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Apolo y Dionisos

Miguel Ángel Cerdán
Miguel Ángel Cerdán
Licenciado en Historia. Profesor de Secundaria en la enseñanza pública. Articulista en diversos medios digitales e impresos de la Comunidad Valenciana.
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análisis

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Dionisos es un dios muy serio. No sólo es el dios del vino, es el dios del teatro, de la danza, de la fiesta. Es el contrapunto necesario e imprescindible de Apolo, el dios de la razón y de la mesura, del equilibrio. Sin uno no puede existir el otro. Sin Dionisos no hay Apolo. Sin Apolo no hay Dionisos. No puede haber equilibrio y existencia racional sin breves explosiones, las que proporciona Dionisos, de desequilibrio. La conjunción pues de Apolo y Dionisos explica la profunda naturaleza del ser humano, cómo acertadamente interpretó Bennet Simon, y a la que se acercó Nietzsche.

Como consecuencia de la Pandemia el equilibrio sin embargo se ha roto, y ha afectado de forma grave incluso a lo Apolíneo. Así, se han disparado las enfermedades y los desequilibrios mentales. Y lo ha hecho en adultos, en adolescentes y también en niños. Así, según la OMS, a raíz de la pandemia de Covid un tercio de las personas adultas reporta niveles de angustia. Entre la población más joven, esa cifra llega a una de cada dos personas. Según el CIS, además, un 6,4 % de la población española ha acudido este año a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma. Y han sido las personas de 18 a 34 años las que más han frecuentado los servicios de salud mental y han tenido más ataques de ansiedad. Además, la Asociación Española de Pediatría ha alertado de que en los últimos meses se han registrado el doble de urgencias psiquiátricas infantiles, trastornos de conducta alimentaria, casos de ansiedad, etc.

Pero no sólo es que hayan aumentado las enfermedades mentales; es que a nivel de comportamiento cotidiano se puede observar cómo han aumentado la irascibilidad y los conflictos a todos los niveles. Bromas que son tomadas a mal, discusiones que se elevan a la categoría de tragedias y que llevan a rupturas personales, imposibilidad de un mínimo sosiego en debates en los que muy pocas veces se escuchan argumentos contrarios, se han convertido en algo cotidiano. Todo ello es consecuencia de lo anterior, de una Pandemia que ha elevado los niveles de angustia a niveles insoportables mientras que el escape de lo dionisiaco ha desaparecido en buena medida. Y me temo que seguimos envueltos en ese clima asfixiante.

Malos tiempos pues que se están cobrando un alto precio, un alto precio no sólo en vidas, en salud y en lo material. Malos tiempos, y también hay que decirlo, pésima gestión que auguran una creciente conflictividad y desequilibrio en lo emocional. Y dónde por supuesto no habrá, como siempre, culpables.

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