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¡Atrapado!

La Historia es la estela asesina del mono humano

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Escribo mientras un montón de patriotas supuestos corren a Madrid a manifestarse, para eso es la democracia ¿no?; al mismo tiempo en Catalunya e Iberia el PSOE y la amalgama independentista montan su circo a mayor gloria de sus convencidos, ruptura de nada, y todo ello mientras me obligan a decidir entre el tiranuelo Maduro o el Guaidó golpista.

El mundillo de la opinión (que antes era información valorable, el lector decidía, ahora el lector ha desaparecido en favor de la feligresa) me fuerza a considerarme culpable elija lo que elija. La víctima real es la Razón y el pensamiento crítico; en esta sociedad donde la imagen ha sustituido a los hechos y hasta a los objetos (incluidas las personas) no cabe el escepticismo, uno ha de abrazar a su grupo, su partida, su harca, porque la definición de lo que somos la da esa imagen preconcebida y no nuestro caletre.

No postulo ni la objetividad ni la tibieza de los neutrales, defiendo el derecho a ser uno mismo. Veo, intentando elevar la mirada, que la exclusividad a la que nos fuerzan deprime al debate. No queda otro remedio que apoyar o convertirte en enemigo. Yo observo la Historia y procuro no engañarme, no niego la relevancia de los héroes pero quienes han escrito sobre ellos suelen descansar en el paradigma político contrario que suelo defender, el del reaccionarismo más brutal; visito catedrales, una de mis pasiones, y no puedo parar de comparar la riqueza de sus tesoros y la megalomanía de su arquitectura con la vida del 95% de la población en las épocas en que se construyeron: la miseria absoluta frente a la riqueza celestial. Pero jamás me pasa por la cabeza su expropiación, enajenación o venta… no soy partidario de la imposición. Sí de la libertad para explicar el pasado (y el presente) criminal del cristianismo… u otras religiones.

Los Estados son un mal menor; España es un mal menor; las instituciones del Estado y la propia Constitución son males menores. La Historia es la estela asesina del mono humano, peligroso como pocos animales puedan serlo. Mal menor, no entremos en definirlo, voy a reiterar un baremo que, sin pretender ninguna verdad ni entelequia de ese estilo, puede ser útil: si la decisión que vamos a tomar genera más conflicto que paz, es injusta.

Lo de Maduro… ahí está, piensen lo que quieran; ¿la opción Guaidó y la posibilidad de un enfrentamiento civil mejoran la situación? ¿Quién asumiría las víctimas con nombres y apellidos frente a sus familias? Hay majaras dispuestos a interpretar su papel heroico en la Historia, porque no la ven como ese río de muerte sino como el torrente de la gloria. ¿De verdad debemos defender a Maduro, cuyas reformas han debilitado la democracia y la economía (con la colaboración de la conspiración externa) de Venezuela hasta dividir a la población?

La aspiración independentista catalana ¿es de verdad un insulto para España? No lo creo, porque no comparto ese mundo emocional de los pueblos… España me da igual entera o a trozos. Pero precisamente por eso, no puedo entender quién puede tragarse la patraña del “pueblo catalán” o ese destino histórico que, como un viaje lleno de obstáculos (hispánicos), parece que tiene su estación terminal en ser un país por fin. ¿De verdad conseguir la independencia es una alternativa justa para todo aquél o aquélla que habita la geografía de lo que hoy es Catalunya? ¿Se puede hacer eso sin ampararse en los mismos argumentos patrioteros que sostienen a los contrarios? Por contra ¿se puede defender la autoridad del Estado español sin atender a las demandas de los partidos que vertebran la expresión política catalana?

La obligación de todo servidor público es la paz en un sentido amplio. Jamás la imposición. La democracia pasa por mayorías que con los Parlamentos ejerzan el poder de la soberanía popular publicando leyes que casen con el sistema jurídico vigente, al que deben obediencia como el resto de la ciudadanía, respetando como cada cual la separación de poderes más que al mismísimo Dios, porque no podemos evitar que un juez sea idiota pero sí dotarnos de un contexto que permita minimizar la estupidez por medio de contrapesos y recursos… sólo mayorías aplastantes y en mitad de la discusión pública pública racional, con consultas en las urnas, etc., sólo así se pueden hacer órdagos a la totalidad.

Temo que estamos en mitad de debates de a ver quién tiene los cojones más grandes; huele a tío: el triunfo de la civilización occidental. Esto no es más que la excrecencia de una sociedad en descomposición y yo me siento cada vez más fuera de esa realidad, por edad y consciencia… o no, dentro, atrapado, sí, ¡atrapado!

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