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Amber Heard condenada por difamar a Johnny Depp

Análisis de un supuesto similar en España

Jaime Company González
Jaime Company González
Abogado Colegiado en el Ilustre Colegio de Madrid desde 1996 Especialista en Derechos Fundamentales Civil, Laboral y Penal.
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análisis

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No quiero empezar este artículo  sin dar mi más sincera enhorabuena a Johnny Depp y a su abogada, Camille Vásquez, ya que más allá de la condena a la parte contraria y la satisfacción profesional y personal que supone el esclarecimiento de hechos y el desenmascaramiento a quien difama, han ayudado a mucha gente con este juicio, en concreto a todos aquellos que luchan contra la losa de las acusaciones inciertas, calvarios individuales con la angustia de la soledad,  que sólo quienes lo sufren saben lo que conllevan.

Determinados movimientos estigmatizan con temas sensibles, y cuando no pueden acusar en base a pruebas lo hacen a base de sospechas, más aún cuando se  realizan juicios mediáticos paralelos con la intención de desprestigiar, despojar al que acusan  de su fama,   y servirse del foco para destrozarle,   hasta provocarle  en ocasiones la muerte civil, y,  en los asuntos más maquiavélicos,  sustituyéndole en su  notoriedad pública casi subrogándose en la que era su relevancia  mientras le condenan al más absoluto de los ostracismos.

El jurado americano ha sido unánime en la condena. Una administración de justicia de la que tenemos mucho que aprender,  sobre todo a no viciarla perturbarla, manipularla y utilizarla para proteger conductas criminales en lugar de  aplicar la ley y el derecho.

En España tenemos jueces y fiscales extraordinarios, pero hay quien se deja llevar hacia el lado oscuro de la justicia, o mejor dicho, de la no justicia. Ya lo expresó el Magistrado D. Luis Alfredo de Diego en la dedicatoria de su libro, titulado «¡Al abordaje! Asalto a la Justicia. Jueces y política: amistades peligrosas» donde dejó muy claro que en esto de la justicia, hay quien se desvía – «A los jueces independientes, libres de carga y servidumbres políticas, a los otros no…», sintetizó, en un ejercicio de transparencia nada corporativa, lo cual es de agradecer.

¿Se imaginan un caso similar al de Johnny Deep en nuestro país? Quizás sería como este que relato a continuación, cuyo parecido con la realidad no es mera hipótesis.

El Gobierno acompañaría a la “acusadora” a denunciar a la comisaría y utilizaría la prensa de cabecera para contarlo. De su mano y con las  declaraciones públicas de aquella, reiteradas y recurrentes, aunque en ocasiones diferentes, (ya que para ser buena mentirosa hay que tener muy buena memoria) se  tergiversaría el “atestado” y sin ni siquiera tomar declaración al que se acusa y difama, publicarían varias noticias, (pongamos por ejemplo en el diario El País)  como que la policía habría dado veracidad a las declaraciones de la ”denunciante”, dado credibilidad a sus palabras, aunque situara los presuntos hechos cuarenta años atrás, eso sí,  sin preguntar nada  al denunciado no fuera a salir la verdad. 


El asunto se publicaría en multitud de medios, las sospechas se convertirían  en pruebas mediáticas por ·”reproducción asistida”  y ello con independencia que la jurisdicción penal, sin ni siquiera tomar declaración al denunciado, porque no haría falta, archivaría el asunto, relatando incluso que se habrían investigado hechos actuales que se habrían denunciado de forma abstracta, al tiempo que manifestaría en su resolución que  no habría ni siquiera indicio con apariencia criminal, es decir, algo tan simple como que lo que se denunciaba no habría existido, lo cual no es sino el colmo de la denuncia.

Entonces,  el Gobierno ( y no hablaría de un gobierno del color del actual, aunque también podría ser), alentaría un acoso y derribo mediático para sustituir a la justicia,  utilizaría a la abogacía del estado para recurrir el archivo penal, cuerpo al que después la resolución de archivo definitivo de Tribunal Superior al de Instrucción, dejaría en ridículo, al decirle, probablemente, que estaría manifestando hechos vagos y abstractos, pero ya sabemos que en ocasiones, el pliegue de cuerpos de prestigio a las más  espurias sinrazones, es así.

Como no se habría conseguido el objetivo de una condena a un inocente, ni haciendo malabares, empezarían a publicar noticias incriminatorias en serie, y ahí seguramente  estarían EL País, El Confidencial, El Periódico de Cataluña, Canal + ( antigua denominación ), onda cero ( con Julia Otero) y Jordi  Evole con  su Salvados de la Sexta, ( mis disculpas a los múltiples medios que no cito ) cuyo objetivo sería destrozar al denunciado con artículos y programas,  al tiempo que rentabilizarían el tema, en espacio, tiempo, colaboración y economía.   


La denunciante incluso diría que tenía  una pericial de la policía (aprovechando el artículo de EL PAÍS) que daba veracidad a sus declaraciones, para tratar de apuntalar mediáticamente su tesis. No hace falta ser un gran jurista ni tener mínimos conceptos de derecho para deducir que es una auténtica aberración.

El denunciado, harto de que le difamaran iniciaría un proceso civil de protección de su honor. La denunciante no pediría un abogado de oficio, el gobierno le pondría uno gratis (constaría admitido en prensa por el propio abogado “altruista”, por hambre de notoriedad y orgullo de apellido, claro que, no es para estar muy orgulloso de la estirpe ), defendiendo también a sus “testigos”, demandados por vulnerar el honor, buscados y seleccionados para la causa, y alguno/a  incluso que no vendría al juicio, pero al que pagarían el billete con la tapadera de un organismo (pongamos que deportivo) para que no se viera que era una propuesta del Gobierno y desde el propio Gobierno

Comparecerían en juicio miembros de la policía y el más alto representante del organismo público con dependencia directa del Gobierno ( este último diciendo que le habían confirmado los hechos que relataba la denunciante pero no podía decir nombres por confidencialidad,) poniendo un yugo al denunciado, por no decir la tapa del ataúd,  para dar comienzo al  entierro público de un inocente.

La representante del Ministerio Fiscal en el juicio de honor iniciado por el denunciado,  no firmaría sus informes en primera instancia, y en base a su anonimato no dudaría en vejar al demandante, al que no haría ni una sola pregunta, al tiempo que  le trataría  como a un reo penal y peor que a un auténtico criminal, imputándole los supuestos  hechos delictivos fuera de la sede penal que incluso habría archivado,  y diciéndole a la cara (pero sin mirarle) que su honor estaría destrozado, pero por lo que había hecho. ¿Así defendería la legalidad y los Derechos Fundamentales esta señora? Sí, así lo haría, quebrando las más estrictas normas de la educación, y no ya la presunción de inocencia, sino la propia inocencia. Si así fuera, (que fué)  debería estar en prisión, sin toga, por cierto,  y con el nombre que no ponía en sus escritos, en una chapita en el lado que decida del pecho, a izquierda o a derecha (de acuerdo a su tendencia).

La manipulación daría sus frutos, y el honor del denunciante no sería protegido. Sin embargo este recurriría a la Audiencia Provincial sección civil, la cual, tras varios escritos denunciando dilaciones indebidas porque los autos no subirían del juzgado, y una vista demoledora, aun siguiendo la fiscalía con posicionamiento en contra, pero ya sin vejaciones, daría la razón al demandante de honor, sentencia que le daría de nuevo luz, porque el propio gobierno, la policía, “testigos”, una fiscalía dirigida y desviándose de sus funciones, y un juez (no, no puedo llamarle juez), y un señor que estaría en un juzgado, (me quedo más tranquilo así) habían cavado un hoyo muy profundo para enterrar la verdad.

La sentencia desmontaría a todos, uno por uno, y la fiscalía, como le habría pasado en instrucción a la abogacía del estado, habría hecho un ridículo extraordinario, pero claro, quien manda, manda, y eso no podría quedar así, ya que el representante del Gobierno, testigo en juicio, de fiscales y jueces sabría bastante e igual le apetecía  darle una vuelta de tuerca.

El abogado altruista (repito que así constaría en una entrevista al mismo donde decía “que su madre se sentía muy orgulloso de él, como la madre de la Pantoja”) (lo diría él, no yo)  presentaría un recurso de casación,  (defectuoso, aunque tendría los 25 folios de rigor con una reconvención en el suplico), pero ya no habría dilaciones indebidas ni tardanzas, ya que corría prisa revocar la sentencia que le daba la razón al denunciado y dejaba en evidencia al testigo representante del Gobierno, los demás testigos,  policía y fiscalía. ¿Sería sorprendente que  el  Tribunal Supremo, contradiciendo sus propios criterios de admisión, lo admitiera  y con un cambio de ponente sin justificación alguna respecto al previsto lo estimara, en contra de su propia jurisprudencia?, Pues así lo haría, y por cierto, primando la magia sobre el derecho y lo mediático sobre lo jurídico, aunque esta vez la fiscalía le daría la razón al demandante de honor, quizá por vergüenza, nunca lo sabríamos, aunque sería irrelevante ya que  la sentencia se limitaría a decir “la fiscalía informó…”

La prensa y los telediarios se enterarían de la nueva noticia antes que el propio demandante de su derecho al honor, y la casualidad es que se haría coincidir en tiempos con noticias de Estados Unidos (muy difundidas en todo el mundo, y particularmente en España,  de alguien que sí había cometido un delito), y así parecería que la desestimación de la protección del derecho al honor por una difamación grave y con insultos que prohíbe nuestra Constitución sustituyera a la condena penal que no había tenido un inocente.

En otro artículo contaré que acontecería  en el Constitucional, porque la historia podría ser muy curiosa y ahora igual resultaría que la ascendencia altruista sería parte activa en el Tribunal. Menudo lio. ¿No?

PD.- Dedicado a Fillo Carballo, ex seleccionador nacional de Gimnasia Artística Femenina:

Tú  dignificaste el deporte femenino de nuestro país,  pidiendo fisioterapeutas y psicólogos para tus gimnastas. Te acusaron públicamente y te pusieron una denuncia con acompañamiento del Gobierno a la denunciante,  pero  no fuiste llamado a proceso penal, incluso, mediando una denuncia abstracta para hacerte mucho daño  se te investigaron supuestos hechos actuales, resolviendo el Juzgado sin citarte a declarar, y posteriormente la Audiencia,  que no había ni siquiera apariencia de noticia criminal. Tú  luchaste por tu honor sin que nadie en sede alguna te hiciera ni una sola pregunta, tampoco la fiscalía que es la institución que defiende Derechos Fundamentales y que no sólo te dejó tirado, sino que incluso llegó a vejarte.

Sé que cada día te preguntas porqué te pasó esto.  Un estado democrático de derecho te daría la respuesta, el nuestro no.

Tú sabes quien ha intervenido, quien es quien en esta historieta,  como se ha tergiversado todo para que los medios hicieran ver a la opinión pública lo que no eres y como cada cierto tiempo lo vuelven a poner de actualidad, con un programa, como Acosados en Telecinco, con la intervención de una psicóloga que nunca te vio y un juez que llamaba a tu denunciante por su nombre de pila,   para que nadie tenga tentaciones y destape el frasco de la verdad, frasco sellado y precintado en todos los sitios, más aún en los medios de comunicación.

Johnny Deep lo ha conseguido, y en cierta medida su triunfo es el de todos los que luchan por su dignidad y su honor,  porque en definitiva es el éxito de la razón, del sentido común y de una justicia limpia y transparente, de una justicia  que prima el derecho sobre la magia “negra”, esa    que hace culpables a los inocentes, para gloria y loa, entre otras,  de la ideología extrema de género.

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