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Balcanes (in)estables: llegó la hora de que Occidente se enfrente a su pasado

El autor de este artículo analiza la actitud “hipócrita” de la Unión Europea y Occidente a la hora de actuar a nivel interno en los distintos países balcánicos

Milan Dinić
Milan Dinić
Periodista serbio ubicado en Londres
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análisis

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Los Balcanes siempre han sido vistos como un barril de pólvora, una parte problemática del mundo que produce más historia de la que puede digerir. Pero ello no ha sido por voluntad de los pueblos balcánicos, sino, sobre todo de las grandes potencias, que antes como hoy están llevando a cabo un ajuste de cuentas mutuo en los Balcanes. Parece que ya es hora de que aquellos que dan lecciones a otros sobre cómo lidiar con el pasado lo hagan también para sí mismos.

Si queremos estabilizar la situación en el sudeste de Europa, concretamente en la antigua Yugoslavia, ya es hora de que Occidente, que es un factor político importante en la región y pretende ver a los Balcanes como parte de su «patio trasero», mire las cosas con honestidad y con igual trato para todos, y no de manera «políticamente correcta», según les conviene a ciertas potencias occidentales. Esto vale principalmente para a la política occidental hacia Serbia y los serbios de la región, como el estado y pueblo central de la Península Balcánica.

Verdades y mentiras sobre la influencia rusa en los Balcanes

Después del colapso de la URSS y la desintegración de Yugoslavia en la década de 1990, Occidente dominó de forma independiente la región de los Balcanes, sin ninguna competencia real de Rusia ni de ninguna otra potencia. Además, el hecho es que en todos los países de la antigua Yugoslavia hubo una orientación mayoritaria pro-occidental, al menos en el sentido de que todo el mundo quería ser parte de un Occidente próspero. ¿Cómo es posible que ahora Rusia y China, países que no tienen una democracia o un sistema liberal desarrollado, y que están geográficamente más alejadas de la región que la UE, tengan más margen de maniobra, principalmente a través de Serbia, que es el país central de los Balcanes?

Las explicaciones más comunes que se escuchan desde Occidente se reducen al hecho de que rusos y serbios son aliados históricos, y que Rusia y China, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pueden impedir la entrada del llamado Kosovo en la ONU. Todas estas opiniones y comentarios, aunque no sin fundamento, omiten, sin embargo, una cosa importante: el papel de Occidente y los errores que abrieron el espacio para Rusia y China en los Balcanes.

Es cierto que los serbios sienten una gran simpatía por Rusia debido a las raíces de la identidad común, pero si nos fijamos en la orientación política general de la mayoría de los ciudadanos de Serbia que ven el país en el Occidente y no en el Este, la proclamación de la pertenencia a la UE como un objetivo clave de la política exterior de todos los gobiernos serbios (¡hasta Slobodan Milošević prometía en las elecciones mejores relaciones con Occidente!), las influencias y aspiraciones culturales pro-occidentales dentro de la sociedad serbia, está claro que la orientación de la sociedad y el estado serbio siempre ha sido hacia el Oeste.

Si caminan por las calles de las ciudades serbias, verán que la mayoría de la gente habla inglés y no ruso, que se conducen coches alemanes, italianos y franceses en lugar de rusos, que se escucha música en los cafés y coches en inglés y no en ruso. Durante años seguidos, varias encuestas muestran que los países occidentales y sus metrópolis están en primer lugar en la lista de lugares a los que los serbios quieren ir como turistas, trabajar o enviar a sus hijos a estudiar. Todas las organizaciones no gubernamentales dominantes, así como los proyectos financiados por el estado serbio, están casi enteramente relacionados con Occidente. Los mayores socios comerciales exteriores de Serbia son Alemania e Italia (desde hace años), luego los países de la región, y solo después viene Rusia. Los mayores donantes de Serbia son la UE, Alemania y Estados Unidos.

Es decir, toda la teoría sobre cómo Rusia tiene una gran influencia en Serbia no tiene fundamento si se mira la economía, la cultura y la orientación política general del país. Sin embargo, en los últimos años Rusia y China han ido ganando peso en los Balcanes.

Cómo regresó Rusia a los Balcanes

Durante la desintegración de Yugoslavia en la década de 1990, los protagonistas no solo eran los pueblos y las antiguas repúblicas, sino también las potencias occidentales. Desde la decisión de Alemania de romper la postura común de la Unión Europea sobre la no injerencia en la crisis yugoslava reconociendo unilateralmente la secesión de Eslovenia y Croacia, armando a los separatistas croatas y apoyando abiertamente a los musulmanes en Bosnia y a los albaneses en Kosovo, incluido el bombardeo ilegal de la RF de Yugoslavia en 1999, Occidente (principalmente Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Francia) fue una de las partes en la desintegración de Yugoslavia, directamente opuesta a Serbia y los serbios. Este hecho a menudo se pasa en silencio en Occidente. Por otro lado, los serbios recibieron falsos estímulos y promesas vacías de la empobrecida y arruinada Rusia de Yeltsin.

Sin embargo, y a pesar de todo eso, había una fuerte orientación pro-occidental en Serbia durante la década de 1990: la mayoría de la élite intelectual, de los medios de comunicación y la parte mayoritaria de la opinión pública estaban en contra de Milošević, respaldando la entrada en la UE. Además, en las protestas estudiantiles de 1996-1997, después del fraude en las elecciones municipales que cometió Milošević, uno de los símbolos habituales entre los manifestantes era la bandera estadounidense. Es decir, eso pasaba incluso después del bombardeo de la OTAN de las posiciones serbobosnias en Bosnia en 1995 y después del tácito apoyo occidental a las operaciones croatas «Tormenta» y «Relámpago», que limpiaron étnicamente a los serbios de Croacia.

El verdadero punto de inflexión en la actitud de los serbios hacia Occidente ocurrió en 1999 por la decisión de la OTAN de atacar Yugoslavia. Hasta entonces, en la opinión pública serbia se seguía diciendo que todo fue un malentendido y que «cuando Milošević se vaya, todo será normal», porque «fuimos aliados en las dos guerras mundiales, mientras que los bosniomusulmanes, croatas y albaneses estaban mayoritariamente con los nazis». Sin embargo, el bombardeo de la OTAN que duró 78 días – que no contó con la aprobación de las Naciones Unidas, en el que la OTAN mató a más de 2,500 civiles serbios sobre lo que no se juzgó a nadie, así como una agresiva campaña mediática contra Serbia y los serbios en la que la versión serbia no pudo ser escuchada (lo cual, después de todo, sigue siendo mayoritariamente el caso hasta hoy) – puso el aguijón en el corazón de las relaciones entre los serbios y Serbia hacia Occidente, sin que eso tenga nada que ver con la «influencia maligna de Rusia «, ni con la penetración de China o cualquier otra cosa.

A pesar de estas experiencias, Milošević cayó en el 2000, y un grupo de políticos de orientación europea respaldados por Occidente llegó al poder, prometiendo mejores relaciones con este último y el ingreso en la Unión Europea. Moscú estaba a punto de ser expulsada por completo de los Balcanes. Sin embargo, lo que trajo a Rusia de regreso a los Balcanes casi enseguida y abrió más espacio para China, no fue la política agresiva de Putin o los préstamos chinos, sino casi exclusivamente: la organización y el apoyo occidental a la secesión de Kosovo y Metohija en 2008, saltándose la Constitución serbia, la Resolución 1244 y la Carta de la ONU, así como un continuo favoritismo de otros pueblos y estados a expensas de violar los derechos internacionalmente reconocidos de los serbios que viven en los territorios de la antigua Yugoslavia.

La política occidental en los Balcanes: un juego de doble rasero

Si las cosas se miran desde la perspectiva de Serbia (y esa perspectiva casi nunca tuvo derecho de audiencia ante el público occidental), se puede observar que durante décadas sigue vigente la política de extrema duplicidad de Occidente.

Mientras que Occidente señala que los criterios clave para unirse a la UE son el respeto de los derechos humanos, civiles y de las minorías, la existencia de elecciones libres, la democracia y las instituciones independientes, la integridad territorial de los estados (véase la posición de la UE sobre Crimea o Georgia), en los Balcanes hace justo lo contrario, especialmente cuando se trata de los serbios.

Eslovenia y Croacia, ambos miembros de la Unión Europea, llevan décadas discriminando a los serbios que viven en esas antiguas repúblicas yugoslavas. Aunque los serbios son el grupo étnico más numeroso en Eslovenia, las autoridades no reconocen su condición de minoría nacional. En Croacia, que en 2013 se convirtió en miembro de la UE, se observa un aumento continuo del fascismo en la sociedad, desde la negación y minimización de los crímenes y el genocidio contra los serbios en la Segunda Guerra Mundial hasta hacer imposible el regreso de los exiliados (más de 200,000 serbios fueron expulsados de Croacia en la limpieza étnica llevada a cabo en las operaciones «Tormenta» y «Relámpago» en 1995, por lo que apenas hubo condenas. Las instituciones y los tribunales croatas se niegan a hacer cumplir sus propias leyes, según las cuales el alfabeto cirílico (usado por los serbios) debería utilizarse allí donde haya más de un tercio de los serbios. Según el informe del Defensor del Pueblo croata para el año 2020, en el apartado de delitos motivados por el odio, se afirma que “las víctimas de los delitos de odio son en su mayoría serbios (50%)». Se dibujan esvásticas en los colegios donde van los niños serbios, se cantan canciones fascistas en partidos de futbol nacionales y ceremonias oficiales… La lista es larga y cada vez más repugnante de año en año, pero ¿hay reacciones de los altos cargos europeos, la prensa occidental librepensadora ni de los defensores de derechos humanos?

Desde la perspectiva serbia, que casi nunca tuvo derecho de audiencia ante el público occidental, se observa que durante décadas sigue vigente la política de extrema duplicidad de Occidente

En Bosnia y Herzegovina, los países occidentales están trabajando continuamente para socavar el Acuerdo de Dayton, tratando de imponer a los pueblos de Bosnia y Herzegovina un estado unitario que nadie quiere. Desde 1995, cuando se firmó el Acuerdo de Dayton, hasta hoy, más de 60 competencias que estaban a nivel de entidad fueron transferidas a nivel federal, en contra de la voluntad del pueblo de la República Srpska y / o la Federación de Bosnia y Herzegovina. A los serbios se les dice que deben aceptar a Bosnia y Herzegovina como su estado, pero, ¿cómo van a hacerlo cuando las mismas autoridades de Bosnia y Herzegovina les dicen con regularidad que los serbios eran los agresores? (¿se supone que en su propio país?), cuando no hay monumentos a las víctimas serbias de la guerra en Sarajevo… A menudo se menciona que una de las mayores tragedias de la guerra en Bosnia y Herzegovina fue el asedio de Sarajevo por los serbios de Bosnia que duró desde el 1992 hasta el 1996. Sin embargo, es curioso que nunca se menciona que en ese mismo Sarajevo anterior a la guerra, de unos 530.000 habitantes más de 150.000 eran serbios (o alrededor del 30%), y que había 56.000 yugoslavos (alrededor del 10 por ciento, nuevamente, en su mayoría de origen serbio). Las estimaciones de fuentes bosníacas dicen que unos 40.000 serbios viven hoy en Sarajevo. Suponiendo que esas estimaciones sean correctas, ¿dónde desaparecieron 110.000 serbios? ¿O es que odiaban tanto a sus vecinos bosníacos que no querían convivir con ellos, por lo que les dejaron las casas y todas sus propiedades? Es más probable que hayan sido expulsados, pero esa parte de la historia de Sarajevo nunca se menciona en Occidente.

Montenegro tiene un presidente, Milo Djukanovic, que ha estado en el poder, rotando entre varios cargos, durante más de 30 años. Más tiempo que Lukashenko en Bielorrusia o Putin en Rusia. Es un hombre que fue aliado de Slobodan Milošević en la década de 1990, primero pasó de yugoslavo declarado y miembro prominente del Partido Comunista a un gran serbio, para luego lanzar el concepto de una nueva nación montenegrina a principios de la década de 2000, inventando nuevas letras del alfabeto y una nueva cultura nacional e intentando reducir los derechos de aquellos ciudadanos de Montenegro que se declaran serbios. A pesar de una serie de informes de Human Rights Watch u organizaciones similares sobre la corrupción en Montenegro, Occidente no solo hizo la vista gorda, sino que incluso dio su apoyo al régimen del ex asociado de Milošević empujando al país hacia la OTAN (sin que se le preguntara a la ciudadanía en un referéndum). Para Occidente es un problema cuando los partidos serbios en Montenegro tienen la oportunidad de entrar en el gobierno debido a la «influencia prorrusa», pero no tenía ningún problema cuando esos mismos serbios que, según el censo de 2011 (polémico), constituyen un tercio de la población, no tenían ninguna participación en el poder hasta las últimas elecciones, mientras que al mismo tiempo los albaneses en Macedonia del Norte, que representan alrededor del 25 por ciento, ostentan la mitad del poder en ese país, precisamente a instancias de Occidente.

Macedonia del Norte es el mejor ejemplo de cómo se sale parado incluso cuando se cumple con todas las exigencias de Occidente. Primero, y tras el levantamiento armado de los albaneses, ese país fue dividido de hecho en dos partes, la albanesa y la macedonia, por el Acuerdo de Ohrid en 2001 (aunque los albaneses representan menos de un cuarto de la población). En segundo lugar, Macedonia no solo tuvo que cambiar su nombre a Macedonia del Norte para resolver la disputa con Grecia, sino que ahora tendrá que cambiar la interpretación de su propia historia para complacer a Bulgaria y no volver a ser bloqueada indefinidamente en el umbral de la integración de la UE.

¿Qué pasa con los derechos humanos en Kosovo? Si los albaneses en Kosovo no quieren vivir bajo la autoridad de Serbia y Belgrado, ¿por qué a los serbios en Kosovo -los 170.000 que quedan (y más de 250.000 que han sido expulsados desde la llegada de la OTAN en 1999)- se les obliga a vivir bajo un nuevo estado albanés dirigido por personas que fueron los líderes de un ELK terrorista que es, igual que ETA, responsable de los miles de civiles, soldados y policías asesinados? Además, ¿por qué se requiere que Serbia reconozca la secesión de parte de su territorio como condición para ser miembro de la Unión Europea? Con esa lógica, ¿se le podrá pedir a España que algún día reconozca la secesión de Cataluña, para poder permanecer en la UE, y habrá alguien en España que piense que eso sería lo correcto?

Cuando las autoridades de Serbia y los separatistas albaneses de Kosovo estaban a punto de alcanzar un acuerdo sobre el intercambio de territorios para finalmente abrir el camino a una solución, el veto llegó desde Berlín y Washington, a miles de kilómetros de los Balcanes, porque esa no era una solución aceptable para Occidente, como si se tratara de sus propios países y pueblos.

En general, surge la pregunta de por qué Occidente ha respetado el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos de la antigua Yugoslavia, desde los eslovenos, pasando por los croatas, bosníacos, macedonios, montenegrinos y albaneses, y el mismo derecho se lo niega persistentemente a los serbios, incluso en Kosovo y Metohija que todavía es formalmente parte de Serbia?

Si nos fijamos en la actitud de Occidente en los Balcanes, parece que el mensaje es: dondequiera que los serbios sean la mayoría, eso es un problema; pero dondequiera que los serbios sean una minoría marginada, eso está bien. Lo serbio es siempre nacionalista y lo albanés, croata, bosníaco, montenegrino es multicultural. En tales circunstancias, quien llega al poder en Belgrado no tiene más remedio que mantener estrechas relaciones con Rusia, China o alguna tercera potencia no occidental.

La UE y el autoritarismo en los Balcanes

La Unión Europea y Occidente también tienen una actitud hipócrita a la hora de actuar a nivel interno en los Balcanes. No solo apoyan al régimen de Milo Đukanović, que ha estado en el poder durante 30 años a través de diversas manipulaciones, sino que también están haciendo lo mismo en Serbia. Los funcionarios occidentales han permanecido silenciosos e ignorado el comportamiento autocrático tanto de Boris Tadić como presidente de Serbia como de su Partido Demócrata desde el 2008 hasta el 2012, así como las tendencias autocráticas de Aleksandar Vučić, quien domina la escena política serbia en la actualidad. Concretamente: la monopolización partidista y personal de las instituciones estatales, la asfixia de las libertades de los medios de comunicación, el colapso de la confianza en la democracia y los procesos democráticos, todo esto tuvo lugar ya bajo Tadić y ahora especialmente bajo Vučić.

¿Por qué calla Occidente? La razón de esto siempre ha sido la misma: toda vez que Occidente pensó que podía ganarse a un líder serbio para que cediera cuando se trataba de Kosovo y Metohija o redujera el estatus garantizado por Dayton de la República Srpska, siempre ignoraron la corrupción interna y las violaciones de los derechos democráticos y libertades en Serbia.

Finalmente, a diferencia de Eslovenia y Croacia, que son miembros de la Unión Europea (la primera desde 2004, y la segunda desde 2013), otros países de la antigua Yugoslavia no solo no están cerca de la adhesión, sino que probablemente nunca lo estarán, especialmente después del Brexit y el nuevo rumbo dentro de la Unión establecido por el presidente francés Macron, que aboga por un cambio de criterios (léase: cambiar las reglas en medio del juego) sobre las condiciones de admisión.

Balcanes colonizados

Los Balcanes pueden ser el último lugar donde aún prevalece la actitud colonialista de Occidente. Se trata de la misma visión de la que, en su catarsis económica, identitaria y moral, los países líderes del mundo occidental ahora están tratando de desprenderse, ciñéndose de cilicio y ceniza, en lo que respecta a la actitud hacia las personas de color y el colonialismo.

Desde el siglo XIX, cuando el primer ministro británico Benjamin Disraeli en la crisis oriental cuestionó el derecho de los pueblos balcánicos a tener sus revoluciones como las que tuvieron lugar en Europa del momento, a través del Congreso de Berlín de 1878, la anexión de Bosnia y Herzegovina por Austro-Hungría en 1908, los intentos de que la responsabilidad por la Primera Guerra Mundial recayera sobre Serbia, y hasta la década de 1990 y la frase «tenemos que hacer algo” (“we have to do something”) en la antigua Yugoslavia: la actitud de que las grandes potencias deben resolver las cosas en los Balcanes porque los pueblos de allí son pequeños o incapaces, en combinación con el síndrome del «salvador blanco» sigue vigente en los territorios de la antigua Yugoslavia.

Los que venimos de los países de la antigua Yugoslavia hemos visto y leído las declaraciones y los textos de periodistas, analistas, profesores, autoproclamados expertos, políticos de alto y bajo rango, subsecretarios estadounidenses para los Balcanes, burócratas de Bruselas, miembros de organizaciones no gubernamentales y quién sabe quién no de Occidente sobre cómo se debe resolver la situación en los Balcanes, cuando son al mismo tiempo personas que no tienen los conocimientos suficientes o tienen demasiados intereses personales para poder hablar objetivamente sobre la región.

El epílogo de sus actuaciones es que hoy hay mucha menos confianza en la UE y Occidente en la antigua Yugoslavia que antes, que las expectativas son bajas y las decepciones son altas. Por otro lado, Occidente ha gastado enormes sumas en proyectos que en su mayoría han ido a los bolsillos de las ONG contadas, la mayoría de las cuales viven únicamente de mantener una percepción constante de la crisis para seguir recibiendo dinero de los fondos.

Dado que en la Unión Europea ya no hay entusiasmo por la ampliación, tanto entre la población como entre las élites políticas, es hora de que Occidente sea finalmente honesto y que, si ya no tiene zanahorias (posible adhesión a la UE), luego al menos deseche el palo y respete en los Balcanes los mismos principios que fomenta en casa: los derechos humanos, civiles y de las minorías iguales para todos y respeto por la libre voluntad de los pueblos.

Es hora de que los Balcanes, al menos la parte que todavía no está en la UE, se dejen a los pueblos balcánicos que viven allí, para que se pongan de acuerdo sobre cómo ven su futuro, y no que se mantenga, en aras de la «corrección política » y la euroideología en la que ya ni en la UE creen, los arreglos económicos, políticos y sociales poco realistas que son la semilla para nuevos conflictos».

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