Ayuso podría haber cometido un delito contra las instituciones del Estado

La incontinencia verbal de Isabel Díaz Ayuso parece no tener límite. La presidenta de la Comunidad de Madrid parece no tener freno, sobre todo porque se aprovecha de tener una oposición absolutamente inoperante e incapaz de secar la presencia omnipresente de la lideresa del PP de Madrid.

Ayuso ha sido entrevistada en un programa «amigo» en el que sabía que no se iba a encontrar con preguntas ni repreguntas incómodas por parte de Ana Rosa Quintana que demostraran a la ciudadanía que la actual presidenta de Madrid no es más que una fachada bien adornada que, si se la saca de su raíl, se pierde.

En Diario16 ya hemos advertido en múltiples ocasiones que la responsable en el Partido Popular de hacer la oposición más dura a Pedro Sánchez es Isabel Díaz Ayuso. La aceptación que tiene en diferentes sectores de una ciudadanía crispada y sin esperanzas hace que, además, arrastre a todo el partido a seguir por la vía del populismo trumpista más radical. No hay mucha diferencia entre escuchar a Isabel Díaz Ayuso, a Giorgia Meloni o Marine Le Pen.

Ahora mismo, la presidenta madrileña está en un apuro muy grande porque hay vidas humanas en juego. Por esa razón, necesitaba dar un golpe de efecto que desviara la atención y dónde mejor que en el programa de una «ayusista» confesa. Para ello, la presidenta madrileña ha disparado a Sánchez con una acusación gravísima que debería poner en funcionamiento a la Abogacía del Estado porque podría haber cometido un delito contra las instituciones, tal y como está recogido en el artículo 504 del Código Penal.

Derrocar a la Corona

Isabel Díaz Ayuso es una defensora confesa de la Monarquía y, por eso, ha querido defender a Felipe VI afirmando que «es una víctima más del gobierno […] algo más que quitar de en medio». A continuación ha soltado la bomba, al afirmar que Pedro Sánchez está preparando una especie de golpe de Estado para derrocar al actual Jefe del Estado e instaurar la República.

«Aquí lo que se pretende es recuperar una República, que otro Pablo Iglesias de la vida sea el que está por encima de todos. La Monarquía en España siempre ha significado igualdad, unidad, porque hemos tenido una Monarquía garante que reinaba y no gobernaba», ha dicho Ayuso.

Además, no contenta con todo lo anterior, ha culpado al gobierno de Pedro Sánchez de ser quién está echando «gasolina» a los presuntos casos de corrupción de Juan Carlos I. «¿Qué pretende hacer el Gobierno con sus socios comunistas, cuyo líder ya es Sánchez? Ir poco a poco sacando noticias del pasado, ver de qué manera le dan gasolina a según qué cuestiones. Con la corruptela que hay montada en Cataluña, con la pobreza en la clase media, ¿crees que el problema es el rey Juan Carlos? El problema es otra cosa, pero hay que ir rompiendo a España poco a poco», ha dicho Ayuso.

Delitos contra las instituciones

La verborrea incontenible de Ayuso le podría traer consecuencias puesto que las gravísimas acusaciones lanzadas contra el presidente del Gobierno estarían recogidas por el artículo 504 del Código Penal: «Incurrirán en la pena de multa de doce a dieciocho meses los que calumnien, injurien o amenacen gravemente al Gobierno de la Nación, al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Constitucional, al Tribunal Supremo, o al Consejo de Gobierno o al Tribunal Superior de Justicia de una Comunidad Autónoma».

De presentarse alguna querella por parte de la Abogacía del Estado, del propio Pedro Sánchez o de la Fiscalía contra Ayuso por tales afirmaciones, la presidenta madrileña estará obligada a demostrar lo que ha dicho y presentar pruebas de que Sánchez está preparando un golpe de Estado.

Al acusar al presidente del Gobierno de un hecho delictivo, las palabras de Ayuso se salen del ámbito de la libertad de expresión, puesto que no se trata de una opinión, sino de una acusación en toda regla, realizada, además, fuera del ámbito parlamentario y a través de un medio de comunicación de masas.

Sánchez tendrá que decidir ahora si parar a Ayuso o dejarlo correr como algo propio del juego político. El balón está ahora en su tejado pero, desde luego, no debería quedarse de brazos cruzados.