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Ayuso, del sectarismo constitucionalista a la España «Una, Grande y Libre»

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha pronunciado un discurso que rezuma inmovilismo, con características comunes a proclamas del franquismo y que discrimina a los españoles entre los que piensan como ella y los que no, a los que ha incluido en la categoría de «desleales»

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Isabel Díaz Ayuso no pierde oportunidad para demostrar que es una populista y, sobre todo, enmarcada dentro de un inmovilismo político que llega a rozar el absoluto sectarismo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha pronunciado un discurso de defensa de la Constitución de 1978 en el que ha dejado elementos preocupantes de su modo de entender las relaciones políticas dentro de una democracia. Además, ha denotado una ignorancia supina en muchos de los aspectos que ha censurado.

En primer lugar, Ayuso ha dejado elementos que acercaban sus palabras al espíritu del «España, Una, Grande y Libre» del franquismo. Ha hecho referencias al pasado glorioso para justificar la grandeza con menciones de importantes personajes históricos. «Es esa vieja nación de siglos, que albergó las primeras Cortes de Europa en León, que descubrió América y se hizo mestiza, que dio la primera vuelta al mundo, que llevó la vacuna de la viruela hasta los últimos confines… Es la España de Cervantes, Jovellanos, de Goya, Falla, Galdós, Larra, Besteiro y Chaves Nogales».

Más adelante, Ayuso ha señalado: «La mayoría de los españoles quieren –queremos- ganarnos honradamente el pan de cada día, sacar adelante a nuestras familias, hacer realidad nuestros proyectos personales y profesionales, y seguir poniendo lo mejor de nosotros mismos para que España siga siendo una gran nación, moderna, libre y próspera».  

Todo ello, evidentemente, acompañado de referencias a la unidad indivisible del Estado español. Para ello, ha atacado duramente al federalismo que, según la presidenta de la Comunidad de Madrid, «La deslealtad hacia el sistema ha llevado a algunos, y no descarto que haya quienes lo piensen de buena fe, a buscar la solución en el federalismo. Pero quienes lo proponen de mala fe saben que en lo federal está el germen de la negación y la destrucción de la soberanía nacional, que es una, anterior a esta Constitución y a toda otra forma política […] El federalismo supondría que distintas naciones soberanas se unieran, compartiendo sus poderes en un órgano central, intentando funcionar como la unidad que no son».

Estas palabras de Ayuso demuestran su ignorancia absoluta sobre conceptos tan diferentes como el federalismo y el confederalismo. Naciones como Alemania o Estados Unidos son repúblicas federales, donde los estados no son independientes y, desde luego, les va mucho mejor que a la «España Una» que defiende la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Por otro lado, Ayuso ha demostrado su inmovilismo constitucionalista. Ha ensalzado la Transición sin analizar en ningún momento los errores que se cometieron o que la Constitución, tal y como está redactada, es un punto de partida, no son las «Tablas de la Ley» que Moisés bajó del Monte Sinaí.

Defender una reforma de la Constitución no es estar en contra de la democracia, sino buscar elementos de consenso sobre los que asentar la adaptación de un texto que se ha quedado viejo y no se adapta a la realidad de la España del siglo XXI. Sin embargo, Ayuso considera que eso es deslealtad porque sólo son leales aquellos que defienden la actual Constitución. Un modo nada sutil de hacer diferenciaciones entre españoles.

Como no podía ser de otro modo, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha vuelto a instrumentalizar políticamente a las víctimas de ETA y se ha olvidado de las víctimas del franquismo. El PP es así y nadie va a cambiarlo porque seguirán utilizando a la banda terrorista como elemento electoralista. Por eso, cuando Ayuso ha afirmado que la Constitución y la Transición son factores que trajeron la concordia y la unión de los españoles, se olvida de que hubo gente que luchó por la democracia desde la clandestinidad y que pagó el precio de la tortura, la cárcel, el exilio o, directamente, los asesinatos de Estado.

Habría que recordarle a Isabel Díaz Ayuso tres trágicos acontecimientos de su tan admirada Transición donde el Estado participó de una manera directa o indirecta: el asesinato de los abogados de Atocha, la tragedia de Montejurra y los sucesos de Vitoria.

También ha hecho una defensa tanto de Juan Carlos I como de Felipe VI. A éste se ha referido como el símbolo de la «unidad y permanencia» de España. «También prometí lealtad al Rey. Y, por eso, tengo que censurar toda actitud desleal con la Corona, que ha sido la principal defensora y garantía de nuestra democracia. Su Majestad Felipe VI es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones. Es el más alto representante del Estado español en las relaciones internacionales y tiene que ejercer las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes. Su figura une a iguala a todos los españoles».

Ayuso nuevamente demuestra su ignorancia, su sectarismo y, sobre todo, su unilateralismo, ese mismo que denuncia de Pedro Sánchez. En primer lugar, la presidenta de la Comunidad de Madrid ignora que a los españoles no se les dio la oportunidad de votar sobre el modelo de Estado. Se incluyó el tema de la Monarquía en el referéndum de la Constitución y así justificaban la legitimidad de la Corona. El propio Adolfo Suárez reconoció en una entrevista cómo se manipuló para evitar una consulta sobre este tema porque los sondeos indicaban que hubiera ganado la opción republicana.

Por otro lado, Isabel Díaz Ayuso ha llamado desleales a quienes cuestionan la legitimidad de Felipe VI como Jefe de Estado. En una democracia se pueden tener distintas orientaciones políticas e ideológicas y en ningún momento se ha declarado inconstitucional al movimiento republicano. Incluso existen procedimientos constitucionales y legales que habilitan la celebración de un referéndum sobre el modelo de Estado.

Finalmente, Ayuso ha hecho una referencia a la Justicia. «Tenemos que poner todo nuestro empeño en reforzar el prestigio de la Justicia: no se pueden cuestionar las sentencias cuando no nos son favorables, ni descalificar a los jueces que las dictan. Todo cambio legal debe obedecer exclusivamente a los intereses generales, y nunca favorecer a personas concretas. Porque en España la ley es y debe ser igual para todos», ha dicho Ayuso.

Nueva muestra de que la presidenta de la Comunidad de Madrid vive alejada de la realidad. Ayuso no sabe que España es el país que más denuncias presenta ante las instituciones europeas por corrupción judicial. Tampoco parece entender que en España sí que se dictan sentencias favorables o se archivan procedimientos dependiendo de quién es el acusado. No tiene más que ver el historial judicial de la familia Botín o de Banco Santander para entender que en este país la ley no es igual para todos.

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1 COMENTARIO

  1. La primera parte se define el palingenésico rasgo cultural que reclama el renacer permanente de una cultura imperial que presupone nuestro origen y orienta nuestro destino, algo así como el que organiza su “unidad en lo Universal”. Lógicamente, principio que todo aquel que no sea “desleal” debe acatar sin resistencia ante la “voz en Off” del poder totalitario que lo impone y que no admite replica sin otra respuesta que la demonización. Planteamiento de unidad fundamentalista, que, por tanto, toma su origen entre lo natural y desde lo divino, ante lo que cualquier argumento racional, humanamente limitado, queda tal condición, excluye y rechazado: palingenesia, fundamentalismo, totalitarismo, regeneracionismo, racismo, organicismo…, que se presentan bajo las formas de un leader referente que representa la voz del destino.
    Y Vds.; si esto es cierto, si de sus palabras se puede deducir este contenido, ¿Como lo llamarían?

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