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Ayuso y Almeida: de patriotas españoles a indepes fiscales que defienden el dumping y la insolidaridad

La presidenta de la Comunidad madrileña y el alcalde de Madrid anuncian una dura batalla en los tribunales contra la reforma tributaria de Sánchez que pretende acabar con los paraísos fiscales

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análisis

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Isabel Díaz Ayuso está dispuesta a defender hasta el final su terruño insumiso, su pequeña ínsula de Barataria, su paraíso fiscal libre de impuestos. La lideresa ha respondido de inmediato a la declaración de guerra del Gobierno de izquierdas, que ha venido a recordarle que el principio de igualdad tributaria está recogido en la Constitución, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razones territoriales. Pero la singular presidenta sigue creyendo que “Madrid es una España dentro de España”, de manera que en su virreinato suizo manda ella al margen del ordenamiento jurídico estatal. El delirio es tremendo y aunque IDA ha amenazado con llevar a Pedro Sánchez a los tribunales, la que debe andarse con cuidado es ella, ya que la desobediencia civil, la insumisión de las leyes e intentar engañar a Hacienda son delitos graves penados con cárcel.

No parece que detrás del postureo de la trumpita castiza haya mucho más que una operación de burda propaganda política para quedar ante los madrileños como una especie de Manuela Malasaña o heroína de las tropas ultraliberales, los cayetanos y cacerolos de los barrios bien de la Meseta siempre empeñados en hacer frente a la invasión roja sanchista. Los asesores y guionistas de Génova 13 se han percatado de que la historia de enfrentamiento desigual entre la humilde y patriota costurera del nuevo PP casadista y el poderoso y jacobino Napoleón Sánchez funciona en las encuestas y la van a seguir explotando hasta el final porque puede dar unos buenos votos en las próximas elecciones generales. Al igual que Manuela Malasaña facilitaba pólvora y munición a su padre en medio de la batalla contra las tropas francesas, papá Casado le ha adjudicado a IDA el papel de generala de intendencia encargada de proporcionar la metralla necesaria contra el pérfido invasor socialcomunista. Madrid es ya un Dos de Mayo del siglo XXI por obra y gracia de la escuela trumpista, una ideología de la que Díaz Ayuso se ha convertido en la alumna más aventajada de Europa. El trumpismo es capaz de lograr cualquier objetivo político por inalcanzable que parezca, desde convertir Estados Unidos en una república bananera al borde de la guerra civil (metiendo a un loco en la Casa Blanca y atrincherándolo allí pese a haber perdido unas elecciones) hasta convertir Madrid en una especie de Andorra para los ricos españoles.

Ahora que los datos de la pandemia empiezan a jugar a su favor (tras meses de caos y descalabros en la gestión sanitaria) IDA se siente fuerte otra vez, tanto como para volver a propagar la leyenda de que Sánchez es el gran ogro bolchevique y usurero llegado de la lejana Venezuela, el fiero corsario socialista que junto a su contramaestre (Pablo Iglesias El Largo) pretende desembarcar en la dársena de Atocha para desvalijar los bolsillos de los decentes, ultracatólicos y pacíficos madrileños.

En su delirante cruzada económica, la reina del “dumping fiscal” cuenta con la inestimable colaboración, cómo no, del alcalde de la capital y portavoz nacional del PP, José Luis Martínez-Almeida, que ha calificado los planes de regularización del Ejecutivo de coalición como un “chantaje” que va contra Madrid, una consecuencia de los pactos con los independentistas y proetarras y “una afrenta al Estado autonómico”. Quién lo iba a decir: la derechona rancia de toda la vida, siempre tan centralista, defendiendo las bondades del federalismo periférico. El mundo al revés, ver para creer. Almeida también ha tirado de brocha gorda para propagar la patraña de que el sanchismo pretende “castigar” a los madrileños y ha advertido de que los rojos “no van a conseguir frenar a Madrid”. Algo así como el “no pasarán” republicano pero en versión facha.

La demagogia cursi/trumpista de toda esta gente empieza a resultar estomagante. Cuando IDA dice que la intención de Sánchez de mantener un sistema tributario justo (como en cualquier país avanzado europeo) supone “una falta de respeto a todos los trabajadores madrileños y a todas las personas que madrugan y que pagan impuestos” sencillamente miente. Una sociedad donde sus ciudadanos no contribuyen al sostenimiento del Estado de bienestar está condenada a no tener Sanidad ni escuela pública. Una sociedad entregada a la voracidad de los mercados y de los salvajes capitalistas que pretenden imponer la ley de la selva no tiene futuro. El Madrid de IDA es un Madrid de ricos, de campos de golf, de hoteles cinco estrellas para millonarios y cochazos contaminantes, de hospitales de pandemias como pirámides faraónicas sin médicos ni enfermeras, de grandes pelotazos urbanísticos y mansiones, de cutres residencias de ancianos condenadas al infierno del gulag. Es un paraíso sí, pero para los que más tienen, para los que menos impuestos pagan, mientras las clases humildes van a peor en el gueto.

Por mucho que la piadosa y beatífica IDA haga de esto una cruzada libertaria casi religiosa, el paraíso fiscal madrileño no puede seguir siendo territorio sin ley ni un minuto más (y además Europa no va a consentir semejante discriminación tributaria). Suprimir o bajar impuestos como el de Sucesiones o Patrimonio es insolidario, cicatero, y atenta directamente contra el derecho a la equidad, contra el reparto justo de la riqueza nacional y la igualdad de todos los españoles ante la ley. Van de patriotas y son más indepes que nadie. Van de presuntos constitucionalistas y se pasan la Constitución por el forro. Parece mentira que hasta Rufián, ese hombre que sueña con romper España algún día, tenga más sentido de Estado que estos ultras de la patria cuya única nación es el dinero.

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2 COMENTARIOS

  1. Ya lo dijo la Ayuso, España es Madrid y Madrid es España; lo que quiere decir: España es Madrid y lo demás territorio ocupado.

    Es urgente que Madrid deje de ser la capital del Estado, sino España desaparecerá como entidad política. Y no tardará

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