por lo visto, aún es diferente.

Pero eso todavía no se ha producido. Que quede claro. Y ojalá no se produzca jamás. Ni esa violencia imaginada ni la real que ejerció la policía en Cataluña el 1-O en los colegios electorales ni la que perpetró aquel siniestro grupo llamado GAL que actuó en el País Vasco y que llevó a cabo torturas y fue responsable de 27 muertos, por cuyos hechos probados fueron condenados varios responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, dos ministros y algunos altos cargos del PSOE, entonces en el poder, con Felipe González al frente. ¿Creen posible que el presidente del Gobierno, que nunca fue procesado, no estuviera enterado de todo ese terrorismo de Estado mientras se producía? Eso sí es violencia. ¿A quién pretende dar lecciones de democracia, el PSOE?

Las acciones de cortar autopistas, levantar barreras de peaje o quemar un contenedor en la vía pública, además, por muy reprobables que sean, no son ni comparables a todo eso ni, por supuesto, atribuibles al movimiento independentista aunque sean independentistas quienes las lleven a cabo porque, hasta ahora, las han protagonizado pequeños grupos aislados y muy probablemente con la colaboración de infiltrados del otro bando, interesados en acusar de violentos a los independentistas. Por otra parte, ese tipo de acciones se ha producido siempre que ha habido protestas en la calle por cualquier causa, incluso ajena por completo al independentismo, como sucedió en los astilleros de Cádiz, en las minas de Asturias o en el conflicto de los taxistas en Barcelona. Y nadie habló de terrorismo, naturalmente. Porque no lo era. Y cuidado porque una cosa es que acciones como esas, que conllevan incomodidad a la ciudadanía, sean reprochables y otra cosa muy distinta es que deban merecer reproche penal, que tiene unas implicaciones y unas consecuencias muy distintas.

Y los medios de comunicación de alcance español deben reflexionar profundamente sobre la responsabilidad que tienen de informar de manera veraz y ponderada. Cuando ciertos medios o alguna diputada imprudente, desde el atril y mostrando, irreverente y sin ninguna vergüenza, una determinada fotografía que, desgraciadamente, está en la mente de todos, pretenden igualar la situación de Cataluña a la del País Vasco en las épocas en que ETA mataba, ¿qué vara de medir utilizan? ¿Les parece equiparable la existencia de más de 800 personas asesinadas a manos de la banda terrorista por ni un solo muerto en Cataluña? ¿Dónde está su ética profesional, dónde, su código deontológico?

¿Qué es lo que se pretende con todas estas provocaciones al independentismo? Pues me temo que, precisamente, forzar tanto la situación que, efectivamente, estalle algún conflicto serio y quizás de irreparables consecuencias. Afortunadamente, no creo que hoy, en Cataluña, haya ningún grupo suficientemente significativo y organizado que se plantee seriamente pasar a ese tipo de acciones, pero si la actitud del Estado sigue siendo la de constreñir tanto al movimiento independentista, sí podría ser que algún descontrolado quisiera hacer alguna barbaridad. Y el Estado lo sabe. Y sigue. El día en que eso suceda, lamentaré profundamente el daño causado.

Lo lamentaré, sobre todo, por las víctimas que puedan producirse, sean del bando que sean, pero también porque el movimiento con el que me identifico habrá perdido una batalla que no habrá merecido perder, porque estoy seguro de que esa acción que hoy aún no se ha producido y que, por lo tanto, todavía es evitable no será del agrado de la inmensa mayoría de los independentistas, que no se sentirán representados por quien pudiera llevarla a cabo.

Y, a pesar de que el culpable factual sería quien protagonizare esos hipotéticos hechos reprobables, el culpable político sería, sin duda, el Estado español por su cerrazón al negarse a intentar resolver un problema que sólo se resuelve con diálogo sin límites ni líneas rojas y por haber optado, en cambio, por reprimir un movimiento de más de dos millones de contribuyentes dándoles una única opción inaceptable e impropia de una verdadera democracia: el dócil acatamiento del “¡pues te aguantas!”. Y además, el problema no se habrá resuelto, sino que se habrá agravado. Y los responsables políticos de este Estado tendrán que responder ante la historia. Y junto con ellos, todos los medios de comunicación que han contribuido en esa orquestada farsa de la violencia en Cataluña.

¿Esos más de dos millones de ciudadanos, que pagamos impuestos al Estado que nos reprime, no merecemos alguna consideración? ¿No tiene nada que ofrecernos, el Estado, más allá del jarabe de palo? ¡Pues cada vez nos dan más razones para querer marcharnos cuanto más lejos mejor…! ¿Es que no lo ven? ¿Cómo pueden estar tan ciegos…?

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4 COMENTARIOS

  1. Dicen que el vicio nacional de los espanyoles es la envidia. No estoy de acuerdo; son los güevos. Lo que los catalanes denominamos «barra» y ellos denominan «jeta». A los espanyoles les pirra hacer las cosas «por güevos», les pirra presumir de «güevos».
    Analizaré un hecho concreto que todos recordamos. Como niño-adolescente de los 80, quedé realmente afectado cuando escuché a un tertuliano decir en directo en un medio de comunicación aquello de «El nivel de violencia en Cataluña no se ha vivido ni en el País Vasco de los años duros. Porque allí podían matar a algún juez o a algún fiscal, pero tampoco mataron a muchos”. (Febrero de 2017).
    El malnacido que lo dijo… ¿qué? ¿En que país se ha exiliado? Ah, no: es imposible poner la radio o la tele y no encontrártelo. ¿Espanya y los espanyoles no tuvieron la dignidad de condenar al ostracismo a semejante engendro? (Ostracismo en la Grecia clásica: destierro durante 10 años).
    Este individuo, que continúa impartiendo doctrina cada dia después de haber ofendido la dignidad de todo un país, no sólo no ha recibido ningún castigo, (ni siquiera una querella, ni una), sino que tiene emuladores.
    https://www.verportadas.es/hemeroteca/portada/la-razon/20190928.html
    El pasado domingo un diario de difusión nacional publicó semejante ataque a la realidad y a la dignidad de todo un país, (el suyo, Espanya). Y… ¿cómo reaccionó Espanya? «Vítores y aplausos».
    He escrito que soy un niño-adolescente de los 80 porque recuerdo demasiado bien escuchar por la radio, justo antes de ir a clase, las innumerables y tristes ocasiones en las que interrumpían la programación para anunciar «tiro en la nuca en Burgos». Por eso, cuando escuché cómo una figura mediática se cachondeba públicamente de las víctimas del terrorismo pensé: «a este se le cae el pelo». Pero no, no se le ha caido. Ni un solo juez, ni un solo picoleto, ni un solo madero, ni un solo militar ha tenido la dignidad de mandarlo a tomar por saco. Todos bien calladitos.
    Tal comportamiento tiene una explicación: se rien de sus propios muertos. En aquel momento pensé ¿cómo pueden tolerar semejante insulto la judicatura y los cuerpos de seguridad? Dos años y medio después sabemos la respuesta: la judicatura y los cuerpos de seguridad espanyoles están tan podridos que aplauden y utilizan cualquier argumento contra los independentistas, aunque suponga cachondearse de sus propios muertos. Incluso no es descabellado pensar que lo dijera con el beneplácito previo de ambas instituciones porque este sujeto, (que tonto no es), sabía perfectamente a qué se exponía si pronunciaba tal estupidez.
    Pero, hete aquí un país entero repitiendo de manera orgullosa y contumaz que «el nivel de violencia en Cataluña no se ha vivido ni en el País Vasco de los años duros», lo que constituye un insulto a Espanya, no a Catalunya.
    A los espanyoles les ponen tan cachondos los «güevos» que creen que cuando se tienen «güevos» no se necesitan argumentos. Efectivamente; cuando se tienen los «güevos» necesarios para decir semejante chorrada… ¿quién necesita la ética, la realidad o la mínima empatía que requiere vivir en sociedad?
    ¿Para qué necesitas «educación» o «moral» cuando eres un finlandés psicópata capaz de decir «Finlandia es un país tropical» y sabes perfectamente que 5 millones de finlandeses tan psicópatas com tu te van a dar la razón? ¿Para qué? Piensenlo, por favor.
    ¿Para qué quieren los políticos, periodistas, polícias y jueces espanyoles actuar con dignidad cuando saben que pueden mentir de manera obscena con el total apoyo de su población? Cuando unos y otros saben que su país es una cloaca a cielo abierto, lo único que les queda es presumir de «güevos». La frase del susodicho y la portada de La Sinrazón quieren decirnos, (a los indepes); «mirad lo malnacidos que llegamos a ser, mirad los güevos que tenemos».
    ¿Qué se puede esperar de una cultura que se rie de sus propios muertos? ¿Pueden ustedes imaginar a un tertuliano yanqui en un estudio de radio o televisión diciendo «tampoco murieron tantos policias y bomberos en las Torres Gemelas»? Si sucediera, un helicóptero llegaría inmediatamente para sacarlo de allí por el tejado, (para impedir que fuera linchado por los ciudadanos dignos que acudirían al lugar nada más escucharlo), y dicho helicóptero volaría a velocidad máxima hasta la frontera más cercana o el límite de las aguas territoriales más cercano para, una vez arribado, lanzar al tertuliano en cuestión fuera de suelo norteamericano porque no merecería pisarlo.
    En Espanya, en cambio, se rien de sus muertos. Sí, tienen muchos güevos, pero no tienen nada más. Y ese es su problema; presumen de güevos porque no pueden presumir de nada más.
    Una cultura que practica el culto a los «güevos» porque no puede presumir de otra cosa… es capaz de creer que subirse a un 4×4 para pedir a pacíficos manifestantes que se marchen es un «golpe de estado». Es capaz de creer que los votantes del Primer d’Octubre son «violentos» y los indefensos psicópatas que los agredían «sufrieron miradas de odio». Es capaz de creer que en pleno siglo XXI dos personas que se ven personalmente cada mes y disponen de la Red necesitan «enlaces». Es capaz de creer que los que queremos salir cuanto antes de la cloaca franquista espanyola debemos ser «enfermos adoctrinados», porque creen que vivir en una cloaca franquista es maravilloso. Para denigrar la cultura catalana, la lengua catalana y la identidad catalana pretendiendo su total desaparición y añadir a continuación «soy catalán, tan catalán como el que más», hay que ser un espanyol practicante del culto a los «güevos», porque no se puede ser más miserable.
    Por razones y motivos muy variados, (paranoia, neurosis, estrés postraumático,etc), algunas personas sufren una disociación de la realidad y ya no pueden distinguir qué es delirio y qué es real. Tal es el caso de la cultura espanyola. Se han aficionado tanto a mentir que ya no creen posible no hacerlo. Sus jueces se han costumbrado tanto a prevaricar que ya no recuerdan qué es ser justo. Sus comunicadores se han acostumbrado tanto a la difamación y la propaganda que ya no creen posible informar. Los espanyoles se han acostumbrado tanto a callar y a aceptar sin cuestionar nada que ya no recuerdan qué significa tener criterio propio. Espanya es una cultura en estado terminal.
    Y esta cultura en estado terminal padece un mal que determina cómo terminará el procés. Los espanyoles son tan anticatalanes que no entienden por qué a los catalanes no nos gusta el anticatalanismo. Este hecho garantiza la victoria independentista.
    Desgraciadamente, todos sabemos lo que los humanos nos hemos hecho los unos a los otros en nombre de nuestra nación, nuestra religión o nuestra ideología. Pero Espanya ha conseguido darle otra vuelta a la tuerca. Cuando has establecido el odio oficial y obligatorio a otra cultura, nacionalidad o ideología -como lo ha hecho Espanya no con el independentismo, sino con Catalunya- no esperas ser reverenciado, no esperas agradecimiento por parte del odiado. Espanya, en cambio, es tan anticatalana que vive convencida de que los catalanes tenemos la suerte de ser odiados por los espanyoles. Creen que tenemos la suerte de ser pegados, robados, insultados, difamados, encarcelados, (y si hace falta, asesinados), por los espanyoles. Y… ¿qué reciben sus ángeles exterminadores que bajan del cielo con sus porras flamígeras para sacar del mal camino a los desagradecidos catalanes que pretendían votar? Miradas de odio.
    ¿Pueden imaginar ustedes una manifestación de nazis llorosos, compungidos, con la pancarta «Los putos judíos de mierda no se meten solos en las cámaras de gas»? ¿Pueden imaginar ustedes una manifestación de miembros del Ku Kux Klan lastimeros, alicaidos, con la pancarta «Los putos negros de mierda no se cuelgan solos de los árboles»?
    Yo no debo imaginarlo: lo he visto. He visto a 45 millones de talibanes del Estado Hispánico llorosos diciendo «ay… con lo bien que les cerramos el parlamento, y se quejan»… «ay, con lo bien que nos inventamos lo que haga falta para encarcelarlos, y se quejan»… «ay… con lo bien que suspendemos a sus diputados y eurodiputados electos, y se quejan»… «ay… con lo bien que les pegamos porque quieren votar, y se quejan»… «ay… con lo bonito que es pasarse el día insultándolos y difamándolos, y se quejan». (Podría continuar esta retahíla pero la dejo aquí).
    Esta auténtica «teologia del odio» garantiza la independencia catalana. Acabas tu artículo con las frases: «¿No tiene nada que ofrecernos, el Estado, más allá del jarabe de palo? ¡Pues cada vez nos dan más razones para querer marcharnos cuanto más lejos mejor…! ¿Es que no lo ven? ¿Cómo pueden estar tan ciegos…?»
    No, no están ciegos; son espanyoles, practicantes del culto a los güevos y al anticatalanismo, lo que les incapacita para comprender que cuanto más nos peguen e insulten, más independentistas habrá, y más decididos. Por eso se niegan a ver que los catalanes, para salir de la feliz cloaca franquista, vamos a hacer la revolución que los espanyoles, precisamente, no tienen los «güevos» de hacer. Y eso, que un pueblo se alce contra la tiranía, es algo que los adocenados y sumisos espanyoles no pueden siquiera imaginar. Cualquier día de estos despertarán y les dirán «Catalunya se ha ido» y, como hicieron cuando llegó la noticia de la pérdida de Cuba; «Madrid se fue a los toros».
    (Si alguien se masturba con la idea de responder a la revolucion catalana con una lluvia de sangre y fuego, que lo vaya olvidando. Podría explicar por qué, pero ya he escrito bastante).
    Salut i República, amic Jordi !!! Endavant les atxes !!!

    • No os gusta tanto el catalán? que por cierto, a mí me encantaría hablar un montón de idiomas y lenguas, eso es riqueza lingüística. Pues si tanto os gusta, por qué no habláis siempre en catalán, bien que este comentario lo pones en castellano, cuando os interesa sí que habláis en castellano, cuando no, no. Ponlo en catalán, al menos no tendré que escuchar tonterías… como no lo entiendo! Ojalá que ningún coche de los quemados sea el tuyo, pobres los dueños de los objetos destruidos, rotos y quemados, que no tendrán ninguna culpa. Buscaros más enemigos anda… y de paso que sigan los violentos poniendo bonita vuestra ciudad. Saludos cordiales

  2. Viendo lo de esta noche, no, no hay violencia en Cataluña, qué va! Esto no es la ETA del país vasco, con tiros en la nuca, efectivamente, pero tenemos que esperar a que llegue a Cataluña?. Son grupos minúsculos espontáneos… jajaja, ya se ha comprobado que son grupos numerosos muy organizados y que hay alguien detrás de todo ello, si hasta tiene nombre el movimiento, una app y hasta sicarios para atacar y destruir en la calle. No queremos ninguna provocación para que salten los violentos, como dicen algunos para que estallen, simplemente no queremos violencia, ellos solos son violentos, no necesitan provocaciones ni ayuda. Y me río de la opresión que sufren los independentistas, pobrecitos, opresión la que sufrimos los demás si no piensas igual. Si os lo habéis ido currando durante muchos años, adoctrinando. No le deis la vuelta a la tortilla, que no cuela, que tenéis unos «jefes» que a la primera de cambio que lo vean mal, se van a ir del país y os van a dejar más tirados que una colilla, ellos no salen a la calle, ya empujan a los violentos para que les hagan el trabajo sucio.

  3. Estimado Sr. Qper, que se esconde tras su seudónimo de resonancias de actor americano de los sesenta:
    No es que no entienda usted el catalàn como abiertamente reconoce. Es que, por lo visto, tampoco entiende el español. Ande, pídale a alguien que le traduzca mi artículo i si eso, ya, luego hablamos, ¿eh?

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