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Asilo y derechos humanos no son bienvenidos

Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Corresponsal en Latinoamérica
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análisis

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El Asilo y los DDHH no son bienvenidos. El buen cine nos da lecciones extraordinarias que superan la realidad.  Spielberg, director de la película  The Terminal, 2004,  logró “una producción  que nos hiciese reír y llorar y sentir bien con el mundo».

Y la historia tiene como principal actor al iraní Mehran Karimi Nasseri, quien en 1988 emprendió viaje al Reino Unido tratando de instalarse allí haciendo valer su parentesco con un ciudadano de  ese país.

Su segunda opción fue volar a París y tratar el caso con los funcionarios franceses. Sin embargo, el resultado fue el mismo con el agravante de que debía permanecer en la terminal de vuelos hasta que pudiera esclarecerse su caso.

Nasseri se convirtió entonces en residente permanente de la Terminal 1 del aeropuerto Charles De Gaulle y allí permaneció dieciocho años porque nadie consiguió solucionar su situación, avergonzando a la Europa avanzada ante este tipo de situaciones. Nasseri solo pudo abandonar definitivamente la terminal cuando en 2006 fue trasladado a un hospital debido a una urgencia médica. Se trata del refugiado más incomprendido de la historia reciente.

El objetivo final del viaje de Navorski es cumplir el último deseo de su difunto padre: conseguir el autógrafo del saxofonista Benny Golson, el último gran músico de jazz que faltaba en su lista.  La vida diaria en el aeropuerto queda representada de forma magnífica mientras Navorski se va convirtiendo en un referente para la gente que trabaja allí.

También la película empieza con la llegada de Viktor Navorski al aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York. Navorski es un ciudadano de la ficticia Krakozhia, una nación del Este de Europa en la que ha estallado un conflicto civil mientras Viktor cruzaba el Atlántico. Los Estados Unidos no reconocen a Navorski quien va aprendiendo el idioma y se convierte en un auténtico superviviente cuya honestidad y sencillez se acaban ganando a todo el personal del JFK.

DINAMARCA EL FIN DEL ASILO

Hace muy poco  que Dinamarca ha recibido la atención internacional por sus estrictas decisiones hacia los inmigrantes. Conocido como el «paraíso liberal» en el cual los inmigrantes y los refugiados ya no son bienvenidos como antes.

Para su ministro de  relaciones internacionales “da gusto que podamos brindar protección a la gente cuando es necesario. Pero también alegra cada vez que un refugiado puede volver a casa”.

La inmigración en Dinamarca ha estado disminuyendo. El 2019 fueron somalíes, sirios, iraquíes y bosnios, mientras que inmigrantes provenientes de Eritrea, Irán y Afganistán se refugiaron en el país europeo.

En todo Europa, el aumento de más de un millón de migrantes refugiados y económicos que llegaron en 2015 ha generado una reacción populista que dio un enorme impulso a los partidos antiinmigrantes y drenó votos de los partidos dominantes.

Dinamarca fue la primera nación en firmar en 1951 la Convención de la ONU que establece los mecanismos para proteger a los migrantes.

El Centro de Estudios Avanzados sobre Migración, señala que en la actualidad el sistema danés no cree que la integración puede funcionar. El coronavirus, por supuesto, jugó un papel, pero la meta de refugiados que el gobierno espera recibir es cero, alegando que el dinero que se ahorre  puede ser destinado a reforzar el estado de bienestar.

La realidad supera a la ficción en muchas ocasiones. Hoy debemos estar condicionados  a ver sucesos reales que superan la imaginación de cualquier guionista que intente crear un argumento de máximo contenido dramático.

Tengamos en cuenta al  devastador efecto que produjo el 11-S en las conciencias de los norteamericanos que fue tratado en forma dramática, por Spielberg.

En la última década, sin embargo, las antiguas políticas sobre temas como la inmigración o el asilo han cambiado mucho. El sistema de asilo de los EEUU a menudo se cita como parte de un noble legado ligado al mensaje de la Estatua de la Libertad, ofreciendo libertad a las “masas congregadas”. Pero la verdad es mucho más complicada y decididamente menos noble.

A lo largo de sus 40 años de historia, el sistema de asilo de los Estados Unidos nunca ha ofrecido refugio de manera uniforme o con el espíritu pleno que respalda su creación, según un informe del San Diego Union-Tribune. La administración  de  Joe Biden ha indicado que dejará de lado muchos de los programas ampliamente criticados creados bajo el gobierno republicano, incluyendo el programa Permanecer en México, que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en México mientras sus casos son procesados en los EEUU.

Después de que se conocieran ampliamente las atrocidades de los nazis, el entonces presidente Harry Truman aún tuvo dificultades para convencer al Congreso y al público estadounidense de que los Estados Unidos debían acoger a los refugiados judíos, según Edna Friedberg, historiadora del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos.

Fue hasta 1968 que los Estados Unidos firmaron un acuerdo de las NNUU sobre su papel en la identificación y protección de los refugiados como parte de un compromiso global colectivo. Pasarían 12 años antes de que el país codificara esta obligación en una ley. 

Es posible hacer que el sistema de asilo cumpla sus obligaciones de una manera más humanitaria y eficiente mediante una amplia variedad de cambios. Algunos podrían lograrse a discreción del presidente; otros requerirían una ley del Congreso, y probablemente un apoyo bipartidista.

El programa de derechos y justicia del migrante en la Comisión de Mujeres Refugiadas, recuerda que los cambios, tanto grandes como pequeños, han sido discutidos extensamente por expertos en leyes de asilo y derechos humanos, abogados, jueces, antiguos y actuales funcionarios del gobierno, y personas que han navegado por el sistema como refugiados. La Asociación Nacional de Jueces de Inmigración y la Asociación Federal de Abogados han abogado durante años para que los tribunales de inmigración se liberen del dominio político.

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